'Sexykiller, morirás por ella', homenaje al olvido

'Sexykiller, morirás por ella', homenaje al olvido
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Si fuese sincero conmigo mismo, no escribiría una crítica de esta película. Entre otras cosas porque no me aportó nada. Y hablo en pasado porque tal y como se ve, se olvida. Eso es para quien escribe 'Sexykiller'. Entiendo que la culpa es mía, que mi error no es ir al cine con la mente vacía, y no esperar nada a cambio (como bien hizo Adrián Massanet durante el pase que compartimos con más conocidos y una colección de jóvenes participantes de una promoción de Tuenti que se fotografiaron con Macarena Gómez). Mi autoengaño me hace creer que toda película debe aportar algo y se la debe exigir por la simple razón de pasar por taquilla (antes, que los tiempos cambian y me da que ésta va para el Top Manta, lo cual es un punto a su favor). Pero no es cierto, si como parece, el cóctel de homenajes al cine de terror y asesinos en serie, que en el fondo no es más que una comedia, provoca en el espectador lo que va buscando, simple entretenimiento (aburrimiento en mi caso).

Somos tercos los españoles a la hora de copiar. En vez de resaltar nuestras virtudes, que las hay aunque parezca mentira, en cuestiones de cine tiramos por la calle de en medio, y cogemos y adaptamos los éxitos de películas adolescentes americanas, con toque cañí, y a la cartelera a ver si hay suerte. Como los espectadores de hoy en día, sólo valoran lo bien o mal que se lo pasen, y que si durante el rodaje hay buen rollo, entonces no hay motivos para creer que estamos ante una película sin sustancia, de sesión doble de las de antes, en la que se van sucediendo cosas cada vez más inverosímiles.

Pero sigo volviendo a lo mismo, que el problema con esta película puede que sea mío, aunque lo acepte a regañadientes. Sin embargo, mientras con otras películas españolas exigimos un nivel, con productos ligeros bajamos la guardia y ese no es el caso. Por lo pronto, la sensación mientras uno ve la película, es que Paco Cabezas se lo ha pasado en grande escribiendo el guión, mezclando en su coctelera, homenajes a esa parte del cine que tanto le gusta: el primer Sam Raimi, George A. Romero (con un divertido guiño en forma de chiste), Tarantino, Robert Rodriguez (con un giro en la película parecido al de 'Abierto hasta el amanecer' que le deja a uno alucinando (término negativo) en la butaca)..., algo que se saborea con gusto en su corto 'Carne de neón', mezcla de Tarantino y Guy Ritchie, más de este último. Y entiendo la mala lecha de Paco Cabezas, al dar al espectador lo que quiere, sin reírse de él, si quieres hamburguesa, toma Mc Donald. Un delirio, que extrañamente, da el único juego de comentar algún que otro chiste negro.

De Miguel Martí, dados los antecedentes, poco había que esperar. A Macarena Gómez se la nota cómoda en el papel, no siempre alguien se va a limitar a papeles dramáticos, aunque termina cansando, pese a que logra junto a César Camino, quien sale de pie tras la experiencia, y con quien consigue lo único salvable de la película, la parte de sainete de 'Sexykiller', justo la que no tiene el humor fácil que le gusta digerir a nuestros jóvenes aficionados. Y entre las virtudes, un Alejo Sauras, para mi sorpresa, que sobrevive haciendo un papel en el que se ríe de sí mismo, quizás sea por eso, pese al encasillamiento en el que le han metido, y a sus limitaciones (de Paco León no hablo porque hace de Paco León, cuanto juego le sacan los actores de televisión a interpretar el papel con el cliché que el espectador tiene en su cabeza).

Tras el tiempo perdido en escribir esta reflexión en voz alta, la exigencia al nivel de la película (lo cual es un debe a mi cuenta), tengo claro lo que pasará por la cabeza de esos productores que quieren levantar un proyecto con la cantidad de ayudas y apoyos que ha tenido Sexykiller. Sentados delante de esos inversores, vendiéndoles la idea de coger una película de terror americana para jóvenes, cuanto más mala mejor, transformarla en española, es decir, de miedo nada, mejor comedia con sangre, jugar con el lívido de los jóvenes, que se vean tetas cuanto antes mejor, con alguna que otra escena de cama, más litros de sangre, reírse de todo y con nosotros, cultuta pop, coger un director que haga digerible el producto, que no potable, actores televisivos que llamen la atención, y para fuera, esperando que las masas vayan en procesión a las salas (que bien explicaba este proceso Robert Altman en 'The Player'). Lo malo es que si funciona, se reivindicará este tipo de obras para salvar comercialmente al cine español de cualquier año horrible en el que se proyecte, y lo que es aún peor, que se atrevan con una segunda parte. Aunque, claro, como he comentado al principio, el problema es mío. Tendré que mirármelo.

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