'El mochilero del hacha': la apasionante historia de Kai evita la reflexión y se convierte en uno de los true crimes de Netflix más decepcionantes

'El mochilero del hacha': la apasionante historia de Kai evita la reflexión y se convierte en uno de los true crimes de Netflix más decepcionantes

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Kai 2

Hace diez años, un fenómeno viral saltó a YouTube. Fue tal el éxito del vídeo que actualmente acumula más de 8 millones de visitas (sin tener en cuenta remixes, memes y parodias varias). En él, un autoestopista que acababa de salvar a una muchacha del intento de agresión por parte del conductor a base de hachazo limpio consiguió que todo Estados Unidos conociera la frase "Smash! Smash! Su-mash!".

A partir de entonces, llegó una fama carroñera que él no quería y que acabó, tres meses después, con sus huesos en la cárcel y acusado de asesinato. 'El mochilero del hacha' podría indagar y analizar qué es lo que pasó, pero en su lugar decide tomar el peor camino posible en un true crime: creer y seguir a pies juntillas la versión oficial.

True Kai

En los primeros compases del documental crees que sabes a dónde va a ir a parar, porque no está mal encaminado: el reportero que le descubrió habla sobre cómo Kai se convirtió en un fenómeno y prácticamente le obligaron a aparecer en Jimmy Kimmel (casi, de hecho, a protagonizar su propio reality), aunque el autoestopista lo único que quería era drogarse en la playa y ser un alma libre. "Vale", piensas, "este es un relato sobre cómo la fama online y la presión de los medios de comunicación no son fáciles de asimilar para alguien que ni siquiera se ha planteado ser famoso". Pero no.

Después, la trama da un giro para hablar de la distancia que Kai tiene con su familia y cómo vagar por las calles pidiendo alcohol a cambio de repetir "su" frase y un selfie le convirtió en un individuo irascible e impredecible. "Vale", te das cuenta en ese momento, "realmente el documental trata sobre la romantización de la fama y cómo los memes duran cinco minutos en Internet pero pueden arruinar una vida al completo". Pero tampoco.

Kai

El problema de 'El mochilero del hacha' es que no tiene una tesis ni quiere contar nada en particular. Es más, su retrato de Kai como alguien violento e imprudente es solo una preparación para después disfrutar y recrearse en la morbosidad del asesinato que supuestamente cometió. El problema es que el retrato patético que el documental ha hecho de su personaje principal intenta servir como excusa para no indagar en las causas que pudieron llevar a una persona que proclamaba frases de amor y amistad a asesinar a un señor de 73 años. Y es francamente decepcionante.

Cobra Kai

La labor de un true crime no es simplemente exponer unos hechos que cualquiera puede leer en Wikipedia: debe indagar más allá, sacar conclusiones, lanzar varias versiones de lo sucedido, tratar de explicarlo. Pero en 'El mochilero del hacha' no están por la labor ni siquiera de hablar con Kai para que cuente lo que ha vivido: la burla y el recochineo hacia él a lo largo del metraje es tal que cuando llegan al final, creen que basta con la versión oficial, un par de testimonios de los vecinos de la víctima y cerrar persiana.

Kai 3

Por suerte, una gran parte de los espectadores no se ha creído la torticera versión de Netflix y han hecho en redes sociales el trabajo que debería haber hecho el equipo del documental: buscar los porqués, los quiénes y los cómos de este caso. No deja de ser sorprendente que quienes nos trajeron 'Making a murderer' colaboren con una versión oficial repleta de verdades a medias en la que quedan más preguntas que certezas, empezando por el mismo motivo del asesinato, que queda borroso y en el terreno de lo gris, creyendo que lo inexplicable sirve como motivación.

Y es una pena, porque hasta su giro final todas las cartas parecen alineadas para dar un giro en contra de la carnaza de los medios y de la presión por la fama online y a favor de la autenticidad de una persona cuyo mayor pecado (hasta el asesinato, al menos) fue vivir en los márgenes de una sociedad estadounidense tan centrada en el éxito a toda costa que es capaz de pervertirlo todo hasta límites inimaginables.

Periodismo, guiño, guiño

La necesidad de sacar un nuevo true crime todas las semanas, cuanto más truculento mejor, hace que la calidad de los mismos esté bajando en picado. Siguen dando audiencia a muy poco coste, sí, pero por cada 'La chica de la foto' o 'A los gatos ni tocarlos' tenemos veinte documentales donde seis entrevistas y seguir el informe policial evita que los documentalistas tomen riesgos de ningún tipo a la hora de marcar conclusiones. En 'El mochilero del hacha' tenemos una simple exposición de hechos que en lugar de ser un trabajo periodístico se conforma con hacer el mínimo, una copia de Wikipedia con tus propias palabras para que el profesor te ponga un cinco pelado.

'El mochilero del hacha' es el fondo del barril de los true crimes, de donde ya no se puede rascar más, condenando mediáticamente a un chaval que desde el principio se muestra contrario a todo lo que no sea vivir su vida con absoluta libertad. Netflix se equivoca no dando voz a Kai para contar su versión de los hechos, y en su lugar narrar la historia de boca del periodista que le encontró y que movió tierra y aire para conseguir una entrevista exclusiva con él con la única intención de medrar en su carrera a costa de la integridad del mochilero en cuestión.

Los documentales sobre asesinatos y crímenes reales son (o deberían ser) algo más que un reducto televisivo para el morbo: hablan de la sociedad que somos, de la glorificación de la violencia, la fama efímera, el tratamiento de la salud mental o un injusto sistema judicial. Lo que no puede, bajo ningún concepto, es convertirse en el tren de la bruja, un recorrido por el acta de un crimen como simple asustaviejas sin ningún tipo de trasfondo. Pero mientras sigan teniendo audiencia, la degradación del formato, tristemente, continuará.

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