'Outlander', para el que piensa que lo ha visto todo

'Outlander', para el que piensa que lo ha visto todo
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Curiosamente, en la cartelera española se han reunido dos películas con un punto de partida algo similar: un objeto extraterrestre llega a la Tierra y de su interior saldrán dos seres (uno “humano”, el otro no). Aunque en Estados Unidos aún no se ha estrenado (parece que lo hará en enero), ‘Outlander’ llegó a nuestros cines el pasado 28 de noviembre. Y aquí tenéis a alguien que esperaba esa ocasión para ver algo diferente, a pesar de todo. Para los que no sepan de qué va este film, os diré que se centra en la accidentada llegada de una nave alienígena a nuestro planeta, en el siglo VIII, en territorio vikingo.

Del interior de la nave salen dos seres, uno con forma humana, inteligente, y otro con forma de, digamos, monstruo, sin inteligencia, devorador de todo lo que se mueva. El individuo con forma humana, tras adquirir (¿habéis visto ‘Matrix’?) los conocimientos necesarios para sobrevivir en el planeta y comunicarse con los vikingos, se lanza a la caza y captura del bicharraco que ha traído con él, antes de que sea demasiado tarde.

Aliens y vikingos. Es imposible tomarse en serio esta producción escrita y dirigida por Howard McCain. McCain, entusiasmado con la historia de Beowulf, cambia a un dragón por una criatura del espacio exterior y al valeroso guerrero por una persona que viene de una civilización muy avanzada (especialmente comparada con la que había en el siglo octavo). Sin embargo, lo menos increíble, a la postre, es esta parte de ciencia ficción.

Como si el hecho de incluir extraterrestres o monstruos ya hubiera roto de forma inevitable la verosimilitud del relato, McCain se saca de la manga unos vikingos totalmente imposibles, protagonistas de todo tipo de situaciones a cual más ridícula. Bueno, en realidad, creo que la palma se la lleva esa especie de baile/carrera sobre los escudos. Pensé que tendría pesadillas después de contemplar dicha secuencia.

Resulta ya de lo más normal, pero no por ello menos molesto, encontrar personajes, diálogos, comportamientos y pensamientos absolutamente anacrónicos. No hay en esta ‘Outlander’ ni un solo vikingo que resulte creíble. Especialmente grave resulta el caso de la chica, interpretada por Sophia Miles, el típico personaje femenino que la actriz definiría como fuerte y adelantada a su tiempo. Y tanto, mujer, pero por un guión torpe, no por otra cosa. Sólo le falta reclamar elecciones democráticas, anunciar su candidatura a la presidencia y exigir el derecho de las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio y adoptar hijos. Destacar también la patética escena de lucha entre ella y su padre, encarnado por un John Hurt que debería seleccionar mejor sus papeles si no quiere acumular más manchas de la cuenta en su brillante currículum.

No ayuda tampoco en absoluto el desastroso personaje al que da vida el, por otro lado, estupendo actor Jim Caviezel. El suyo es uno de esos roles que parecen escritos sin ningún tipo de rigor, con comportamientos erráticos e incoherentes; por no hablar de que resulta imposible creerse que el tipo provenga de otro planeta (¿y a qué distancia de la Tierra?), por tanto, miembro de una civilización más avanzada que la nuestra actual (a pesar de esto no han inventado radares eficientes ni consideran que sea peligroso dejar sin protección un asentamiento civil). Por cierto, ojito a las tumbas alienígenas… y al estado de los cuerpos (¿regeneración celular?).

¿Sabéis ese tipo de películas que ves con alguien más y, una vez termina, podéis pasaros horas y horas recordando incoherencias y escenas malas? ‘Outlander’ es de esta clase. Perfecta para destriparla con los amigos. Una pérdida de tiempo para todo lo demás, sobre todo si vas al cine esperando algo realizado con un mínimo de calidad y seriedad. Howard McCain sólo quiere que un monstruo (un “gusiluz” sanguinario) se dedique a destrozar vikingos y que éstos, luego, salgan a buscarlo para partirlo en pedazos. Bicho digital muy bien hecho, mucha sangre, actores perdidos, puesta en escena televisiva, “homenajes” de todo tipo y un guión lamentable sin pies ni cabeza. 50 millones ha costado esta cosa. Menudo desperdicio.

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