El espantoso multiverso de Torrente y los niños: por qué Santiago Segura se ha hecho con el poder del cine familiar español

El espantoso multiverso de Torrente y los niños: por qué Santiago Segura se ha hecho con el poder del cine familiar español

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Padre

Una vez, en una conversación cotidiana, escuché la frase "¿Has visto ya la segunda de Torrente y los niños?". Me parece, aún ahora, tan perfecta como demoledora: la saga de Santiago Segura ha sido un éxito innegable en taquilla, pero el lavado de cara para aparecer ante el público como un abnegado padre y un bonachón empedernido autor de comedias familiares sin poso ni trazas de originalidad no le ha salido todo lo bien que esperaba. Y no es porque no lo intente una y otra vez, hasta el punto de haber convertido el cine familiar español con niños en un género en sí mismo. Un terrible, terrible género.

Entre remakes y secuelas

'Padre no hay más que uno' no es más que el remake de la película argentina 'Mamá se fue de viaje' (que también fue adaptada en Italia, México y Francia), además de uno de los volantazos más sorprendentes de la historia del cine: después de cinco entregas de 'Torrente' y de cortometrajes como 'Evilio' o 'Perturbado', el director decidió, tras un pequeño viraje a la amabilidad en el (también remake) 'Sin rodeos', tirarse de cabeza a un nicho de mercado por explotar. Efectivamente, el del cine familiar más o menos crispante.

Desde el éxito de aquella descafeinadísima película, el cine español se ha tirado en masa a tratar de rascar el fondo de la cazuela por si queda algo de arroz: no pasa un trimestre sin que tengamos una película con niños al lado de Leo Harlem, Florentino Fernández, José Mota o el propio Santiago Segura, todos poniendo cara de circunstancias en los pósters, como diciendo "Niños, vaya locura, ¿no? A ver la que lían ahora". Y lo peor es que, en lugar de perfeccionar las producciones o introducir elementos diferenciales, la calidad cae en barrena.

A Todo Tren

'¡A todo tren! Destino Asturias' (otro remake, por cierto, en este caso de una película francesa) es el ejemplo perfecto de película de taquilla estratosférica con esfuerzo mínimo y ritmo lánguido, casi como un ejercicio para ver hasta qué punto tragamos con este tipo de cine tan barato como clónico. La solución es, por lo visto, bastante, porque a las dos secuelas de 'Padre no hay más que uno' se unen la de '¡A todo tren!', subtitulada, con sorna, 'Sí, les ha pasado otra vez'; '¡Vaya vacaciones!'; 'Mamá o papá'; 'El hotel de los líos', la escondida secuela de 'García y García'; o la próxima 'Vacaciones de verano', dirigida, cómo no, por Segura. Vaya colección, ¿eh? Pero, ¿por qué el público pasa una y otra vez por taquilla con este subgénero casi clónico y no parece cansarse?

Es para niños

Dos líneas de defensa salen siempre que alguien menciona, con cierto desagrado, este tipo de cine: "Es para niños" y "Algo tendrá cuando es un éxito". Es desasosegante que, tras años de dibujos animados familiares y películas de aventuras que han perfeccionado la técnica para convertir el cine infantil en algo más que un suplicio para los padres, volvamos a una sencillez ramplante que roza lo simplón. Es volver a la tradición del sainete y el vodevil, pero sin tener cuidado ni cariño por la producción. ¿Realmente esto es lo que quieren ver los niños o es lo que creemos que quieren ver?

Vaya Vacaciones

De la respuesta de esa pregunta nace el éxito: no solo son productos que ya se han probado en otros mercados, sino que Segura es capaz de sacar toda su fuerza en el marketing desde tiempos inmemoriales. ¿Os acordáis cuando coló 'Torrente 3' en 'Blade 2'? Ahora, entre 'El hormiguero', los concursos de famosos, los amiguetes y la prensa a su servicio con críticos temerosos de dar su opinión por temor a recibir un varapalo en forma de pérdida de anunciantes (o de una respuesta virulenta de Segura en Twitter), cada película de este tipo parece un nuevo estreno de Steven Spielberg. Bueno, mucho mejor: ya le gustaría a Spielberg tener este tirón ahora mismo.

Y si una película funciona, la maquinaria se pone en marcha para lanzar cuantas más, mejor. Son baratas, son fáciles de hacer, no se necesita poner mucho esfuerzo en ellas y siempre habrá padres que, contentos con haber tenido a sus hijos callados durante una hora y pico, intenten repetir la jugada tantas veces como sea posible, aunque sea una secuela inconfesa de una cinta que no han visto o un remake de cuya obra original han comprado los derechos para que jamás se emita en España. Son productos que nacen de la desesperación y tan artesanos como un churro: el resultado es indistinguible del de al lado. Y, como un churro, calma el hambre y su suavidad te deja con ganas de otro más sabiendo que no son un bistec (ni falta que hace). Hasta que un día estés harto de churros, hay que seguir sacando. Que la producción no pare nunca.

De pajillas a padrazo

Cuando se estrenó 'Padre no hay más que uno 2' en plena pandemia, hubo gente que se empeñó en que rindiéramos pleitesía a Segura por haber salvado el cine. Incluso algunas personas dentro de la industria insistieron en que debería ser nominada al Goya como reconocimiento, como si el premio en sí no hubieran sido los casi 13 millones de euros recaudados (además del patrocinio casi sinvergüenza de Disneyland París) y la puerta abierta para hacer comedias familiares con niños sin parar mientras el público aguante.

Lo reconozco, no he visto todas las películas del multiverso español infantil: con las tres 'Padre no hay más que uno' y '¡A todo tren!' creo que ya me puedo hacer una idea general. El público español ha caído en el elogio del conformismo: si el listón puede bajar cada vez más (la tercera entrega de la saga de Segura era, directamente, un incordio más que una película) sin que la taquilla se resienta, el resto de producciones irán a la zaga, tratando de sacar el máximo beneficio posible de una inversión mínima. Si al público general le gusta y está dando empleo, ¿para qué intentar ir un poco más allá?

Podemos estrenar todos los Alcarrases y las Bestas que queramos: la audiencia española siempre se ha decantado por aquello que dice aborrecer con las mismas ínfulas del que aseguraba hace años ver los documentales de La 2 en vez de las telenovelas o negarse a ver las películas de Pajares y Esteso. Santiago Segura ha encontrado un nicho de mercado entre 'Villaviciosa de al lado' y 'Bluey' y ha decidido explotarlo todo lo que pueda: no son buenas películas -y él, como cinéfilo, lo sabe- pero tampoco hace falta que lo sean.

Mientras haya gente creyendo que son entretenidas (lo son, dependiendo de lo que le exijas a tu tiempo de ocio), se estrenen en periodos vacacionales y puedan movilizar a toda la familia, Segura y sus acólitos seguirán siendo un talismán para la taquilla aunque sea a riesgo de sacrificar su faceta más artística. Y, como todo movimiento que tenga éxito, tendrá imitaciones de mayor o menor calidad, con o sin Leo Harlem. Este es solo el inicio, y la moda durará tanto como se pueda estirar el chicle.

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