'Enredados', Disney en piloto automático

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He mirado a través de una ventana durante dieciocho años, soñando sobre lo que sentiré cuando esas luces se alcen al cielo. ¿Qué pasa si todo no es como lo he soñado?

(Rapunzel)

Muchos habéis estado pidiendo una crítica de ‘Enredados’ (‘Tangled’, 2010) desde su estreno en España el pasado 4 de febrero, así que aquí os dejo la mía. Como podéis adivinar por el titular, no me encuentro entre los defensores del último producto de la factoría Disney, cuya potente maquinaria publicitaria ha logrado que, incluso desde antes que llegara a los cines, se hable de un nuevo clásico animado, conclusión que a mi parecer es un completo disparate (claro que hablamos de una compañía que llama “clásico” a todo lo que lleva su firma, tienen ese morro). Es comprensible que el film haya obtenido una excelente recaudación en taquilla, y que los más jóvenes la encuentren brillante (o lo mejor que han visto en su vida), pero estoy convencido que los que no empezaron a ver cine hace unos años estarán de acuerdo conmigo en que no resiste la comparación con los títulos más inspirados del sello Disney, como tampoco con los trabajos de los exigentes estudios Ghibli o Pixar, que aun siguen empeñados en sorprendernos con cada nuevo largometraje de animación.

Pero es que además no tenemos que buscar en otras casas, o remontarnos a obras tan lejanas como ‘Blancanieves y los siete enanitos’ (‘Snow White and the Seven Dwarfs’, 1937) o ‘La bella durmiente’ (‘Sleeping Beauty’, 1959), ni siquiera citar ‘La bella y la bestia’ (‘Beauty and the Beast’, 1991) o ‘Aladdin’ (1992). Simplemente, la reciente ‘Tiana y el sapo’ (‘The Princess and the Frog’, 2009) irradiaba más encanto y energía, sin ser una maravilla, supera claramente a esta ‘Enredados’, uno de los trabajos más flojos y autocomplacientes del sello Disney. Pero lleva el sello, y contiene los ingredientes que cabe esperar: una princesa, una “bruja” malvada, un encantamiento, un héroe, animales que se comportan como seres humanos, comedia, acción, un estupendo acompañamiento musical (firmado por Alan Menken) y una excelente labor de animación; más el 3D, que a la gente le gusta la novedad. Es decir, tiene los elementos justos para entusiasmar al público juvenil, y un empaque profesional suficiente para que el resto, con mínimas expectativas, pueda pasar un rato más o menos entretenido en una cómoda butaca.

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Escrito por Dan Fogelman a partir del popular relato de los hermanos Grimm, el 50º largometraje de los estudios de animación Walt Disney, codirigido por Byron Howard y Nathan Greno, gira en torno a Rapunzel (voz de Mandy Moore en la versión original), una joven princesa con una dorada y fantástica melena de 21 metros de largo que vive encerrada en una torre desde que fuera secuestrada siendo un bebé por la anciana Gothel (Donna Murphy), ya que gracias a su mágico cabello puede recuperar su juventud. Por supuesto, Rapunzel desconoce su origen, ha crecido pensando que Gothel es su madre, y que no puede salir de su “casa” porque el mundo exterior está lleno de peligros y maleantes. Pese a todo, no puede evitar sentir curiosidad, especialmente por lo que cree que es una lluvia de estrellas que, casualmente, se produce justo el día de su cumpleaños. Así que cuando el encantador bandido Flynn Rider (Zachary Levi) irrumpe en su torre, huyendo de la guardia real y de los compañeros de fechorías a los que acaba de traicionar, Rapunzel comprende que debe aprovechar la oportunidad y marcharse con él.

Dicho así suena un poco raro, pero es que así son las historias de princesas, tienen ese sabor tradicional que resulta tan agradable como incómodo, sobre todo en estos tiempos en los que se censura un simple y espontáneo “joder” durante una ceremonia de entrega de premios, como si los niños estuvieran pendientes de la televisión y pudieran quedar traumatizados, mientras que por otro lado pueden acceder sin problemas a programas, películas y videojuegos destinados a los adultos, por no hablar de lo que oyen o ven en sus propias casas. Pero me desvío del tema. La princesa, elegante y reprimida, necesita al valiente héroe que la salve, la libere de su prisión y le muestre las estrellas, se casen, sean felices y coman perdices (esto último siempre me extrañó). ‘Enredados’ sigue este simple esquema, respondiendo a la demanda del público familiar, pero asustados con las cifras de ‘Tiana’ (que no fue el éxito comercial que esperaban), los que mandan en Disney han enfocado su nuevo producto a unos espectadores más genéricos, que buscan historias ligeras y modernas, y no otro cuento de princesas.

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De ahí que ‘Enredados’ se aleje del tono mágico, ingenuo, emocionante, puramente aventurero, de los relatos clásicos, para ponerse al nivel de las peores entregas de la saga ‘Shrek’, artefactos mecánicos de brillante envoltorio, fabricados en serie para ahorrar costes y lograr cuantiosas recaudaciones. La jugada es muy similar y el resultado está siendo prácticamente idéntico. El público actual que llena los cines parece satisfecho con este tipo de cuentos que, superficialmente, dan una vuelta de tuerca a los tópicos, ofreciendo soluciones narrativas “originales”, pero en el fondo se están tragando lo de siempre, medianamente encubierto. A primera vista, ‘Enredados’ ofrece diversión, romanticismo y emoción, pero es pura fachada, se trata de una propuesta prefabricada, sin alma ni imaginación, apoyada en las situaciones de siempre, números musicales despachados sin pasión, y un humor facilón y repetitivo (¿cuántas veces buscan la risa usando la sartén o las expresiones del camaleón?). En definitiva, un título recomendable para los fieles de Disney, para espectadores poco exigentes, o para ver en familia, donde esto se haga todavía.

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