'Águila Roja', la resistencia del héroe

'Águila Roja', la resistencia del héroe
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Ayer terminó la cuarta temporada de ‘Águila Roja’, una ficción que sigue siendo líder de audiencia y que a pesar de un inicio un tanto suave en cuanto a cifras, capítulo a capítulo ha ido consolidando el número de seguidores y ha conseguido datos de los que ya no se ven, llegando al 30%. Recordemos que esta temporada ha sido un tanto atípica en su desarrollo, pues retomaba la acción desde la segunda parte de la tercera temporada y, sin transición, ha enlazado con la cuarta; por lo que ha tenido 17 capítulos en lugar de los 13 que suelen ser habituales. También ha sido la temporada en la que ha cambiado el día de emisión, y el hecho de que haya pasado al lunes no le ha afectado lo más mínimo.

Águila Roja’ sigue en plena forma, y, en muchos aspectos, sigue siendo una serie revelación. En su momento, su propuesta supuso un doble reto. Muchos pensaban que Globomedia pincharía con una serie totalmente distinta a lo que hasta entonces se había hecho en España: las aventuras de un superhéroe, de ésos que protegen a los débiles de las tropelías de los poderosos, y, por si esto fuera poco: viviendo sus hazañas en el siglo de oro español. No sólo no se equivocaron sino que junto con ‘Amar en Tiempos Revueltos’ o ‘La Señora’ marcó el impulso definitivo de la moda por series históricas que aún está en auge (y lo que te rondaré) en la tele española.

Una historia de aventuras con pros y contras

El éxito de ‘Aguila Roja’ está determinado por muchos aspectos a favor. En primer lugar, la valentía de hacer una serie impensable en la ficción española. Es verdad que su presupuesto se sale de lo que una productora media puede invertir en su producto pero también es cierto que las cantidades están bien aprovechadas: unos escenarios espléndidos que reproducen con bastante verosimilitud los auténticos, hecho en el que ‘Toledo’, por ejemplo, todavía cojea; unas puestas en escena trepidantes y con dinamismo; unas coreografías de luchas muy logradas… Incluso cuando el lugar a recrear es sucio y destartalado, consiguen un “feísmo” de altura.

Otro aspecto a destacar es que en muchas ocasiones toman como referencia tramas del audiovisual que están en auge: la Marquesa enterrada (‘Buried’), el Santo Grial, (‘El Código Da Vinci’), una esfera de cristal con códigos númericos (‘Lost’)… Esto tiene un inconveniente y una virtud: para un espectador medio que realiza un consumo moderado de series y películas digamos en la tele y puntualmente en el cine, puede resultar de gran impacto, emocionante y original, pero para los que están al día en el tema de ficciones, los que siguen las series de estreno y se saben sus giros antes incluso de que se estrenen en España, puede resultar decepcionante.

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Las tramas verticales que se desarrollan en cada capítulo tienen altas dosis de intriga y misterio, suponen peligros incluso vitales y funcionan bien gracias al riesgo que viven los personajes, pero esto también tiene un reverso negativo. Tanta aventura vivida al extremo hace que, a menudo, estas tramas verticales casen mal con las horizontales: en ocasiones, lo que sucede en el capítulo es tan trascendente que resulta un poco ilógico que el capítulo posterior se inicie sin que los personajes vivan aún afectados por lo que les sucedió hace tan poco tiempo, como si hubieran perdido la memoria de un día para otro. Ejemplo: la Marquesa de Santillana se hace adicta al opio (pero muy, muy adicta) en el capítulo siguiente esto ya ha pasado y nadie se acuerda de lo que les hizo sufrir. A mi parecer, un peligro de este tipo de historias tan potentes es que acaban perdiendo credibilidad, por mucho riesgo que corran los personajes, todos aprendemos pronto que ninguno de ellos va a morir realmente, por lo que la próxima vez, los espectadores menos incautos no se dejarán atrapar por el supuesto peligro de la trama.

Aún así, sería injusto no destacar que la trama horizontal se ha mantenido desde el inicio de la serie, con la complejidad que ello conlleva para una ficción que no sabe cuánto tiempo perdurará en antena. La búsqueda de los orígenes y de la verdad de su nacimiento por parte de El Águila son uno de los motores de las intrigas y ha ayudado a introducir nuevos personajes y ramificaciones, por lo que la historia se va tejiendo y entrelazando de manera muy elaborada, con una trama que despierta todo el interés en la audiencia.

El lado oscuro

Uno de los grandes aciertos de la serie es haber sabido apostar por elementos lóbregos y un tanto malvados, haciendo de lo negativo, en muchas ocasiones, un prisma con varias caras. A nadie le extrañará que afirmemos que dos de los personajes más atractivos de ‘Águila Roja’ son el Comisario y la Marquesa que, más que malos, son envidiosos, hipócritas y egoístas, como cualquiera de nosotros.

Como hemos dicho un poco más arriba, el feísmo es una cualidad muy explotada en la serie. Se busca realismo e incluso naturalismo en las imágenes y no se excluyen elementos como heridas, dientes rotos, mordiscos de rata, disecciones de cadáveres… La serie logra un tono más adulto y más duro que se agradece en muchos momentos. Los giros de las tramas pueden ser crueles: desde despojar a una madre a su recién nacido, hasta preparar un atentado para un noble.

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Y no podemos olvidar un elemento que por fin ha explotado a lo largo de esta temporada: el incesto protagonizado por el Comisario e Irene que son marido y mujer y, a la vez, sin que ellos lo sepan, hermanos. Cuando saltó este elemento a la palestra me pareció muy valiente para una ficción española, pero después, cuando se jugó la carta de que no mantenían relaciones sexuales entre ellos me resultó un tanto tramposo. Ahora ha vuelto a salir a la luz y con más fuerza que nunca pues a la trama del peculiar matrimonio hay que añadir un niño fuera del matrimonio malogrado durante el embarazo.

¿Retrato de una época?

Los responsables de ‘Águila Roja’ siempre han defendido la idea de que ellos no tratan de hacer una serie histórica, por lo que no sería válido hablar de incorrecciones en cuanto a las referencias de la época. A todos, por ejemplo, nos ha llamado siempre la atención la figura del profesor y de cómo imparte clases a los chicos del barrio, sin saber muy bien quien está costeando su sueldo. De la misma forma, el alto número de personajes que saben leer o escribir o el uso de cierto vocabulario por parte de los personajes son licencias que aunque no casan con la época, cumplen su papel en la narración.

Aún así, sabemos que ‘Águila Roja’ se sitúa en el siglo XVII, durante el reinado de Felipe IV y que sí existen ciertos elementos que han sido tomados de la realidad y aunque moldeados a las necesidades de la ficción, suponen un referente histórico: la guerra con Portugal y las diferentes facciones dentro de la Corte, los problemas del rey para tener descendencia, la muerte de Felipe Próspero o el compromiso de la infanta Margarita con Leopoldo IV responden a esta característica.

Y aunque se ficcionen ciertas realidades y no podamos tomar como enseñanza histórica las peripecias de los personajes, sí se puede extraer cierto aprendizaje de los hechos que muestra ‘Águila Roja’: el trabajo de los médicos, qué sustancias naturales se usaban como medicinas, cómo era la actividad en un palacio, de qué manera se hacía política con los matrimonios o cómo funcionaban los hospicios o los sanatorios mentales.

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Referencias a la actualidad

No podemos olvidar que, a pesar de estar ambientada en el siglo XVII, en ‘Águila Roja’ se desarrollan conflictos de máxima actualidad para nuestra sociedad actual: el paro y la crisis (muy presentes en la figura de Cipri) o incluso la corrupción (la curia y la policía se unen para robar las arcas del rey y éste, de resultas, ha de subir los impuestos).

Pero, sin duda, uno de los capítulos más polémicos fue el que planteó el tema de la eutanasia. Los seguidores de la serie lo recordaréis, para los que no, un breve resumen: Águila Roja persigue a un envenenador, cuando por fin se enfrenta a él, resulta ser un fraile que ayudaba a morir a gente desesperada… El tema y el posicionamiento del héroe a favor de dejar con vida al presunto envenenador levantaron muchas voces airadas en contra de este comportamiento.

En relación a esto es curioso darse cuenta de que en ‘Águila Roja’ Gonzalo se comporta como un viajero en el tiempo. Defiende unos ideales del siglo XXI y choca con las personas que tiene alrededor. No cree en Dios ni en supersticiones, es pacifista, cree en la igualdad entre los hombres, ensalza culturas minoritarias como la oriental o la musulmana… Es la voz crítica en muchas de las actuaciones de los estamentos poderosos aunque, a veces, eso le hace parecer un Pepito Grillo un tanto blando.

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En fin, ‘Águila Roja’ ha cumplido otro ciclo y nadie puede decir que no haya sido con éxito. Al buen desarrollo de sus tramas hay que unir, como aliciente extra, la presencia de cameos de lujo de las manos de Lydia Bosch, Álvaro de Luna o Julia Gutiérrez Caba. Para la quinta temporada, se ha anunciado la presencia de Loles León. Pero no sólo con buenos actores se levanta una serie. A pesar de lo asentada que se encuentra, ‘Águila Roja’ deberá rendir al máximo en cuanto al desarrollo de sus aventuras, de sus sorpresas, de su alambicada trama horizontal… El hacha de la audiencia siempre está afilada y ni siquiera una ficción de éxito puede dormirse en los laureles.

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