'Atlantic Crossing': un sólido drama histórico en Movistar+ que no termina de alcanzar todo su potencial

'Atlantic Crossing': un sólido drama histórico en Movistar+ que no termina de alcanzar todo su potencial

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Atlantic Crossing Cartel 1

Con la estatuilla de mejor serie dramática en los pasados Emmy Internacionales, llega a Movistar+ 'Atlantic Crossing', una miniserie que relata a lo largo de ocho episodios la amistad (o algo más) entre Marta de Noruega y Franklin Roosevelt y el papel de ésta en la participación de Estados Unidos en la Segunda guerra mundial.

Sofia Helin como la princesa, esposa del príncipe Olaf de Noruega (Tobias Santelmann) y Kyle MacLachlan ('Twin Peaks') como el presidente estadounidense encabezan la producción que tiene, precisamente en este punto, lo que menos interesa. O por lo menos no tanto como para malgastar el tiempo en conversaciones repetitivas.

En cierto sentido, cuando cruza el charco, 'Atlantic Crossing' pierde enteros, estando lo más interesante y sólido en la guerra en Escandinavia. Quizás porque es refrescante ver una historia de la Segunda Guerra Mundial que aleje el foco de los países de siempre. Aquí es donde encontramos los mejores momentos de la miniserie.

Así, nos movemos entre una Noruega (repleta de acero) que pierde su neutralidad al verse invadida por Alemania y una Suecia que si bien es neutral le hace guiños a Hitler. Y, en medio, una familia real que tiene que tomar decisiones dolorosas en las que poner en la balanza la corona, el país, el pueblo, la familia y ver cual es el escenario menos malo.

Entre el drama de época y ¿el histórico?

Eso sí, no esperemos un drama histórico concienzudamente documentado —y de hecho medios noruegos han protestado al respecto— ya que los guionistas abordan este episodio bélico con una clara idealización y evidentemente indulgentes con los protagonistas de la ficción (sobre todo Roosevelt).

Eso sí, eso no quita para que no estemos ante un buen drama. Las primeras dos horas de la miniserie dan buena cuenta de ello (con esos primeros momentos de exilio) y procuran buenas escenas de tensión y algún que otro punto emotivo (es difícil no emocionarse al final del segundo episodio) pero, por lo general, se queda algo en la superficie.

El problema de 'Atlantic Crossing' viene por la indecisión de Alexander Eik y Janik Heen en torno a qué potenciar ya que en ninguno de los subgéneros que se dan la mano (histórico, bélico, de época, ¿romántico?) están especialmente inspirados. Incluso sus ganas de emocionarnos —esa cabecera con la Estatua de la Libertad llorando es toda una declaración de intenciones— se quedan cortas.

Lo cual es una pena porque luego tienen detalles llamativos como esa mezcolanza de idiomas (hay diálogos que mezclan con naturalidad sueco, noruego, danés e inglés), pero de nada vale si el resto no está a la altura de las expectativas.

En definitiva, 'Atlantic Crossing' se queda en un quiero y no puedo. Si bien como miniserie es bastante sólida e interesante, uno al verla no deja de tener la impresión de que no termina de despuntar.

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