Los sucesores de Alan Ball hacen un buen trabajo en la sexta temporada de 'True Blood'

Los sucesores de Alan Ball hacen un buen trabajo en la sexta temporada de 'True Blood'
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Los primeros años pensé que ‘True Blood’ tenía un algo conceptual. Había tomado el pelo a cualquier persona que esperase una reflexión sobre la exclusión social de un colectivo, ya fuese el negro o el homosexual, pero su mezcla de melodrama y un humor muy pasado de rosca era una fórmula muy atractiva. Los había que pensaban que era una tontería, pero se me antojaba como una genialidad.

Había propuesto algo opuesto a lo que cabía esperar de una obra de Alan Ball. Era terror, era romanticismo, era parodia y también un buen drama. Y, si bien podía ser lo peor de cada casa, era estimulante por la mezcla de géneros y porque, cuando quería, también era solemne. Pero con los años la cosa cambió. Había tetas, culos, sangres y monstruos pero desarrollaban las tramas con el piloto automático.

Una temporada sin el creador

Cada personaje tenía un arco, pocas veces intentaban crear un mural con cohesión y el factor sorpresa desapareció. Entonces, a partir de la tercera temporada comenzó la decadencia de ‘True Blood’. El factor entretenimiento iría a menos cada año y el verano pasado fue soporífera. Se le veían los hilos. Era provocación y cada trama importaba menos que la anterior. Diría que el último apunte interesante fue la relación entre Sookie Stackhouse y Eric Northman, que era tan ingenua como original, y fue en el cuarto año.

Así que la marcha de Alan Ball, que ya no ha ejercido de showrunner en la sexta temporada, no tenía que preocupar a nadie. Sin él jamás se hubiera adaptado el universo literario de Charlaine Harris a HBO pero él también era el responsable de que estuviera de capa-caída. Primero le sustituyó Mark Hudis, que fue reemplazado por Brian Buckner porque no gustó la deriva por la que había optado (o eso se rumorea, ya que el canal le sustituyó alegando que tenía que centrarse en el desarrollo de otros proyectos). Y, a pesar de los malos presagios que estas informaciones auguraban, la sexta temporada ha sido correcta.

El genocidio y Warlow

Sookie y Warlow en

Sookie y otro ser sobrenatural en la cama.

De hecho, hacía tiempo que ‘True Blood’ no era tan entretenida. ¿La principal razón? Se centró prácticamente en dos tramas. Por un lado teníamos los planes genocidas del Senador de Louisiana y después teníamos a Warlow, ese vampiro mítico que había matado a los padres de Sookie y que llegó a Bontemps con un objetivo contrario al que podíamos imaginar. Pero, si pensamos en ello, teníamos que suponerlo: no existe criatura sobrenatural con encanto que no se sienta atraído por Sookie. ¿Cómo no iba a ser Warlow el enésimo pretendiente de la hada-humana?

Esto, que conste, es simplificar mucho. Había muchas subtramas pero a medida que avanzaron los episodios todas fueron a parar allí mismo. Los poderes adicionales de Bill Compton, las hijas del sheriff (asesinadas por Jessica), la tensión entre Eric y Pam, o la deriva racista de Jason se englobaron dentro del arco genocida; y la aparición del abuelo Stackhouse tenía que ver con Warlow (que también aportaría su sangre al plan de Compton). Y los dos arcos estuvieron escritos con bastante ritmo, incluyendo el de Sookie y su nuevo amante. Anna Paquin nunca falla.

Sólo podríamos criticar las aventuras paralelas de Alcide y Sam, que sobraron como llevan haciendo en los últimos años. Por un lado el hombre-lobo ha seguido en nómina seguramente porque Joe Manganiello tiene un club de admiradoras bastante numeroso, pero su personaje aporta poco o nada a la serie y el actor tiene menos talento que una piedra. Y Sam es Sam, lo que significa que hace aburrida cualquier cosa que toque. Seguro que había otras formas de proporcionarle un hijo y que no tuvieran que ver con unos chavales que venían de ninguna parte y que acabaron troceados por lobos.

El último capítulo de una entrega

Con sus más y sus menos, podría interpretarse esta sexta temporada como la consecuencia inevitable de lo que se había sembrado hasta el momento. Primero tocó ver la inserción de los vampiros en la sociedad y desde entonces vimos que la mayoría habían cometido o cometían actos atroces. Y, después de los asesinatos, el politiqueo y las peticiones de igualdad, tocaba ver las consecuencias de un estilo de vida algo condescendiente. Los vampiros, aunque finjan ante las cámaras lo contrario, tienen tendencia a considerarse depredadores y seres superiores a los humanos.

Así el campo de concentración de Truman Burrell podría contemplarse como la última página de un relato: la falsa normalización de los vampiros. Ahora, según se ha visto a través del último episodio, la intención será otra. Se le encargó a Brian Buckner que volviese a los inicios de la serie, cuando ‘True Blood’ era un drama sobre una chica sureña en un pueblo rarito, y parece que se adentrarán otra vez en el espíritu de comunidad de Bon Temps. Y la estampa que nos presentan es interesante: cada humano sano tendrá un vampiro que alimentar (muchos son portadores del Hepatitis-V) y este en cambio le ofrecerá protección y le defenderá de los agresivos vampiros forasteros. No parece que vaya a ser un relato sobre la igualdad en la sociedad que conocíamos sino sobre la creación de una nueva comunidad en un mundo nuevo. Apunta maneras.

Una temporada correcta

La conclusión de la temporada, sin embargo, es que ha sido correcta. He leído muchos comentarios negativos acerca del rumbo de la temporada y que había habido demasiadas tramas. Las había, sí, pero menos que las anteriores. Si bien la tragedia no se olía como en los inicios de la serie, los showrunners le insuflaron mucho más ritmo a la trama y escribieron varias tramas individuales graciosas y/o potentes: la paternidad de Andy Bellefleur, el psicoanálisis de Pam, los orígenes de Sookie o la muerte de Terry (un personaje menos, ¡sí!).

True Blood review.

Le faltó algo de dramatismo a los dos episodios finales, pues el cautiverio de Sookie podría haber dado para más, pero fue simpática, resolvió los interrogantes que teníamos abiertos y hubo unas cuantas escenas destacables: la masacre gore de Eric, Eric en la nieve, Sookie ‘salvando’ a Arlene en el funeral, la alianza humano-hada-vampírica por la salvación de Sookie y todos los vampiros disfrutando de la luz, algo que resultaba ciertamente raro. Bueno, y es tan fácil como que fue mucho más entretenida que las anteriores, su metraje no caía en el sopor tan a menudo por culpa de personajes sobrantes y Sookie tuvo un buen arco. Y la pequeña Stackhouse, por más que tenga muchos haters, es el alma de la serie y necesita una buena historia que contar.

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