De forma no intencionada o delegando en ella un talante secundario, son abundantes las ocasiones en las que la ciencia-ficción ha terminado siendo mejor cualificada como comedia que como ejemplo del género al que quería adscribirse. Pero con plena consciencia de que lo que se estaba rodando era comedia pura y dura no son muchos los títulos que de forma exclusiva han tratado el sci-fi desde la risa. Y desde luego, ninguno de los ejemplos que aún estarán por venir en esta vertiente lo han llegado a hacer como Mel Brooks en 'La loca historia de las galaxias' ('Spaceballs', 1987).
Claro spoof de la saga de 'Star Wars' iniciada por George Lucas una década antes, la cinta en la que hoy detenemos nuestra atención en el ciclo de ciencia-ficción es una de esas que cuando se ve en su momento —en mi caso con doce años— es motivo constante de carcajadas. Unas carcajadas que se van mitigando de forma impercetible durante los incontables visionados que se realizarán en años posteriores en su copia en VHS y que, transcurridas casi dos décadas desde la última revisión, acaban por desaparecer por completo dejando paso a muecas de esperpento, miradas de espanto y sucintas reflexiones acerca de qué diantres pasaba por la cabeza de uno para que "esto" le hiciera gracia.
'La loca historia de las galaxias', por acumulación
No es que haya perdido el sentido del humor, ni mucho menos —soy de esos que se levantan y se acuestan con una sonrisa y que intentan mirar la vida desde su lado más divertido—, pero de ahí a rescatar a aquél que reía a mandíbula batiente con las chorradas con las que Brooks plagaba un metraje que intenta funcionar por acumulación, hay un trecho que el tiempo ha convertido en insalvable por más que, ironías, de tantas veces como la vi en su momento me sigo sabiendo de memoria un ochenta por ciento de los chistes que se suceden incansables durante los noventa y seis minutos de duración.
Hora y media en la que el genio humorístico que le habíamos visto al cineasta en la totalidad de 'El jovencito Frankenstein' ('Young Frankenstein', 1974) y en abundantes instantes de 'La loca historia del mundo' ('History of the World: Part 1', 1981) —ya muy inferior a la parodia del libro de Mary Shelley— se toma unas vacaciones, no sabemos si merecidas o no, y es sustituido por un cúmulo de chistes fáciles a rabiar que, ya en lo verbal —en la verborrea, cabría decir— ya en lo visual, terminan por agotar al respetable por lo poco original de su formulación.
De acuerdo, algún momento hay que seguiría salvando de tamaño despropósito —la aparición de cierto xenomorfo, la secuencia de la velocidad absurda, el "peinado" del desierto o los muchos avances de la piratería...aunque éste último en versión original nada tenga que ver con lo que se nos ofrece en el doblaje—, pero el venir respaldados por un guión muy poco afortunado, una dirección ramplona, un montaje desangelado, unos efectos visuales que ora son correctos ora son de saldo y unas actuaciones que se mueven entre lo lamentable y lo olvidable terminan provocando que sea ínfimo lo que pueda rescatarse de 'La loca historia de las galaxias' en términos artísticos.
De ese poco me quedaría sin duda con Rick Moranis, ese Darth Vader venido a menos en estatura pero a más en diámetro de cabeza que es Casco Oscuro y que supera con creces a lo que cabría afirmar sobre Bill Pullman, Daphne Zuniga, John Candy o un insoportable Mel Brooks. Obviamente, su aportación al monto total del filme es de todo punto insuficiente, y queda esta producción como testimonio patente de algo que hemos hablado muchas veces por éstas líneas cuando nos hemos referido al cine de nuestra infancia: que hay infinidad de títulos que mejor dejar pervivir en el recuerdo lejano que no en la revisión cercana.
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