‘Insidious: La última llave’: aguantando el tipo gracias a los fantasmas del pasado

‘Insidious: La última llave’: aguantando el tipo gracias a los fantasmas del pasado

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‘Insidious: La última llave’: aguantando el tipo gracias a los fantasmas del pasado

Que James Wan se ha ganado a pulso su merecido título de adalid del terror contemporáneo no es una novedad. Entre otros logros, su primer gran éxito, 'Saw', ha derivado en una prolífica saga que estrenó el pasado mes de noviembre su octava entrega; ha firmado una de las cintas más influyentes de los últimos tiempos dentro del género bajo el título de 'The Conjuring' y dio a luz una fantástica vuelta de tuerca al subgénero de las casas encantadas y la parapsicología con la fantástica 'Insidious'.

Ocho años después del lanzamiento del que fuese el quinto largometraje dirigido por Wan, recibimos la cuarta parte de 'Insidious' subtitulada como 'La última llave'. Un nuevo ejercicio escrito por el guionista de cabecera de la serie Leigh Whannell, quien ha cedido el puesto de director que ostentó en la anterior cinta de la saga a Adam Robitel para dar a luz otro capítulo que, pese a no decepcionar en absoluto y continuar con la cabeza bien alta el legado de sus estimables predecesoras, evidencia un más que palpable agotamiento de la fórmula.

Durante el primer acto de 'La última llave', un programa de televisión verbaliza de forma bastante irritante —repitiéndose además en un par de ocasiones más adelante— el tema y la tesis del filme, rezando una máxima que sugiere que no enfrentarse a los fantasmas del pasado conduce a un futuro incierto y condicionado por ellos. Dicho esto, resulta cuanto menos curioso que la nueva 'Insidious' abrace sin tratar de ocultarlo todos los elementos que han alimentado el éxito de la franquicia y que esto se convierta en el principal motivo que impide vislumbrar un porvenir especialmente halagüeño para la misma.

Pese al sabor a repetición que deja 'La última llave' tras su visionado, Whannell logra salpimentar su relato, sobrecargado de lugares comunes y con algún que otro recurso de lo más manido para hacer saltar de la butaca al personal, de varios pasajes particularmente inspirados. Estos, pese a su escasez, aportan al filme un agradable toque de frescor que añade un plus a este entretenidísimo tren de la bruja, haciéndolo sobresalir ligeramente de los terrenos de lo simple y llanamente aceptable.

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Por desgracia, la labor de Robitel tras las cámaras no está a la altura de los esfuerzos del guionista por mantener el gancho de la producción. El responsable del inquietante found footage 'El exorcismo de Deborah Logan' parece no estar especialmente cómodo con la narrativa audiovisual tradicional, desaprovechando el imponente imaginario propio del universo 'Insidious', abusando de los jumpscares —mitigando así el efecto del terror— y desarrollando la trama a trompicones.

Es más que evidente que 'Insidious: La última llave' funciona muchísimo mejor como un estudio de personaje que como una cinta de terror al uso, concentrando todo su atractivo en el presente y pasado de una Elise Rainier a la que Lin Shaye vuelve a interpretar haciendo gala de todo su encanto habitual. Un carisma que ha ayudado a convertir a una parapsicóloga de setenta años en uno de los personajes protagonistas más atípicos, arriesgados y queridos dentro del género reciente.

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'La última llave' dista mucho de ser una película de terror modélica. Sus buenas ideas, sus despuntes cómicos y su notable tratamiento de personajes chocan colisionan frontalmente con una ejecución algo torpe y con un claro desgaste de la receta 'Insidious'. Hay que reconocer que Leigh Whannel y compañía han apurado al máximo la gasolina que les ha permitido realizar este viaje a lo largo de cuatro entregas, lo cual es digno de ovación; pero de querer continuar la travesía, mucho me temo podrían quedarse tirados a medio camino.

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