Creo que hacer caso a los fans y crear adaptaciones literales no le hace ningún bien a nadie. Sobre todo, a los propios fans

Creo que hacer caso a los fans y crear adaptaciones literales no le hace ningún bien a nadie. Sobre todo, a los propios fans

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Misery

No falla: en cuanto alguien anuncia una adaptación de un producto muy querido, los fans del mismo saltan a proteger su integridad y asegurarse de que la nueva versión no contendrá ningún conato de originalidad o de creatividad. Si es la versión cinematográfica de un libro, ni un diálogo puede estar fuera de sitio. Si es una serie basada en un anime, más vale que cada plano en las peleas sea exactamente igual a la animación. Si es una película basada en un cómic de culto, que al director no se le ocurra cambiar ni una sola viñeta. El drama moderno de no querer ver una adaptación, sino una fotocopia en la que nadie puede dar su visión sin consultar a los fans.

Ya nadie escucha a los fans

De un tiempo a esta parte, los fans no esperan estas adaptaciones soñando que sea lo que siempre quisieron ver o manteniendo la esperanza de que llegue a más gente: se han convertido en una manera de mirar con lupa los cambios más nimios, exagerarlos y condenarla a la indiferencia. Tomemos por ejemplo el 'One Piece' de Netflix, una producción con el beneplácito del autor, Eiichiro Oda, de la que hemos visto ya un Going Merry perfecto pero aún no ha aparecido un solo tráiler. Poco importa: los fans ya han decidido que va a ser un horror por los motivos más peregrinos, desde el hecho de que Luffy no lleve sandalias hasta que la última adaptación de anime del streaming, 'Cowboy Bebop', no dio en el clavo.

Esta intransigencia con los cambios elimina de cuajo cualquier posibilidad de que la serie sea buena por sí misma. ¿Recordáis el primer episodio de 'The last of us'? Los fans estaban más que complacidos comparando planos y afirmando sin ruborizarse que, como eran iguales, HBO había cumplido (estos fans fueron los que después se enfadaron muchísimo con el famoso capítulo 3 porque "se inventaba la historia"). Al final, esta serie consiguió cuadrar el círculo: calmar a los fans dándoles lo que ya conocen tal y como lo recuerdan para, una vez amansados, abrir la puerta a otras historias propias y otras licencias creativas. Es un poco triste tener que distraer al bebé con un sonajero para que se coma la papilla, sobre todo cuando el bebé pasa de los treinta años.

Tlou

No fue el caso, por ejemplo, del 'Death note' de Netflix, una de las películas peor calificadas de la plataforma, en la que Adam Wingard (ya recuperado del golpetazo gracias a 'Godzilla vs Kong') cometió el error de pintar saliéndose de los márgenes y hacer su propia versión de una historia adorada por los otakus. Puede que la película de Wingard no fuera perfecta, pero gran parte de los desmanes y malas caras que recibió se debieron no ya a la mala calidad de la cinta en sí, sino a que no se había replegado, respetado y arrodillado pidiendo clemencia ante el material original.

Lo mismo, otra vez, en todas partes

Realmente, ¿es tan horrible pensar en que otra persona tome las riendas de algo que ya has disfrutado y te lo haga ver bajo su punto de vista? En lugar de tener que ceñirse a planos, diálogos e indicaciones, ¿por qué tememos que alguien nos muestre una nueva manera de contar la misma historia? Por cada 'Dragon ball evolution' tenemos un 'Watchmen', por cada 'Alone in the dark' hemos disfrutado de un 'Detective Pikachu'. A veces funciona y a veces no, pero temer a los fans solo lleva a las productoras a ser más puesto ambulante de churros que restaurante gourmet. Déjate sorprender: ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Dragonball

Al fin y al cabo, el material original sigue ahí. Nadie rompió los cartuchos de 'Super Mario Bros' tras la película de Bob Hoskins ni fue a destruir los tomos de 'La tumba de Drácula' después de intentar llevar a buen puerto 'Blade Trinity'. Podemos volver a aquello que nos gusta una y otra vez sin necesidad de que, a la hora de traspasar el material a una pantalla, sea exactamente lo mismo. En lugar de exigir fidelidad o "que no la caguen", ¿no es mejor pedir, simplemente, que la traten con el mismo cariño? Que el corazón esté en el sitio adecuado, aunque cambien cada plano, escena y diálogo.

Pongamos por ejemplo Marvel, que desde el minuto uno ha acostumbrado a sus lectores a que ninguna de las películas adaptaría nada más que el concepto de algunos cómics, haciendo su propia versión. 'Civil war', 'El soldado de invierno', 'La era de Ultron' o 'Ragnarok' no hicieron ningún esfuerzo para contentar a los que querían una versión tal cual de las viñetas. Aunque en su día hubo ciertas quejas al inicio de la primera fase, el público, incluso el más fan, se acostumbró a disfrutar de obras basadas en aquello que aman pero que no necesitan recurrir al copia-pega.

El mismo menú, por favor

Por eso es tan sorprendente que se demonicen y odien películas y series que ni siquiera se han estrenado (¡ni siquiera el tráiler!), simplemente por el miedo a que no sean como las imaginas. Y cuando el producto final sorprende, como 'Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones', el fandom no sabe qué hacer: estaba tan seguro de que iban a meter la pata con aquello que tanto queremos que recular se hace casi imposible.

Otro ejemplo interesante es 'The Witcher', basado en la saga de Andrzej Sapkowski (no a los videojuegos) y que basó su campaña de marketing en repetir una y otra vez lo fiel que era a las novelas originales. Tanto, que incluso Henry Cavill apareció leyendo el libro en una pieza para redes sociales. Por eso, cuando salió y los fans vieron que se tomó algunas libertades creativas (no tantas, al menos en la primera temporada), entraron en cólera y condenaron la gran franquicia de Netflix hasta que terminó cayendo en la desgracia que todos conocemos solo después de dos tandas de episodios. Si anuncias que vas a respetar el material original, más te vale hacerlo al dedillo y sin inventarte nada.

Francamente, crear una adaptación que no se diferencie en nada del material original no le hace bien a nadie. Es sonoramente aburrido, probablemente intransferible y frustrantemente anticreativo. Es algo que haría una inteligencia artificial que no entendiese por qué el lenguaje del cine no es el mismo que el del cómic o el motivo por el que una serie de acción real no puede tener el mismo ritmo que un anime.

Exigir una fidelidad enfermiza solo perjudica al producto final, causa insatisfacción en novatos y fans, dejando un regusto (que algunos pretenden negar) a estar dejándose una visión personal por el camino. Una cosa son los guiños y las tramas maestras, y otra coger papel cebolla y hacer las cosas tal cual. Personalmente, siempre apreciaré el riesgo de hacer algo diferente antes que plegarse a los delirios del fandom. Y, sin embargo, no son pocos los que ponen el grito en el cielo cada vez que recuerdan que ahora Luffy lleva zapatillas en vez de chanclas. Esa es la línea roja que no estamos dispuestos a pasar. Y así nos va.

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