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"Señoras y señores, así comienza El precio justo"
Decía la voz de Primitivo Rojas allá por 1988, año en el que 'El precio justo' versión española llegó a nuestra televisión con una delicada misión: sustituir el hueco (temporal) que dejaba 'Un, dos, tres...' en la noches de los lunes. Pero cumplió con creces, especialmente en audiencia. Al fin y al cabo, hablamos de la época dorada de los concursos en TVE: '3x4', 'Juegos sin fronteras', 'El tiempo es oro', 'Si lo sé no vengo'... Todos compartieron parrilla aquel año.
Pero 'El precio justo' se desmarcó en su época por varias razones: primero, por ostentar el récord del premio más alto otorgado en televisión (40 millones de pesetas), que mantendría hasta que se lo arrebatara '¿Quién quiere ser millonario?' (50 millones) con aquel concursante de los hotentotes. Pero también por generar cierta controversia y el rechazo inicial del consejo de RTVE a emitir en una televisión pública poco menos que un mercadillo de productos "sin hilo conductor". El branded content lo inventaron en este programa (bueno, los americanos).
"¡A jugar!"
Este grito de guerra y esa carambola que hacía Joaquín Prats con el brazo -micro y tarjeta en mano- forman parte de la cosmogonía televisiva de nuestra infancia. Cada lunes por la noche y durante cinco años, invitaban a espectadores y concursantes a jugar a adivinar el precio justo de los productos que se exponían. Aunque en realidad no era tan difícil: no tenían que clavarlo al céntimo (bueno, a la peseta), sólo aproximarse más que los demás, pero sin pasarse. Cada acierto regalaba al concursante, además del producto en cuestión, la posibilidad de participar en otros juegos y llevarse premios de toda índole, desde electrodomésticos, un catamarán o una cámara de vídeo "con todos los adelantos" hasta 100 kilos de azúcar (patrocinados, por supuesto).
Los seis concursantes que habían acertado en cada ronda podían optar al ansiado escaparate final, todo un derroche de lujo: viajes, embarcaciones (que nunca llegaban a su destino), coches full equipe... Al completo para aquel que se ajustara al precio con un margen de menos de 300.000 pesetas, o solo un regalo a elegir si lo superaban. Como en cualquier programa de la época, para concursar había que escribir a un apartado de correos. Autobuses fletados por una empresa externa a TVE llevaban a los aspirantes a concursantes a Madrid desde varios puntos de España. Pero eso no garantizaba nada.
En la etapa inicial del programa, había que superar una especie de casting de imagen: si podías dar bien en televisión y tu estilismo era correcto (bien de hombreras y cardado, supongo), llegabas hasta el plató. Este método tan democrático se cambió pronto por el sorteo ante notario (otro de los pilares de un concurso). Después sólo les quedaba cruzar los dedos para que su nombre estuviera entre los nueve elegidos, Joaquín les mandara a jugar y una azafata les impusiera una medalla cual atletas olímpicos.
Un formato polémico
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Reconozcámoslo. Hemos consumido mucha caspa. Pero eso nos hace ver las cosas con perspectiva. Si las azafatas de los concursos deberían ya extinguirse, qué os voy a contar de Susi, Tina, Cloe y compañía y su función en el programa. Básicamente, se limitaba a sonreír mientras aspiraban una alfombra invisible, acariciaban una batidora o fingían que conducían una moto. No penséis que no eran importantes, de hecho eran imprescindibles. Si el producto apareciera solo en pantalla, sería directamente como ver un anuncio del Restform en La Teletienda. Otros aspectos insólitos: cuán sorprendentemente caras eran algunas cosas entonces: ¿cómo podía costar una cesta de picnic 117.000 pesetas? O que alguien prefiriera llevarse un coche antes que un billete para viajar al espacio en el futuro.
El Consejo de RTVE tenía razón cuando expresaba su malestar porque la entonces directora del ente, Pilar Miró, hubiera colado en la televisión financiada por todos programa que era más un escaparate para empresas y marcas con, según las palabras del propio consejo "un tono de charla de feria". Y es que cuando el formato se importó de USA (allí llevan emitiendo diferentes versiones desde 1956) hubo serias dudas de su incompatibilidad con la ley de publicidad. En algunas cuestiones el ente se mostraba estricto con la importancia de separar claramente la publicidad (por ejemplo, prohibiendo a los presentadores de informativos protagonizar un spot para asegurar su independencia informativa) pero se mostró bastante laxo cuando se trató de convertir dos horas de prime-time en un bucle publicitario sin que el rótulo de publicidad apareciera por ningún lado.
Polémicas aparte, acumuló audiencias millonarias -17 millones de media- a la par que repartió millones. Duró cinco años en antena e incluso experimentó un revival ya en euros entre 1999 y 2001 con Carlos Lozano y un breve escarceo en 2006 en Antena 3 con Juan Ymedio. E incluso se filtró hace sólo unos meses que Mediaset podría estar negociando la compra de los derechos con la productora para devolver el formato a la vida. Aunque de eso, nunca más se supo (casi mejor así).
Ficha Técnica: 'El precio justo'
"Señoras y señores, así comienza El precio justo"
Decía la voz de Primitivo Rojas allá por 1988, año en el que 'El precio justo' versión española llegó a nuestra televisión con una delicada misión: sustituir el hueco (temporal) que dejaba 'Un, dos, tres...' en la noches de los lunes. Pero cumplió con creces, especialmente en audiencia. Al fin y al cabo, hablamos de la época dorada de los concursos en TVE: '3x4', 'Juegos sin fronteras', 'El tiempo es oro', 'Si lo sé no vengo'... Todos compartieron parrilla aquel año.
Pero 'El precio justo' se desmarcó en su época por varias razones: primero, por ostentar el récord del premio más alto otorgado en televisión (40 millones de pesetas), que mantendría hasta que se lo arrebatara '¿Quién quiere ser millonario?' (50 millones) con aquel concursante de los hotentotes. Pero también por generar cierta controversia y el rechazo inicial del consejo de RTVE a emitir en una televisión pública poco menos que un mercadillo de productos "sin hilo conductor". El branded content lo inventaron en este programa (bueno, los americanos).
"¡A jugar!"
Este grito de guerra y esa carambola que hacía Joaquín Prats con el brazo -micro y tarjeta en mano- forman parte de la cosmogonía televisiva de nuestra infancia. Cada lunes por la noche y durante cinco años, invitaban a espectadores y concursantes a jugar a adivinar el precio justo de los productos que se exponían. Aunque en realidad no era tan difícil: no tenían que clavarlo al céntimo (bueno, a la peseta), sólo aproximarse más que los demás, pero sin pasarse. Cada acierto regalaba al concursante, además del producto en cuestión, la posibilidad de participar en otros juegos y llevarse premios de toda índole, desde electrodomésticos, un catamarán o una cámara de vídeo "con todos los adelantos" hasta 100 kilos de azúcar (patrocinados, por supuesto).
Los seis concursantes que habían acertado en cada ronda podían optar al ansiado escaparate final, todo un derroche de lujo: viajes, embarcaciones (que nunca llegaban a su destino), coches full equipe... Al completo para aquel que se ajustara al precio con un margen de menos de 300.000 pesetas, o solo un regalo a elegir si lo superaban. Como en cualquier programa de la época, para concursar había que escribir a un apartado de correos. Autobuses fletados por una empresa externa a TVE llevaban a los aspirantes a concursantes a Madrid desde varios puntos de España. Pero eso no garantizaba nada.
En la etapa inicial del programa, había que superar una especie de casting de imagen: si podías dar bien en televisión y tu estilismo era correcto (bien de hombreras y cardado, supongo), llegabas hasta el plató. Este método tan democrático se cambió pronto por el sorteo ante notario (otro de los pilares de un concurso). Después sólo les quedaba cruzar los dedos para que su nombre estuviera entre los nueve elegidos, Joaquín les mandara a jugar y una azafata les impusiera una medalla cual atletas olímpicos.
Un formato polémico

Reconozcámoslo. Hemos consumido mucha caspa. Pero eso nos hace ver las cosas con perspectiva. Si las azafatas de los concursos deberían ya extinguirse, qué os voy a contar de Susi, Tina, Cloe y compañía y su función en el programa. Básicamente, se limitaba a sonreír mientras aspiraban una alfombra invisible, acariciaban una batidora o fingían que conducían una moto. No penséis que no eran importantes, de hecho eran imprescindibles. Si el producto apareciera solo en pantalla, sería directamente como ver un anuncio del Restform en La Teletienda. Otros aspectos insólitos: cuán sorprendentemente caras eran algunas cosas entonces: ¿cómo podía costar una cesta de picnic 117.000 pesetas? O que alguien prefiriera llevarse un coche antes que un billete para viajar al espacio en el futuro.
El Consejo de RTVE tenía razón cuando expresaba su malestar porque la entonces directora del ente, Pilar Miró, hubiera colado en la televisión financiada por todos programa que era más un escaparate para empresas y marcas con, según las palabras del propio consejo "un tono de charla de feria". Y es que cuando el formato se importó de USA (allí llevan emitiendo diferentes versiones desde 1956) hubo serias dudas de su incompatibilidad con la ley de publicidad. En algunas cuestiones el ente se mostraba estricto con la importancia de separar claramente la publicidad (por ejemplo, prohibiendo a los presentadores de informativos protagonizar un spot para asegurar su independencia informativa) pero se mostró bastante laxo cuando se trató de convertir dos horas de prime-time en un bucle publicitario sin que el rótulo de publicidad apareciera por ningún lado.
Polémicas aparte, acumuló audiencias millonarias -17 millones de media- a la par que repartió millones. Duró cinco años en antena e incluso experimentó un revival ya en euros entre 1999 y 2001 con Carlos Lozano y un breve escarceo en 2006 en Antena 3 con Juan Ymedio. E incluso se filtró hace sólo unos meses que Mediaset podría estar negociando la compra de los derechos con la productora para devolver el formato a la vida. Aunque de eso, nunca más se supo (casi mejor así).

"¡A jugar!"


<li><strong>Título Original</strong>: 'The price is right' (1956, NBC)</li>
<li><strong>Género</strong>: Concurso</li>
<li><strong>Cadena en España</strong>: TVE (1988-1993 y 1999-2001) Antena 3 (2006)</li>
<li><strong>Disponibilidad <span class="caps"><DVD</span></strong>: No</li>
</ul></div>
En ¡Vaya Tele! | Nostalgia TV
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8 comentarios
El Señor Lechero
Recuerdo que lo presentaron con gran bombo a principios de 1988. El presentador original iba a ser Milikito (y amenazaban -o no- con que junto al concurso habría sketches según el modelo de "Ni en vivo ni en directo"). Después llegó el veterano Joaquín Prat y su "a jugaaaaaaaar" ya forma parte de mi memoria catódica (movimiento de brazo incluido).
fandeseries12
Inolvidable Joaquín Prat y su A jugar...
Recuerdo que también se podía participar desde casa, que llamaba Verónica Mengod y más tarde Beatriz Rico
worf
Lo que siempre recuerdo cuando era pequeño era la clase que tenía Joaquín Prats, se comía la pantalla. Y por supuesto la sintonía de inicio.
Cloe o Chloe? xD.
lulud
Cuando fui a nueva york lo estaban haciendo y por cierto, allí el tema de las pausas publicitarias es horrible.
villaz83
Tengo 30 años, y junto a Falcon Crest es uno de los primeros recuerdos que tengo de la tele de aquella epoca los lunes por la noche, lo veia un poco y para la camita que habia cole jejeje. Me enganche al de Carlos Lozano en la decada de los 2000 para compensar.
silfredoa
En Canarias el concurso fue de no tan grato recuerdo, ya que para dos programas que llevaron concursantes de las islas, el problema vino a los ganadores ya que Hacienda les reclamo su parte de unos premios que llegaron con años (y pleitos incluidos) de retraso o incluso no llegaron.
borjor
"Cada acierto regalaba al concursante, además del producto en cuestión, la posibilidad de participar en otros juegos y llevarse premios de toda índole"
¿Esto fué siempre así? Creo recordar que para llevarte el producto hacía falta clavar el precio.