'Proyecto Lázaro', ¿quién quiere vivir para siempre?

'Proyecto Lázaro', ¿quién quiere vivir para siempre?

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'Proyecto Lázaro', ¿quién quiere vivir para siempre?

Es muy extraño —en realidad utilizo un eufemismo— que un director como Mateo Gil haya dirigido únicamente tres películas en un período de 17 años. Normalmente asociado al director Alejandro Amenábar —Gil escribió algunos de sus más conocidos films— el director/guionista canario ha demostrado desenvolverse con soltura en géneros tan dispares como el thriller, el western y ahora la ciencia ficción —actualmente tiene una comedia en fase de postproducción—.

‘Nadie conoce a nadie’ (1999) es un muy efectivo film de suspense con cierto punto divertido en su propuesta; ‘Blackthorne’ (íd., 2011) —con un guion que no es suyo— se atreve nada menos que con la mitología existente alrededor de ‘Dos hombres y un destino’ (‘Butch Cassidy and the Sundance Kid’, George Roy Hill, 1969). ‘Proyecto Lázaro’ (‘Realive’, 2016) es ciencia ficción reflexiva. Filmada de nuevo en inglés, en co-producción con Francia y Bélgica ha llegado este fin de semana al mercado doméstico. Me refiero al Blu-ray y DVD, mal pensados.

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Pasado vs. futuro

‘Proyecto Lázaro’ tiene una simple premisa alrededor de la que se construyen dos historias separadas por el tiempo, el gran amigo/enemigo del ser humano, ése al que siempre queremos vencer fútilmente. Marc Jarvis (Tom Hughes) decide criogenizar su cuerpo al recibir la noticia de que tiene un cáncer. Primero deberá morir para poder despertarse quién sabe cuántos años en el futuro. Somos testigos de la vida de Jarvis antes de la decisión y también de su nueva vida una vez resucitado.

Gil tiene bastante ojo a la hora de encontrar el equilibrio entre forma y fondo. Sin dar demasiadas explicaciones, y encarando la trama de frente, sin los ejercicios onanistas que otros directores practicarían, Gil logra convencernos de que un ser humano puede ser resucitado. Lo cierto es que no necesita ningún esfuerzo, le llega con nuestro deseo de inmortalidad, y efectivamente pone sobre la mesa un debate tan inútil como interesante: ¿Quién quiere vivir para siempre? ¿Qué tendría de valiosa la vida si uno nunca puede morir, o ser resucitado tras la muerte?

En arte la forma es el fondo, y Gil lo demuestra de manera muy sencilla.

En el pasado de Jarvis, Gil se muestra cercano, hay muchos personajes desordenados dentro del plano. Habla del desorden de la vida, de su aleatoria cualidad para sorprendernos y/o decepcionarnos. En el futuro, el director opta por el orden y la frialdad; colores más claros, planificación menos caótica, personajes menos vivos —permitiéndose un guiño al doctor Frankenstein—, en un mundo donde el amor no nos hace tan dependientes, tal y como reza uno de los personajes femeninos en cierto instante.

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El amor, esa gran tabla de náufrago, ese gran lastre

Pero ‘Proyecto Lázaro’ es también una historia de amor, hablando, cómo no, del carácter atemporal del mismo. Pero sobre todo es una historia de amor imposible, como las grandes historias de amor en el séptimo arte, y lejos de inmortalizarla le sirve a Gil para hablar de algo que podríamos llamar “el momento para amar”. En el futuro a Jarvis se le da la oportunidad de volver a encontrarse con su amor, pero es algo prácticamente impuesto, como si fuera parte de un experimento, no forma parte de la lucha que Jarvis tuvo cuando estaba vivo de verdad.

Gil habla así del esfuerzo y compromiso que requiere el amor, de la entrega absoluta, y sentarse a esperar el momento adecuado, a ser criogenizada en este caso, es algo tan artificial como vacío por muy maravilloso que parezca sonar. La excesiva voz en off —a veces subraya más de lo necesario— se encarga de explicarlo, de matizarlo, poniendo el acento en el embriagador poder de la nostalgia. La importancia, y el peligro, de los recuerdos.

Recuerdos que Gil visualiza de forma muy efectiva. Un viaje en coche, un espejo retrovisor —uno de los aspectos más fascinantes que jamás poseerá el cine es su juego de espejos, sobre todo el de la ficción/realidad—, un sencillo desenfoque, como imágenes que se pierden el tiempo. Dicho efecto es utilizado varias veces, quizá demasiadas, y junto al giro final —previsible— es lo más flojo de una película que no se merece el anonimato.

Un apunte final, la idea que se tiene del sexo en el futuro me ha recordado a un film tan diferente como 'Saturno 3' ('Saturn 3', Stanley Donen, 1980), que comparten el mismo concepto sobre la "normalidad" de tener sexo. El guiño directo a Scorsese es quizá mucho más obvio.

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