El tropo 'Bury Your Gays' les arrebató a las personas queer el derecho a tener un final feliz y convirtió la representación LGTBIQ+ en una tragedia sistemática

El tropo 'Bury Your Gays' les arrebató a las personas queer el derecho a tener un final feliz y convirtió la representación LGTBIQ+ en una tragedia sistemática

Pero hay lugar para la esperanza

12 comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail
'Killing Eve'
belen-prieto

Belén Prieto

Editora

Durante muchos años, prácticamente desde que existe el cine como tal, las personas LGTBIQ+ nos hemos tenido que conformar con las migajas en cuanto a representación se refiere y cuando por fin parece que empezamos a tener nuestras propias historias en pantalla, se las termina condenando a un final abrupto y muy doloroso. Muchas de ellas incluso terminan con la muerte del personaje en el que empezábamos a vernos reflejadas.

Han sido pocas las referencias que hemos tenido siempre y muchas veces no quedaba otra que aferrarse a los villanos más carismáticos o a los resquicios de personajes que no dejaban de calcar estereotipos. Porque la narrativa dominante no daba margen a otra posibilidad a lo queer que no fuera la muerte, un castigo, la soledad o incluso desaparecer sin explicación. Pocas veces se nos ha concedido la posibilidad de ser felices en pantalla hasta los créditos finales.

Y cuando se repite de forma sistemática, termina siendo un tropo narrativo que tiene nombre y que está profundamente arraigado en la cultura audiovisual occidental. "Bury Your Gays" (que significa literalmente "entierra a tus gays") es un mecanismo que tiene un funcionamiento muy simple: sitúa en pantalla a un personaje LGTBIQ+, ya sea como un secundarios con carisma o como el interés romántico de otro personaje, y antes o después acaba muriendo o se le elimina de la historia. Su existencia es una herramienta de la narrativa que provoca dolor en el espectador y que no deja espacio para la esperanza.

Puede parecer que esto es un recurso narrativo más y nadie dice que no se pueda utiliza, pero cuando te repiten hasta la saciedad que hay que pagar un precio muy alto por ser tú mismo, terminas cansándote. Especialmente porque, al igual que el resto, también las personas queer buscamos en la pantalla un reflejo de nuestra realidad y, por qué no decirlo también, una vía de escape a la misma. Y también merecemos un final feliz.

Escribiendo desde la censura

'Philadelphia'

El origen de este tropo narrativo se remonta a los años del Código Hays, una estricta regulación que, entre 1934 y 1968, marcó qué se podía mostrar (y qué no) en el cine estadounidense. Bajo esta normativa, la homosexualidad era clasificada como “indeseable” y, por tanto, solo podía aparecer en pantalla si era castigada o asociada al crimen, la locura o la muerte. Por eso, la representación queer terminó convirtiéndose en algo que necesitaba ser trágico para existir.

Cuando el Código fue abolido, muchas de esas inercias narrativas se mantuvieron y aunque ya no había una censura oficial, el guion seguía dictando el mismo destino para los personajes queer, que debían pagar un precio por serlo. De forma consciente o no, guionistas, productores y estudios continuaron alimentando esta tendencia, disfrazándolo a veces de realismo, otras de tragedia romántica, pero perpetuando el mismo mensaje.

Ejemplos de este tropo hay a montones. En 'Philadelphia', Tom Hanks interpreta a un hombre gay con VIH que muere al final; y en 'Brokeback Mountain', el personaje de Heath Ledger se queda solo y atormentado por la pérdida de su amante, que es brutalmente asesinado. Y en televisión tampoco se quedan atrás, con casos tan sonados como el de Lexa en 'The 100', que también fue asesinada; u otras series como 'Buffy, cazavampiros', 'Orange is the New Black' o 'Killing Eve', en las que los personajes LGTBIQ+ se sacrificaban por la narrativa, sin permitirles llegar siquiera a cerrar su arco emocional.

Un daño simbólico y estructural

'The 100'

Estas decisiones narrativas no solo afectan a los personajes que aparecen en pantalla. También a quienes crecen sin referentes o viendo cómo lo que se cuenta terminará siempre mal por escapar de la heteronorma.

Las historias moldean la realidad y, durante décadas, la ficción ha reforzado la idea de que el deseo, el amor o la identidad queer son, en última instancia, incompatibles con la felicidad. Que estamos destinados a sufrir y que que somos secundarios en las historias de otros. Que nuestra existencia solo tiene sentido si termina de forma trágica.

Sin embargo, también hay hueco para que entre la luz, porque aunque este tropo aún persiste, empieza a haber muchas ficciones que reman a favor de que cambie la situación. Series como 'Heartstopper', Our Flag Means Death, 'Schitt’s Creek' o 'The Owl House' han apostado por mostrar relaciones queer sin castigarlas, sin que haya traumas de por medio, y sobre todo: sin necesidad de justificar su existencia a través del sufrimiento. Los personajes LGTBIQ+ comienzan a tener espacio para ser felices.

Es cierto que este cambio no es absoluto ni irreversible, y que muchas historias queer siguen siendo canceladas prematuramente, tratadas como contenido de nicho o forzadas a transitar caminos de tragedia. Pero nadie dijo que el camino fuera fácil y aunque siga siendo una excepción en la norma, hay que celebrar que siga llegando una representación positiva.

Reivindicar nuestra existencia en la ficción no es un capricho. Es una forma de resistencia cultural. Porque al igual que cualquier otra, las historias LGTBIQ+ también merecen tener un final feliz y esperanzador.

En Espinof | Cómo Space Jam' se quedó sin uno de sus protagonistas. "Era demasiado gay para hacerla"

En Espinof | Will Ferrell se planta ante la transfobia y no entiende dónde está la supuesta amenaza: "¿Qué más te da si alguien es feliz?"

Inicio
×

Utilizamos cookies de terceros para generar estadísticas de audiencia y mostrar publicidad personalizada analizando tu navegación. Si sigues navegando estarás aceptando su uso. Más información