Una de las peores tendencias en las que podemos caer los que nos dedicamos diariamente a escribir sobre películas y series es la demanda intensa de que aquello a valorar sea otra cosa distinta a lo que pretende. Exigir la película que habríamos querido ver en lugar de intentar apreciar lo que está intentando hacer lo que hemos visto y cómo las herramientas empleadas consiguen aproximarse a esas ambiciones.
Por supuesto se puede y hasta se debe exigir que haya algo más que pretensiones, porque películas como ‘Joker: Folie à deux’ las tiene a puñados (ya desde el título). Se puede elucubrar, siempre desde aquello que se está produciendo desde la misma película, qué decisiones habrían sacado todo el potencial que, viendo tanto reacción crítica como de público, no ha conseguido explotar la secuela de Todd Phillips con Joaquin Phoenix y Lady Gaga.
Paren de cantar
No se le puede acusar de falta de arrojo. Tras una primera ‘Joker’ donde se explotaron a gusto las referencias al cine de Martin Scorsese para crear una disertación sobre la sociedad y el sistema fallido, Phillips decide lanzarse al vacío con influencias explícitas aunque menos sustanciales a la historia del cine musical. A pesar de negar haber hecho un musical por activa y por pasiva durante la promoción, las explicaciones dadas y el propio contenido de la película muestran cómo busca usar música y coreografías para expresar el deseo de sus protagonistas para alojarse en una fantasía o expresar al espectador aquello que las palabras no alcanzan.
Una decisión que iba a cabrear a muchos de los fans más tóxicos de la primera película, que se alejan de lo musical con la misma exaltación que lo hacen de una ducha o de una llamada por cortesía a su madre. Pero incluso a los interesados esto les ha sabido a poco. Las secuencias musicales vertebran la secuela, pero no terminan de ser más que mero aderezo y referencias obvias al margen del conflicto al que está intentando llegar Phillips. Tampoco es que el director se centre en una línea a tomar para configurar el diseño visual y sonoro de estos números, quedando como brochazos aleatorios donde además no se aprecia habilidad para las coreografías y los movimientos de cámara o el acting.
Una de estas secuencias llega a subrayar cómo la película no está dando a la gente lo que quiere, porque ahí están las no tan secretas intenciones de su director: reapropiarse del personaje y de este mini-universo fílmico tras una conversación culturar, especialmente en el terreno de redes sociales, que se volvió completamente insoportable. ‘Joker’ recibió acusaciones de crear una fantasía incel y hasta de promover una violencia en los cines que finalmente no se produjo, aunque también alabanzas excesivas por su arte y su mensaje de crítica social, cuando sus formas resultan tan obvias como eficaces y sus inquietudes temáticas algo confusas.
El juicio a ‘Joker: Folie à deux’
Phoenix y Phillips siempre tuvieron claro que su personaje era un solitario abandonado a su suerte por un mundo cruel y despiadado, plagado de corrupción, y que su viaje hacia la violencia en búsqueda de reparación debía ser una advertencia, no una invitación a crear un ídolo para tiempos de desasosiego y rabia social. Dispuestos a replicar tanto a sus críticos más vocales como a sus fans más intensos, lo musical sirve como una provocación que tiene menos sustancia de la pretendida, que es acentuar el peligro de la fantasía.
Es por ello que los momentos mínimamente interesantes de ‘Folie à deux’ son cuando la película busca abiertamente el debate sobre lo que implicó aquella película, y es por ello que el género escogido para la secuela no debería haber sido el musical: esporádicamente, Phillips vira el relato hacia el género de juicios para poner a Arthur Fleck cara a cara con sus acciones, con gente a la que afectó con sus acciones, y todo el proceso le hace replantearse su propia creación del Joker y su relación con sus fervientes y cabreados fans, como la Harley Quinn de Lady Gaga.
De haber realizado toda la película en esa clave, recuperando si así lo deseaba referencias a otros clásicos del género como las obras de Sidney Lumet, es posible que el mensaje de ‘Joker: Folie à deux’ hubiese caído ligeramente de pie, al menos con parte de la crítica. Incluso podía haber dado pie a expandir la crítica hacia los abandonos del sistema, señalando el desestructurado sistema judicial además de las instituciones penitenciarias que reciben un trato poco amable en la película.
O quizá no, porque en la propia película vemos a Phillips menoscabar sus propios hallazgos, como el testimonio de Gary Puddles interrumpido por gracias bastante flojas, además no poder evitar autojustificarse a través de señalar a gente que quiere explicar su personaje desde fuera, de psicoanalistas a su propia abogada. Podrían haber generado un cuadro general igualmente cargante, imposible de tener un poco de autocrítica. Aunque, al menos, sería más coherente con sus pretensiones.
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