Tras 20 años en la nevera y 65 millones de dólares gastados, esperaba que el proyecto soñado de Robert Rodríguez con Ben Affleck fuese algo diferente a lo que he encontrado en 'Hypnotic'

Tras 20 años en la nevera y 65 millones de dólares gastados, esperaba que el proyecto soñado de Robert Rodríguez con Ben Affleck fuese algo diferente a lo que he encontrado en 'Hypnotic'

Un thriller policiaco con toque sobrenatural que recuerda no poco al cine de Christopher Nolan

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Adoro a Robert Rodríguez. He de confesar que, desde que empecé a interesarme por el cine como algo más que un espectador, he aprendido muchísimo más con su libro 'Rebel without a crew' y con los geniales extras de ese pequeño milagro titulado 'El mariachi' que en años de formación; y es que el texano es el vivo ejemplo de ese dicho que afirma que el hambre —o la falta de recursos en este caso— agudiza el ingenio.

Pero más allá de por su innegable talento para exprimir sus valores de producción, el cineasta siempre me ha cautivado por sus habituales señas de identidad como ese realizador "outsider", cachondo y autoconsciente cuando el trabajo se lo permite; ya sea moviéndose entre presupuestos ínfimos o en grandes producciones como una 'Alita' en la que demostró los buenos resultados que puede ofrecer con una buena millonada en el bolsillo.

Es por esto que me ha sorprendido mucho, y no precisamente para bien, que su colaboración con Ben Affleck en su ansiada 'Hypnotic' haya terminado descarrilando del modo en que lo ha hecho. El espíritu y las buenas intenciones de Rodríguez parecen haberse perdido entre presupuestos medios —pero tal vez no lo suficientemente holgados—, excesos de gravedad y tramas enrevesadas en una especie de serie B de 65 millones de dólares —si es que eso es siquiera posible— con ínfulas nolanianas.

Oficio, pero no beneficio

No voy a negar que 'Hypnotic' parte de una premisa harto interesante que encierra un potencial tremendo en su mezcla de policiaco y fantástico y su misterio en torno a detectives traumatizados y personas con habilidades sobrenaturales. De hecho, encuentro totalmente comprensible que Robert Rodríguez considerase esta historia como una de sus favoritas, pero tras más de 20 años de espera hasta materializarla en un largometraje, su solidez narrativa ha terminado siendo mucho inferior a la deseable.

El primer acto de la película juega a las mil maravillas con la intriga y el desconcierto, invitando a continuar pegado a la pantalla con interés esperando respuestas al absoluto desmadre —en el mejor sentido de la palabra— que recoge una setpiece inicial ejecutada con brío y que culmina con un gran detonante que abre la puerta a dos tercios posteriores con madera de bombazo.

Por desgracia, a partir de la primera gran revelación, la cinta comienza a tambalearse como si de un edificio con una estructura mucho más sólida en sus pisos superiores que en los cimientos se tratase. Las rimbombantes vueltas de tuerca, los giros a priori inexplicables y la necesidad de abusar de la exposición oral para dar sentido a los devenires argumentales exigen hacer demasiadas concesiones y provocan que el interés decaiga progresivamente hasta llegar a un clímax que, si soy sincero, no sé si tiene el menor sentido.

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A nivel formal, pese al notable trabajo de planificación de un Rodríguez que sigue sabiendo muy bien cómo mover la cámara y capturar la acción, 'Hypnotic' tampoco da la talla. Por algún motivo, los 65 millones de presupuesto y el potencial de la Sony Venice con la que se ha rodado no lucen como deberían en pantalla —el grading y el diseño de producción algo descafeinado tampoco ayudan demasiado—, teniendo el empaque de un direct to video de antaño con algún que otro momento con un extra de lucidez.

Finalmente, es el oficio de Alice Braga, de un Affleck que no suele defraudar y a quien da gusto ver en producciones de este corte, y de un William Fichtner con el piloto automático casi interpretándose a sí mismo, lo que termina salvando los platos en última instancia de lo que parece ser uno de esos casos de exceso de ambición en los que, esta vez sí, tal vez hubiese venido bien un poco más de músculo logístico y económico. Por suerte, con el bueno de Robert siempre se aprende algo.

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