El remake de ‘El cuervo’ es mucho mejor de lo que se ha dicho. Una ultraviolenta fantasía urbana que demuestra que hay vida en el cómic más allá de Marvel

El remake de ‘El cuervo’ es mucho mejor de lo que se ha dicho. Una ultraviolenta fantasía urbana que demuestra que hay vida en el cómic más allá de Marvel

La historia de amor de Bill Skarsgård y FKA Twigs no ha convencido en USA, pero ofrece una alternativa oscura al predecible cine de superhéroes actual

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Crow

Hace 30 años, las cultura gótica recibió una descarga generacional insólita tras el estreno de ‘El cuervo’ de Alex Proyas, notable adaptación cinematográfica de un cómic de culto que elevó a la categoría de icono a su actor, Brandon Lee, tras morir accidentalmente en el rodaje. El mismo año, por cierto, en el que el cantante Kurt Cobain se suicidó, convirtiéndose en un mito de la cultura pop. No era difícil adivinar que tocaba un renacimiento del clásico en plena era del cine de superhéroes.

En los 90 el subgénero estaba alejado del estilo lleno de humor de ‘Deadpool y Lobezno’, y la onda expansiva del Batman de Tim Burton dio oportunidad a héroes en la sombra, deformes, zombies y en busca de venganza, como ‘Darkman’, ‘Spawn’ o Eric Draven, por lo que la adaptación del tebeo de James O’Barr era un maridaje perfecto con la tendencia edgy y oscura de esos años, pero ahora mismo la visión del mismo material de Rupert Sanders no rema a favor del angst generacional y parece un pez fuera del agua en una mercado dominada por Marvel.

Esta nueva visión de Rupert Sanders se aleja mucho de los cómics de James O'Barr hasta el punto de parecer una de las muchas secuelas de la primera, que solventaban la idea de que cualquiera podía ser reclamado para ser el Cuervo y convertirse en un ángel de venganza, la única diferencia aquí es que el “elegido” que encarna Bill Skarsgård se llama de nuevo Eric, aquí un joven sin futuro marcado por el trauma que se enamora de una Shelly interpretada por FKA twigs, lo que da pie a una historia de amor entre almas gemelas politoxicómanas en los márgenes de la sociedad.

Viaje de ida y vuelta al infierno

Ante de que lleguen las fuerzas sobrenaturales, los cuervos místicos y la venganza que todo el mundo conoce, la película se toma su tiempo para desarrollar su historia de amor, sensual, tórrida y entre dos personajes excluidos, un tiempo que a veces se extiende de más, pero que también es una apuesta por el conflicto posterior, en el que el amor es un factor clave para nutrir a energía del personaje, jugando con la dualidad del odio que suele evocar el sentimiento de venganza y la verdadera naturaleza de la misión del personaje, un acto de amor puro.

Por ello, el conflicto principal es bastante más rico en esta ocasión, jugando con la motivación para atravesar los espacios liminales entre la vida y la muerte, representados aquí como un limbo postindustrial, y haciendo la frontera entre los vivos y los muertos tan tenue que Draven no parece aquí un ser de ultratumba, sino el mismo joven lleno de problemas que trata de comprender qué está pasando. No todas estas ideas acaban prendiendo, pero es un intento mucho más interesante de Sanders que el de cualquier otra propuesta de la saga.

Bill Skarsgard The Crow Reboot

De hecho Skarsgård compone un cuervo muy diferente, un joven marginal, torpe, sin alternativas, que se va transformando y dominando sus capacidades progresivamente. No es gratuito que su némesis represente la alta sociedad y las élites, introduciendo la conciencia de clase en la saga, y es que uno de los grandes aciertos de esta versión es incorporar más elementos fantásticos que juegan con los componentes faustianos del original, alterándolos con el villano maléfico encarnado por un siniestro Danny Huston como antagonista a la altura que amplía las posibilidades del Lore.

Ultraviolencia y postpunk

Solo por todo eso está muy lejos de ser el fiasco que se ha narrado, posiblemente auspiciado porque su mayor pecado es creer en la historia de amor de sus dos personajes, intensificada como núcleo de una historia menos complaciente que la de 1994, con implicaciones mucho más amargas y que sabe encajar con el mito de Orfeo. De hecho, se podría definir a ‘El cuervo’ como un romance trágico en clave de fantasía urbana oscura, y en ocasiones se parece más a una nueva variación del sacrificio de ‘Donnie Darko’ que al tebeo del que parte.

Otro elemento a tener en cuenta es su ultraviolencia y gore, que cambia los códigos góticos de la película original para desplegar una visión más parecida al horror postpunk. La muy comentada sangrienta secuencia del teatro es de las mejores del año: una pieza de mutilaciones y decapitaciones gloriosamente splatter sobre una pieza operística que hasta invoca la grandilocuencia del cine italiano, del Argento más desmesurado, más que las escenas de acción “a lo John Wick” con las que se ha comparado.

No es la única secuencia con violencia y acción, por cierto. La del túnel y el apartamento no se cortan un pelo en sus tiros a bocajarro y los sesos desparramados, incluso tenemos momentos de body horror con una víscera que se resiste a volver a su herida, entre otros destrozos gráficos del cuerpo de Draven. Todo esto, siempre envuelto en una estilizada puesta en escena de un Sanders que prefiere las texturas urbanas noir a los acabados puntiagudos de Proyas, con una dirección elegante y a veces sobria que intenta cuadrar a un producto de otra era en un entorno más realista.

Cine de superhéroes sin condón

Está versión, de hecho, parece separarse del trabajo de James O'Barr para acercarse al mundo de los superhéroes de tebeo de los 80 como ‘Capa y Puñal’, incluso jugando con el tema de la droga y el submundo criminal de forma más fideligna que la propia serie de hace unos años. También replica sensaciones y puntos de la trama que hasta parecen una versión gore deGhost’ (1990), especialmente en sus elementos infernales que, como aquella, no hace ascos a los recursos del cine de terror.

Su banda sonora sabe cómo encajar Enya sin resultar cursi, quizá porque predominan las texturas más tenebrosas de la New Wave, con cortes de Joy Division y The Veils actualizando la visión oscura de la original sin repetirse, puliendo flashbacks pero sin renunciar a la esencia hortera de las viñetas originales, en una producción con códigos generacionales explícitos, pero que no parece salida del mismo molde de pan de los estudios de siempre.

Bill

‘El Cuervo’ no es perfecta, pero Sanders intenta cosas, se nota que hay alguien buscando y probando sin una mesa de ejecutivos tomando decisiones encima de su escritorio, por lo que se echan en falta riesgos así en una cartelera llena de un cine de superhéroes absolutamente codificado moralmente, propuestas donde los personajes forniquen, la sangre se derrame y no haya miedo al romance por el romance, que no todo van a ser “set pieces” y estructura de blockbuster una y otra vez.

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