'Digimon Adventure: Last Evolution Kizuna' pone la nostalgia al servicio de la narrativa en una aventura encantadora y tremendamente emotiva

'Digimon Adventure: Last Evolution Kizuna' pone la nostalgia al servicio de la narrativa en una aventura encantadora y tremendamente emotiva

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'Digimon Adventure: Last Evolution Kizuna' pone la nostalgia al servicio de la narrativa en una aventura encantadora y tremendamente emotiva

Como nacido a finales de los 80 en España, buena parte de mi relación con las series de animación —sobre todo japonesa— está ligada al ritual de volver de clase corriendo a toda velocidad para poder sentarme frente al televisor y disfrutar en La 2 de títulos como 'La familia crece', 'Reena y Gaudy' o, por supuesto, una 'Digimon' que continúa ocupando un lugar especial tanto en mi memoria, como en mi corazón.

Era cuestión de tiempo que, en la era de la explotación de la nostalgia por parte de la industria audiovisual —y ahora que ya peino unas cuantas canas—, esta estrategia comercial, generalmente vaga, poco inspirada y motor de producciones que poco más tienen que ofrecer que un chute de morriña, terminase apelándome directamente.

Por suerte, 'Digimon Adventure: Last Evolution Kizuna', lejos de utilizarla como un reclamo vacío, convierte la añoranza en una herramienta al servicio de la narrativa; integrándola orgánicamente en un largometraje tan sólido como tremendamente emotivo que, seguro, tocará sin demasiados problemas la fibra sensible del público más entrado en años.

Creciendo juntos

Puede que una de las mayores virtudes de 'Digimon Adventure: Last Evolution Kizuna' sea el inteligente modo en que condensa su gran descarga de nostalgia fan-service durante unos 10 minutos iniciales en los que las digievoluciones, la banda sonora y las dinámicas de batalla de la serie original bombardean la pantalla hasta provocar un nudo en la garganta. Una sensación que va aún más allá cuando, al terminar la set piece, los títulos de crédito circulan al ritmo de la mítica 'Butter-Fly' de Kōji Wada.

Una vez superado este trámite, la película puede centrarse en contar una historia propia —que enlaza con lo visto en el cortometraje 'Digimon: To Sora'— sin necesidad alguna de exprimir el recurso, pero enlazando directamente con él en una historia en la que los recuerdos de la infancia, las sombras del futuro y las implicaciones de convertirse en adulto tienen un peso específico.

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Este planteamiento recupera a los personajes del anime de 1999, para ubicarnos junto a unos Tai, Matt y compañía a punto de terminar sus estudios universitarios —o con trabajos estables— que sirven de perfecto catalizador para las tesis de la cinta sobre la madurez y la permanencia en el pasado; ideales para un target principal entrado en años al que apunta directamente.

Junto a esta fuerte carga emocional, las batallas entre criaturas digitales, las intrigas internacionales y los dramas personales se suceden durante poco más de 90 minutos envueltos con una animación de muy buen nivel, continuista y vistosa —cortesía del estudio Yumeta Company— y por las voces del doblaje al español durante su emisión en TVE, incluyendo al eterno Agumon de Rafael Calvo.

Digimon

Es de rigor señalar que, aunque sean problemas menores en computo global, esta nueva aventura de los Digimon adolece de algunos de los males habituales de estos largometrajes nipones franquiciados, como un exceso de exposición oral, la reiteración y subrayados de ideas, o la dilatación de algunos pasajes. Elementos, que, por otro lado, no suponen impedimento alguno para entregarse a sus muchos placeres.

No tengo muy claro que sea indicativo de nada, pero he de confesar que 'Digimon Adventure: Last Evolution Kizuna' me ha hecho llorar a moco tendido. Y es que, además de ser una celebración por todo lo alto del 20 aniversario de a creación del grupo conocido como Akiyoshi Hongo, este regreso al mundo digital toca las teclas correctas para confirmar que, aunque pasen los años y nos veamos obligados a crecer, a muchos aún nos queda buena parte de ese niño que se niega a abandonarnos y que nos ayuda a seguir disfrutando plenamente de pequeñas joyas como esta.

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