'Hasta los huesos: Bones and All': la reunión de Luca Guadagnino y Timothée Chalamet es una sombría road movie generacional de amor adolescente caníbal

'Hasta los huesos: Bones and All': la reunión de Luca Guadagnino y Timothée Chalamet es una sombría road movie generacional de amor adolescente caníbal

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Bones And All

Hay muchas películas de viajes por carretera sobre adolescentes fugitivos asesinos, siguiendo la tradición de ‘Malas Tierras’ (Badlands, 1973) o ‘Asesinos Natos’ (Natural Born Killers, 1994), pero pocas que tengan como protagonistas a caníbales. Con ‘Hasta los huesos’ (Bones and all, 2022), que se estrena en cines el 25 de noviembre, Luca Guadagnino vuelve a tocar el cine de género tras ‘Suspiria’ (2018), aunque al mismo tiempo también se vuelve a aproximar al romance de ‘Call Me By Your Name’ (2017), incluso tocando el trasfondo queer de forma codificada.

No solo por la presencia de Timothée Chalamet en el reparto, sino por la sensibilidad desplegada a la hora de tratar una historia de amor en los márgenes, utilizando el cine fantástico como caleidoscopio del dilema de la clandestinidad. El director adapta una novela Young adult de Camille DeAngelis que se parece más a ‘Entrevista con el vampiro’ que a ‘Crepúsculo’, en su relato de autodescubrimiento adolescente sin remilgos en mostrar la realidad sangrienta de monstruos humanos.

Taylor Russell interpreta a Maren, una joven que se muda a un pequeño pueblo con su padre, Frank (André Holland), en el que no tiene muchos amigos, pero es invitada a una fiesta de pijamas y se escapa, pese a que su padre tiene las ventanas bien cerradas. Maren llega a la casa de sus amigas, en donde se pintan las uñas y chismorrean. Maren se acerca a una nueva compañera con intensidad, como si se fueran a besar, pero no puede evitar coger al dedo de la chica y morderlo como si fuera un pincho moruno.

American Cannibal

Un impacto temprano que indica que la película no tiene problema en ser explícita y nos muestra la naturaleza impulsiva de los caníbales de este universo, cambiando radicalmente de género en cuestión de un segundo, prácticamente a la vez que el mundo de Maren se desmorona ante sus ojos, no entiende qué ha pasado y debe emprender un viaje por carretera para encontrar a su madre e intentar comprender sus orígenes, lo que más o menos mantiene el pulso de la historia latiendo durante sus más de dos horas.

La base principal de lo que une ese principio con el final de la historia es una cinta de audio que le graba su padre para tratar de intentar explicarle su naturaleza primaria, un recurso muy interesante pero que acaba un poco desvirtuado por la facilidad con la que la adolescente encuentra ejemplos prácticos en donde mirarse a ella misma, con lo que los secretos en casete acaban siendo un tanto funcionales, nada que realmente tenga un efecto de impacto que cambie la película.

Sin embargo, la estructura de road movie facilita que el personaje se encuentre a varias personas como ella en el camino. Primero a un extraño hombre, Sully, interpretado por un soberbio Mark Rylance, para variar, que puede olerla a media milla de distancia y quiere educarla para que sepa sobrevivir, también encuentra a un hombre de Kentucky, Jake (Michael Stewart Stuhlbarg), y su amigo, Brad, nada menos que el director de la nueva trilogía de ‘HalloweenDavid Gordon Green. Una comunidad que nos va dando pistas y detalles sobre el arte del canibalismo, casi como si fuera una secuela de ‘Crudo’ (Grave, 2016)

Mustio

Llegado un momento conoce a Lee (Timothée Chalamet), un joven con el que siente una conexión inmediata ya que comparten el desarraigo familiar y social, con lo que comienza una aventura al estilo de la película de Terence Malick, que se ha llegado a comparar con ‘Los viajeros de la noche’, con la que tan solo comparte ciertos momentos de estética y ambientación puntuales. El tratamiento del canibalismo, sí es, por otra parte, parecido al del cine de vampiros, con algunos puntos en común con ‘El ansia’.

Amor de monstruo

Como aquella, la codificación queer de los chupasangres recupera la alegoría de Hollywood de la representación monstruosa, y ‘Hasta los huesos’ continúa con la tradición con su historia de iniciación ambientada en la era Reagan, dejando algunos apuntes de conexión con la actualidad, como ese clip televisivo de un joven Giuliani, que nos recuerda las dinámicas de poder de los 80 para todos aquellos que vivían fuera de un rígido espectro heterosexual.

La gramática visual de Guadagnino se queda a menudo ensimismada en su propia lírica, rompiendo a menudo su efecto embriagador, pese a que el contraste entre el horror, muy al estilo de Jack Ketchum, y el drama realista sacuda muy a menudo, faltan acentos en su historia, que resulta un tanto plana y predecible en sus momentos más cercanos al thriller, de manera que todo lo relativo al personaje de Rylance queda desdibujado, y lo que es peor, sus apariciones acaban resultando convenientes.

Rylance

Y es una pena, porque ‘Hasta los huesos’ está llena de momentos imponentes, de grandes microcapítulos y situaciones, como cierto reencuentro de Maren que incomoda a niveles solo vistos en ‘La carretera’ (2009), pero que en realidad nunca llegan a alcanzar el impacto de toda esa primera presentación de Sully. A ratos la historia se anestesia y la cámara disfruta siendo un catálogo de outlet vintage mustio con dos modelos muy guapos, hipnotizado por el peinado de Chalamet, buscando los paisajes como palanca para que su historia de amor conmueva con las estampas lo que no ha conseguido el guion.

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