'A Bayoneta Calada', Samuel Fuller y la guerra

'A Bayoneta Calada', Samuel Fuller y la guerra
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Hay tres géneros con los que el nombre de Samuel Fuller está irremediablemente conectado: el western, el bélico y el cine negro. Empezó su carrera tumbando mitos al tratar la figura de Robert Ford (el asesino de Jesse James) como una autentico héroe en la peculiar 'Balas Vengadoras', y a partir de ahí fue haciéndose un hueco (venía de trabajar como guionista) hasta acabar siendo considerado uno de los realizadores americanos más solventes de una determinada época. Películas como '40 Pistolas' o 'La Casa de Bambú' forman parte de la memoria de cualquier cinéfilo, y otras como 'Corredor sin Retorno' o 'Uno Rojo: División de Choque' descubren a un autor que era capaz de arriesgarse yendo más allá de los límites de cualquier género. 'A Bayoneta Calada' es una de sus primeras películas, y aunque en un principio no le apetecía filmar una historia bélica ambientada en la Guerra de Corea, porque acababa de hacer 'Casco de Acero' de idéntica temática, al final acabó embarcándose de lleno en el proyecto, dejando aparcada por poco tiempo, 'Park Row', en la que ya había empezado a trabajar. 'A Bayoneta Calada' se vio en el momento del estreno como el típico hazañas bélicas que por aquellos años, los 50, se rodaban. Hoy, más de medio siglo después, se erige como una apasionante cinta bélica, en la que se desarrolla el tema del compañerismo en un pelotón, y de paso ahondar en alguno de los dramas interiores de uno o varios personajes.

La película narra como un pequeño pelotón queda a cubrir la retaguardia, mientras su compañeros se retiran, y hacen creer al enemigo que son todo un ejército. Ocultos en un cueva de unas montañas pondrán en jaque a los coreanos, incapaces de atravesar un pequeño estrecho (Dios, parece que estoy contando el argumento de '300'). En la angustiosa espera porque el enemigo se trague el anzuelo, y con la necesidad de volver a sus hogares, iremos siendo testigos de las relaciones entre los soldados del pelotón, y veremos los miedos internos de cada uno de ellos.

A Fuller una vez más le interesan los personajes de la historia que filma, mucho más importantes que la acción en sí, y como algunas situaciones desencadenadas provienen de la evolución del personaje central, un cabo, que ve desesperado como poco a poco sus superiores van cayendo uno tras otro, y deberá cargar con un cargo que ni ha pedido ni desea, la de comandar el grupo, aguantando con las responsabilidades que eso conlleva, como la de ser responsable de las vidas de los hombres que están a su mando. A ello se suma el dato de que nuestro héroe, por así llamarlo, no ha matado aún a ningún enemigo en combate, ya que cree no tener el suficiente valor para hacerlo, de lo que también se deriva su inseguridad para soportar presión. Toda la película juega alrededor de esa premisa, dosificando muy bien las acciones paralelas a ello, bien sean las concisas secuencias de guerra, las ideas que se les van ocurriendo para engañar a los coreanos, o las consecuencias de las mismas. El enfrentamiento es inevitable, tanto el físico, como el hacerlo con sus propios miedos, quizá más importantes y determinantes.

Fuller consigue crear un film, de enrarecida, y hasta cierto punto fantasmagórica, atmósfera, con un ritmo interno muy conseguido, y que siempre logra captar la atención del espectador. Se permite el lujo, además, de juguetear con el western, al insertar personajes que parece salidos del lejano oeste por su comportamiento (cítese al respecto el superior que mientras le curan una herida en el brazo, no cesa de dar órdenes, puro en boca), e incluso con el suspense (la extraordinaria secuencia en la que el protagonista atraviesa un terreno plagado de minas para rescatar a un superior herido), extendido sorprendentemente hacia otros instantes bélicos, plagados todos ellos de una latente tensión, que apartan un poco a la película de los tópicos. Además, el enemigo, es mostrado lo justo y necesario en un par de ocasiones, con lo que se hace hincapié en lo de la amenaza invisible, y la dificultad de enfrentarse a ella.

Richard Basehart y Gene Evans dan vida a los dos soldados sobre los que la película se centra más. El primero, un hombre que no quiere tener a sus órdenes a nadie, está interpretado con la típica cara de tormento de Basehart, actor que no llegó a ser tan famoso como otros de su generación, aunque en la televisión tuvo una larga trayectoria. A su lado, el actor fetiche de Fuller por aquella época, Gene Evans, que da vida al Sargento Rock, pero no el de los cómics, perfecto complemento al personaje central. Ambos se compenetran a la perfección y ofrecen escenas memorables, como la última entre ellos dos, de inusitado carácter intimista. Como anécdota decir que en el reparto aparece un desconocido James Dean, en la que fue su primera aparición cinematográfica.

'A Bayoneta Calada' es una estupenda película, hecha en un tiempo en el que el cine bélico estaba en pleno esplendor. Lograba apartarse un poco de lo de siempre, caminando por senderos que terminarían de cristalizar en la imprescindible 'Fuego en la Nieve', de William A. Welmann, mucho más densa y trascendental. Samuel Fuller empezaba a destacar como un narrador de primera en ésta su cuarta película, y aún faltaban unos años para que nos regalase sus mejores trabajos. Por si os interesa, tenéis editada en dvd 'A Bayoneta Calada' ('Fixed Bayonets!', 1951) por Vella Visión, con extras tan interesantes como imágenes del rodaje.

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