‘El silencio de la ciudad blanca’ demuestra que un bestseller y un realizador en plena forma no siempre son suficientes

‘El silencio de la ciudad blanca’ demuestra que un bestseller y un realizador en plena forma no siempre son suficientes

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Silencio 2

No cabe duda de que el thriller español está en plenas facultades. No tenemos más que echar un vistazo a las últimas dos décadas para ver cómo el género no sólo ha proliferado, sino que ha alcanzado cotas de calidad excepcionales con títulos tan dispares como 'Enterrado', 'Secuestrados', 'Que Dios nos perdone', 'Tarde para la ira' o la que continúa siendo la gran referente entre sus homólogas, 'La isla mínima'.

De entre todos los directores que están coqueteando últimamente con este tipo de producciones —o que, directamente, se han afianzado en ellas—, destaca un Daniel Calparsoro cuya filmogafía reciente ha evolucionado de un modo irregular con trabajos como la estimable 'Cien años de perdón' o la descafeinada versión cinematográfica de de la novela homónima de Paul Pen, 'El aviso'.

Hubiese sido maravilloso poder concluir que la nueva adaptación literaria del director barcelonés se alinea más con el filme protagonizado por Luis Tosar que con el encabezado por Raúl Arévalo. Pero 'El silencio de la ciudad blanca', pese a destacar entre sus congéneres gracias a un músculo audiovisual digno de elogio, sufre los efectos de una narrativa deslavazada que desemboca en un progresivo desinterés.

Una de cal y otra de arena

No debería extrañar lo más mínimo que 'El silencio de la ciudad blanca' resulte notable en cuanto a forma se refiere. Calparsoro ha demostrado desde los inicios de su carrera una gran destreza como narrador de historias en imágenes, y en esta ocasión, aprovecha hasta la última gota de unos recursos visiblemente holgados y un diseño de producción tan acertado como inteligente.

De este modo, el largometraje ilustra los pasajes escritos por Eva García Sáenz de Urturi con un pulso y una pulcritud estética al nivel de los que el asesino en serie antagonista manifiesta en la puesta escena y el gusto por el detalle empleados en sus crímenes. Lástima que a nivel narrativo, este thriller patrio sea mucho menos meticuloso que el psicópata.

Y es que da la sensación de que la trama de investigación e incógnitas tan grandes como las revelaciones que se suceden en sus dilatados 110 minutos de metraje carece de los niveles adecuados de causalidad requeridos en relatos de este corte, sucediéndose —evidentes— giros dramáticos y cambios de rumbo de un modo un tanto atropellado e inconexo que pide a gritos algo más de pegamento entre secuencias.

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Flaco favor hacen unos diálogos que, con voluntad sobreexplicativa, pecan de obvios y literales, sonando demasiado artificiales al ser interpretados por un reparto en el que también reinan los claroscuros, con actuaciones simplemente aceptables como las de Belén Rueda y Javier Rey, a años luz del sólido trabajo de un Manolo Solo escalofriante.

Dentro del caos narrativo y del progresivo y camino hacia la desconexión que supone su irregular desarrollo, 'El silencio de la ciudad blanca' satisfará —sin alardes— a quienes busquen un reflejo del thriller criminal norteamericano rodado en el idioma de Cervantes, pero será complicado que su potente forma logre maquillar con eficacia sus múltiples carencias.

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