De vez en cuando me trago en televisión, cambiando de canal, alguna que otra película de esas que gozan de un prestigio que jamás he comprendido, y que con el paso de los años, en lugar de hacerme cambiar de opinión, su visionado no hace sino reafirmarla. Es de esas películas sobre las que no me resisto a dejar mi sincera opinión en blogdecine, y que me aseguran algunas conversaciones fructíferas con los lectores, pero también innumerables reacciones virulentas. No sé si este será el caso, pero si para algo me siento delante del ordenador todos los días es para decir lo que pienso, con sensatez y deseo de promover el debate.
Con ‘Los intocables de Eliot Ness’, por tanto, me sucede como con ‘Alatriste’ o ‘Promesas del este’, no me cabe en la cabeza cómo diantre puede existir tanta gente (sobre todo la segunda, también es verdad) que las considere estupendas, incluso excepcionales. Las veo varias veces, preguntándome qué es lo que no soy capaz de apreciar, sintiéndome un verdadero idiota. Y nada, me sigue pareciendo que aunque son grandes oportunidades de lucimiento para su director, y aunque contienen varios y evidentes valores, todos ellos coexisten por separado, sin formar una verdadera unidad, y, lo más importante, sin elevarse de una superficialidad abrumadora.
Vaya por delante que De Palma es uno de esos directores a los que, si bien soy capaz de aceptar que su carrera ha resultado mucho menos apasionante de lo que podría haber llegado a ser, me parece uno de los realizadores más grandes de su generación. Así, tal cual. Y por realizador quiero decir dueño de una capacidad audiovisual muy, pero muy por encima de la media. De Palma es un maestro no sólo de la planificación entendida esta como composición de los planos y del continuo temporal de los mismos, sino a la hora de crear un mosaico visual y sonoro de gran fuerza y complejidad. En esto no tiene nada que envidiar a Scorsese, por ejemplo. Sin embargo, en casi todo lo demás, percibimos a un gran autor incapaz de ofrecer la mínima coherencia, de establecer un tono, de dirigir a los actores con solidez.
Para algunos ‘Los intocables’ es una de sus mejores películas. No es mi caso. Recuerdo haberla visto en la niñez y haberme enamorado de ella. En mi primera cinefilia recordaba la famosa escena de las escaleras (como todos sabemos, homenaje a cierta película rusa…), la muerte de Malone, la música de Morricone, como detalles sueltos de un gran filme. Pero uno va evolucionando (más le vale) en su criterio, y ya dejé de ponerla en el mismo listón de ‘Goodfellas’ (que ví poco después y que aún hoy me parece excepcional) o que la propia ‘Carlito’s Way’ (muy superior a esta, y quizá la gran obra maestra de su director). Ahora mismo no me parece mucho mejor que la muy menor, y trivial, ‘American Gangster’. Pero soy capaz de saber apreciar sus grandes valores de producción, su gran fotografía, la espectacular música de Morricone, la buena interpretación de Connery, alguna secuencia resulta con magisterio. Pero todo esto no hace una buena película.
Y es que este film negro lo tenía todo para triunfar. Al gran esfuerzo de producción se unía un reparto estelar, con dos secundarios de la categoría del propio Connery y De Niro, y con el guaperas Costner en plan gran chico americano. Y el guión es obra nada menos que de David Mamet, según algunos (yo no, tengo que decirlo) uno de de los mejores guionistas del mundo. Pero la verdad es que todo queda en algo muy menor. Ni el guión, ni la dirección, ni el resultado global final son dignos de una gran película. La legendaria historia de la ley seca que tuvo como protagonista al gángster más famoso de cuantos han existido parece aquí aguada, infantilizada casi. No sabe uno si está ante un homenaje al género o, más bien, ante una obra bufa, con un pésimo (sí, pésimo) Robert DeNiro, que ya por entonces iniciaba un sorprendente declive en su carrera.
Resulta cómico el gran De Niro en su caracterización, la verdad, más aún cuando quiere parecer violento o terrible. Sin duda la intención del actor y del director era añadir un carácter bufonesco que le hiciera aún más terrible. A mi parecer fracasaron. La famosa secuencia del bate de béisbol resulta ridícula, incapaz de provocar la menor tensión, y es tan exagerada, que en lugar de violenta termina siendo cómica. Pero es que De Niro no tiene prácticamente nada a qué agarrarse, más allá de su nueva transformación, ganando una vez más muchos kilos para una caracterización muy inferior en densidad y contundencia a la arrolladora de ‘Raging Bull’. Y ya se sabe, con un mal villano, una película sobre la lucha entre el bien (la ley) y el mal (los malvados vendedores de alcohol), no podía funcionar.
Con un Costner más soso imposible, nos quedaba el maravilloso Sean Connery, en uno de esos papeles que los amantes del buen cine y de este intérprete (creo que ambos grupos se complementan) siempre recuerdan con gran placer. Y está estupendo el hombre, aunque tampoco él, en su papel de policía honesto hasta las cachas, tiene mucho donde agarrarse, y ha de recurrir a todo su encanto, y a su irresistible presencia, para hacer olvidar al público sus diálogos mecánicos y la escasa enjundia de un personaje que si llega a ser interpretado por otro de ninguna manera habría provocado tanta admiración. Pero es lo que tienen algunos actores. En el fondo da igual la endeblez del guión que les entreguen, ellos lo dan todo.
Porque endeble es un guión que parece escrito por un principiante más preocupado por el impacto que por la coherencia, por los lugares comunes que por la construcción de un drama serio y potente. Es lamentable tener que escribir esto, sobre todo con gente de gran talento metida dentro de una superproducción de este calibre, pero lo que a lo mejor hace un par de décadas era estupendo, ahora se queda en banal, y es que el tiempo es inmisericorde, y acaba destapando las penurias de muchas realizaciones que podrían haber sido grandes películas, y sobre todo, intemporales. Y sin embargo esta propuesta es descaradamente comercial, sin el menor riesgo o interés estético, a medio camino entre una anquilosada repetición de viejos trucos del género, y una ironía muy mal asumida en el relato.
Ya digo, una oportunidad desaprovechada. Y ahora dicen que preparan una precuela. En fin. Tengo que dejar de perder el tiempo, y hablar sobre cosas importantes. Por ejemplo, la siguiente entrega de ‘El Padrino, parte II’.
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