'Arthur, el soltero de oro', cuando el amor no triunfa

'Arthur, el soltero de oro', cuando el amor no triunfa
Facebook Twitter Flipboard E-mail

‘Arthur, el soltero de oro’ (‘Arthur’, 2011), dirigida por Jason Winer, es un remake de la película del mismo título de 1981, cuyo tráiler os trajimos el año pasado, cuando aún se consideraba la posibilidad de estrenarla en cines. Sin embargo, su distribuidora, Warner Bros., decidió no llevarla a las salas de nuestro país, dado el fracaso crítico y económico que sufrió en Estados Unidos, y en su lugar la lanzó directamente en DVD y Blu-ray, para pasar de inmediato a la emisión televisiva, que se puede disfrutar en estos momentos.

Russell Brand retoma el papel de Arthur Bach, que en el original encarnaba Dudley Moore, un joven multimillonario, seductor e irresponsable, más ocupado en las fiestas de Nueva York que en honrar el apellido de su familia. Su niñera y confidente, Hobson –papel que interpreta Helen Mirren en el lugar de John Gielgud– rige sus movimientos como los de un niño pequeño y su único auténtico amigo es su chófer, Bitterman (Luis Guzmán). Pero el joven consentido, que hasta ahora se apoyaba en su inagotable fortuna, se verá obligado a asumir sus responsabilidades cuando su madre (Geraldine James) le imponga un matrimonio por conveniencia con la heredera Susan (Jennifer Garner), hija de un nuevo rico (Nick Nolte), justo cuando había descubierto el verdadero amor en los brazos de Naomi (Greta Gerwig), una carismática plebeya.

Falta de ritmo y de gracia

Nos quejamos con frecuencia de las decisiones de las distribuidoras, pero en lo que respecta a a ‘Arthur, el soltero de oro (2011)’, considero que estuvieron acertados. El director, que también es actor, es responsable de varios capítulos de ‘Modern Family’, por lo que suponerlo un inútil o poco dotado para la comedia queda fuera de lugar. Por ende, buscaremos responsabilidades en lo que viene antes y después: el guion y el montaje.

Vamos con el primero: que la historia sea tópica y se haya contado mil veces no es lo malo, pues si el fondo manido valiese como excusa para hacernos reír o emocionar, poco nos importaría no descubrir un relato insólito. Se dice que las premisas ya se han contado todas y que solo ha de variar la forma de aproximarse a ellas. Sea o no verdad, lo que sí resulta cierto es que un enfoque nuevo nos haría tragar de buen grado la misma milonga de siempre. Por desgracia, a este cuento de hadas tan visto no se le añade ningún aliciente y el humor brilla por su ausencia. El poco potencial con el que contaba se echa a perder: por ejemplo, la demostración de la opulencia es tan desmesurada y absurda que no se percibe cómica y tampoco juega como crítica a la vida de excesos y derroches que llevan algunas celebridades actuales.

Y con el segundo: resulta demasiado larga y sus secuencias carecen por completo de ritmo, además de que los diálogos son más extensos de lo que requiere cada idea. No son pocas las veces en las que tengo la sensación de que una película mejoraría inmensamente sin necesidad de rodar nada nuevo, solo con un remontaje que lo dejase todo más corto –más que cuestión de eliminar escenas enteras, que también, es de aligerar el ritmo de las existentes–,y este es uno de esos casos. Pero aunque los 110 minutos se quedasen en 85, no nos encontraríamos ante un buen film, quizá ante uno no tan malo. El trabajo lo firma Brent White, quien ha montado otras comedias que se me antojaron igualmente poco depuradas: extraño que encarguen montajes de comedia a alguien con tan poco sentido del ritmo.

Romanticismo de tres al cuarto

La “caspa” (por llamarla de alguna manera) que dominaba la primera versión y su secuela, centradas en las múltiples conquistas de mujeres de mucho mejor ver que Dudley Moore, en esta versión se ha eliminado por completo, ya que Brand ligaría aunque fuese pobre. Por ello, el remake no se sustenta, como hacía la original, en ofrecer al espectador el regocijo vicario de una opción que se le muestra vedada con frecuencia. No obstante, la sustitución de esa celebración de los triunfos por algo romántico goza de mucha menor fortuna. Este trastoque no amplía el abanico para incluir al público femenino, ya que la trama amorosa está retratada sin credibilidad ni posibilidad de emocionar.

Achacaría esta falta de conexión a dos factores: uno se encuentra en el retrato de los personajes femeninos desde guion y otro en la elección de las actrices que encarnan a cada una de las candidatas. Que desde el primer momento no haya duda con respecto a los sentimientos de Arthur de rechazo hacia Susan y en su lugar esté convencido de que prefiere a Naomi, destruye la cabida de la tensión sexual no resuelta, motor imprescindible para el movimiento de una comedia romántica.

Por otra parte, esta obcecación no se comprende ya que, si bien se supone que la primera debería ser una arpía superficial y la segunda un dechado de encantos, las semblanzas de ninguno de los personajes lo hacen patente y las percibimos a ambas igual de escasas en lo que se refiere a sus personalidades o a sus cosas en común con el protagonista. Así, es el físico lo que prevalece y en ese sentido, Gerwig no tiene nada que hacer ante Garner. Esta última habría encarnado mejor el papel de la encandiladora guía turística, ya que la inocencia y el infantilismo rezuman de sus mohínes y sonrisas. En el papel de la heredera resultaría más creíble alguien similar a Paris Hilton, con lo que el rechazo se justificaría más. Tan mal escogidas encontré a las intérpretes y tan pocos impedimentos le vi al objetivo amoroso, que me habría gustado mucho más la película si Arthur se hubiese acabado dando cuenta de que a quien amaba era a Susan, pues en esa pareja sí había un rechazo desde el que desarrollar un romance con giros y arrebatos y donde dejar respirar una URST.

La capacidad interpretativa de Mirren no necesita ser puesta en tela de juicio y a Brand le he encomiado su vis cómica en otras ocasiones. Aquí no se les extrae provecho ni a ellos dos ni a los secundarios. El peterpanismo de Arthur queda bien para arranque del retrato, sin embargo, cansa en seguida, mucho antes de que la consabida evolución entre en juego. La supuesta profundidad del personaje en el momento en el que el guion le hace una concesión al drama tampoco tiene la fuerza emotiva que se pretende. Por lo tanto, el aprendizaje que los autores intentan inculcar carece de efectividad –y no entro a juzgar lo moralista o convencional que hubiese resultado, pues eso ya es lo de menos–.

Conclusión

Ni siquiera critico ‘Arthur, el soltero de oro (2011)’ como remake cuestionando la necesidad de su existencia, ya que no recuerdo bien la película de los primeros ochenta. Viéndola solo como comedia autónoma no le encuentro ni el interés ni la gracia, ni tampoco la validez de un mensaje acerca de la sensatez o el amor verdadero. Los actores, carismáticos en otros casos, aquí resultan tan desaprovechados como el tema de partida.

Comentarios cerrados
Inicio