'Cruella': una nueva y suntuosa reinvención de una villana Disney que muestra la cara más cínica de la explotación de las franquicias

'Cruella': una nueva y suntuosa reinvención de una villana Disney que muestra la cara más cínica de la explotación de las franquicias

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'Cruella': una nueva y suntuosa reinvención de una villana Disney que muestra la cara más cínica de la explotación de las franquicias

Puede verse en 'Cruella', que se encuentra ahora mismo en cines y Disney+, un intento de la factoría de entretenimiento infantil más grande de todos los tiempos por ajustar sus personajes a una realidad más moderna, y para ello toma una de sus villanas estrella para ajustarla a las formas y tono del cine de entretenimiento actual, sirviendo teóricamente como precuela y a su vez como posible primer eslabón para una nueva franquicia.

La operación no es del todo extraña en esta fiebre del oro de versiones de acción real de sus películas de animación, en la que parece que Disney está explotando el momento para hacer valer sus propiedades de siempre frente a la superioridad cultural que suponen las otras que han comprado, nada menos que todo Marvel y Star Wars. De estas revisiones sorprendió hace tiempo ‘Maléfica’ (2014), en la que se miraba desde otro punto de vista la historia de la bruja de ‘La bella durmiente’ (1959).

SPOILERS DE TODA LA TRAMA DEL FILM EN EL TEXTO

Neoliberalismo aspiracional para dummies

La diferencia es que de Maléfica no sabíamos demasiado y, a la manera de ‘Cobra Kai’, lo que trataba era buscar una comprensión del mismo relato desde el otro lado, creando una extraña fábula fantástica edulcorada que sin acabar de funcionar no dejaba de ser original y hasta arriesgada. Sin embargo, de Cruella de Vil sabemos de antemano todo lo que tenemos que saber. Es la encarnación del demonio con forma de mujer sádica, rica y sin escrúpulos para matar perros con los que hacerse un abrigo.

En la época en la que se hizo ‘101 dálmatas’ (1961) no era difícil ver en Cruella el símbolo más reconocible de la burguesía capitalista en su expresión más pura –y comprensible por niños y mayores– materialismo salvaje capaz de arrasar hasta con cachorritos. Hoy, sin embargo, el discurso de Disney raramente apela a estos arquetipos, porque el lenguaje cultural ha cambiado y la clase media parece necesitar un discurso aspiracional, es decir, el de una clase que busca parecerse a sus ídolos de youtube (o twitch) y quiere entrar en un mundo cuyo glamour brilla desde fuera.

Cruella3

Así, no es difícil encontrar ciertos patrones en películas como ‘Ready Player One’ (2018) –salir del barrio pobre de mierda para ser estrella de los videojuegos–, ‘Los Mitchell contra las máquinas’ (2021) – salir del aburrido barrio de los padres para ir a la escuela de cine y hacer amigos cool– y otros ejemplos que hablan el discurso adolescente de buscar tu sueño a cualquier costa para no caer en la mediocridad, ergo, no vivir como uno más. ‘Cruella’ adopta este mismo patrón desde la óptica del mundo de la moda, lógicamente al tratarse del personaje, aceptando la ostentación del mundo en el que pretende entrar Estella.

La Joker de East End

La fórmula de blanqueamiento de esta villana es una tarea difícil pero el rutinario guion de Dana Fox y Tony McNamara no solo no tiene interés de aceptar el desafío, sino que prefiere moldear su historia a plantillas tipo previas y adoptar un tono que podría parecerse a lo que las películas de Batman de Tim Burton y Joel Schumacher podrían hacer para sus villanos en los 90, con la diferencia que aquí no acaba de diferenciarse entre antiheroína, Robin Hood moderna o intento cutre de Harley Quinn y el Joker, pero esta vez el de Todd Phillips.

La decisión de contratar a Craig Gillespie no es casual, puesto que con ‘Yo, Tonya’ (2017) logró que Margot Robbie fuera más Harley Quinn que en la mediocre ‘Aves de Presa’ (Birds of Prey, 2019), sin embargo, esta Cruella no es tanto la Quinn de Disney como un confuso relato de orígenes que no logra entender dónde quiere ver a su personaje más allá de estar lista para la foto con maquillaje. Como ‘Joker’, utiliza un planteamiento de sociedad en decadencia en la que el protagonista tiene una tara física. En este caso en vez de una carcajada a destiempo es el pelo bicolor.

Cruella Emma Stone

Aquí no hay un Thomas Wayne, sino una tirana aristocrática que, como en ‘Joker’, realmente es la madre de la protagonista, con lo que también existe una trama de herencia, una venganza y un amago de “revolución” en el que al final, por razones diferentes, hay el mismo guiñito “Anonymus” inspirado en ‘V de Vendetta’, aunque no hay gente con caretas de payaso sino pelucas de color blanco y negro. Vamos, la idéntica inspiración de la trama de ‘El hombre que ríe’ que utilizaba Phillips en su film, por mucho que el mundo se empeñe en que este producto no quiere tener nada que ver con el éxito de DC.

El diablo viste de dálmata

La idea para perfilar a la nueva Cruella empieza por un golpe de efecto francamente idiota, como convertir a los dálmatas en perros sanguinarios a los que la protagonista odia por venganza, para seguir con otra historia aspiracional en el mundo de la moda que imita en sus primeros compases a ‘El diablo viste de Prada’ ( The Devil Wears Prada, 2003), en la que Meryl Streep era una tirana inspirada tanto en un personaje real como… la Cruella de Vil de Glenn Close, por lo que tenía el nada disimulado detalle de llevar el pelo blanco.

Dalmata

Y es que en las dos divertidas adaptaciones de ‘101 dálmatas’ (1996) el personaje era un verdadero precedente de esa tirana del mundo de la moda que aquí encarna de forma genial Emma Thompson. Es decir, lo que pasa en ‘Cruella’ es que el personaje principal no es Cruella, sino una de sus víctimas. Estella, que es el alter ego “Selina Kyle” que interpreta Emma Stone, tan solo es la fachada correcta para ocultar los verdaderos sentimientos de la joven, la venganza y asalto a los cielos en el mundo de la alta costura.

Sin embargo, en su viaje de transformación no hay demasiados puntos de giro, sino una serie de momentos de autorrealización y reafirmación en su periplo, que tiene un (falso) paralelismo atroz con la vida de Vivienne Westwood y el nacimiento del punk, aunque la película nunca atiende al verdadero sustrato cultural que provocó el surgimiento de esa forma de vida y lo reduce a una tienda y una torpe alegoría del cambio social que no tiene clara las motivaciones de los personajes que lo ejecutan.

Cine de retales

Los amigos de Cruella son en realidad compañeros dickensianos de la infancia a los que utiliza como los villanos utilizan a sus esbirros, pese a que sus andaduras son vestidas como una especie de lucha de clases sin fundamento, con una heroicidad basada en la fama, los titulares de periódico y la lógica del rey de la montaña. Todo en nombre de lo camp, del glamour, lo chic y la interesante guerra de trajes que pasa de por medio, en donde brilla lo único que puede salvarse de la película, el vestuario de Jenny Beavan, que parece tener más sentido narrativo que el propio director.

Cruella 13

La dinámica se torna repetitiva, los conflictos no evolucionan y las secuencias se van acomodando a los clichés que una historia bajo esta plantilla se supone que deben tener. Así tenemos a los amigos amagando con renunciar a ayudar a Cruella sin que verdaderamente ocurra nada particularmente distinto a lo que haya hecho antes, o la propia Estella teniendo un “momento Anakin” en su moto, con un discurso dramático en clave Scarlett O'Hara, sin un motivo de peso que lleve a ese momento, más que la sospecha de que hacía falta una escena para que Stone justifique es ahora es una actriz con Óscar.

Y es que Stone está a medio gas desde el principio y parece que solo disfruta en los momentos en los que puede desfilar como ‘Cruella’ como en un espectáculo de Cabaret. Lógico cuando la película solo juega a plantar escena sobre escena sin una transformación convincente que hace que se haga tremendamente tediosa en sus intratables dos horas y 17 minutos. Gillespie tiene claro a dónde quiere llegar pero no tiene la más remota idea de cómo hacerlo y parece que en el camino se dedique a agitar todo muy fuerte para que no se note que la villanización de Estella es más una humanización de Cruella y todo se resume en un número con ‘I Wanna be Your Dog’ en el que “parece” que ha matado a los perros de su jefa.

Criminalización genética para todos los públicos

Por supuesto que ‘Cruella’ no se atreve a llegar hasta allí, sin embargo sí que deja unas migas de pan para unir su conclusión con el destino de los 101 dálmatas –a los que da un involuntariamente gracioso origen incestuoso– con lo que realmente, al final sí parece que sea malvada. Aunque no sabemos por qué, ya que durante las dos horas anteriores hemos visto un cuento con espíritu de Sherwood y otra villana a la que derrocar. Sin embargo, la explicación desde el prólogo es que Cruella es pérfida de nacimiento, por lo que su pelo es blanco y negro, o viceversa.

Thomson

No porque sufriera bullying por su pelo. No. La crueldad ya venía de fábrica. Y es que resulta que en este universo Disney domina la evolución Lamarckista y entienden la genética como el autor. O lo que es lo mismo, proponen que la maldad es hereditaria, en una lógica de fantasía peligrosa y retrógrada que el público infantil puede tomar como algo real, y que siguen pensamientos no tan antiguos como los de autores de “el gen rojo”. Al menos ‘Joker’ dejaba claro que el asesino se hacía y no nacía, y la condición de la risa floja no era el verdadero motivo del narcisismo del personaje.

Claro que en ‘Cruella’ no hay ninguna mala intención, tan solo es otra muestra más de la pereza con la que se mueve el proyecto y trata de ir llenando los huecos de lo que quiere proyectar el departamento de marketing con una suerte de historia que hay que contar de alguna forma. Dicho esto, la narración se mueve a trompicones y no hay rastro del director eficiente y con ideas de ‘Yo, Tonya’, ni pizca de su mordacidad, ni una sola frase con ingenio. La puesta en escena es vaga y limitada, da la impresión de ser más ruda que muchas series y la ambientación de época es paupérrima.

Anarkía y birra fría en Disneylandia

Puede que los 200 millones de presupuesto se hayan gastado en canciones, puesto que el uso de clásicos es indiscriminado y probablemente lo peor de la película. Los temas aparecen encadenados como longanizas, sin una edición que tenga en cuenta el propio ritmo de la música ni lo que pasa en la pantalla o que acompañe la épica que representa, por ejemplo ‘These Boots Are Made for Walkin' para ir a comprar el pan. Desde Talking Heads a Blondie, el uso de sus hits es absolutamente funcional y arbitrario, tanto que a mitad de la película comienza a agotar y en el momento de ‘Should i Stay or Should I Go’ resulta bochornoso.

Punk3

La monotonía y el qué-hago-yo-aquí se acumulan con una trama que parece que quiere encajar hasta los travellings, porque se supone que tiene que hacerlo. Uno de los planos secuencia de la película es tan torpe, atropellado y gratuito que hace parecer a ‘Cruella’ una película que quiere parecerse a una película, una que ante todo necesita ser primero la encarnación de una idea-propósito para encajar un nombre de franquicia en la superficie del entretenimiento de héroes y villanos actual.

Las razones para transformar al personaje no cuadran, el juego de antiheroína y villana vive un conflicto interno y acaba sin haber definido claramente a la heredera, en un juego de enfrentamiento que convierte a la ‘Catwoman’ de Pitof en un artefacto kitsch provocador con más autoconsciencia y atrevimiento. ‘Cruella’ se escuda en su rollito anarquía en UK, otro repelente facsímil de la moda punk en Stradivarius, contando la historia de una revolución y una generación que se come a la anterior como la de una que trata de convertirse exactamente en lo mismo que la antigua, pero siendo aún más despiadada y miserable que aquella.

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