Paul Newman y la ciencia-ficción (I): 'Quintet' de Robert Altman

Paul Newman y la ciencia-ficción (I): 'Quintet' de Robert Altman

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Paul Newman y la ciencia-ficción (I): 'Quintet' de Robert Altman

A finales de la extraordinaria, para el arte, década de los setenta, la productora Twentieth Century Fox apostó por la Sci-Fi y la fantasía con dos títulos ejemplares. Por un lado, la ya mítica ‘Star Wars’ de George Lucas, un canto a la fantasía lleno de nostalgia, ejem… La segunda fue esa cima del género de ciencia-ficción titulada ‘Alien’ (id, Ridley Scott, 1979), y la tercera fue ‘Quintet’, filmada el mismo año que la película de Scott, y dirigida por el peculiar Robert Altman. Aún a día de hoy me pregunto qué vería Paul Newman en el proyecto para querer protagonizarlo. Estamos ante una de las peores películas del popular actor —a partir de aquí sus aciertos artísticos empezarían a ser menores—, y por descontado ante una de las peores filmadas por su director.

No obstante, ‘Quintet’ es una de esas películas que no carecen de interés, por cuanto la idea sobre el papel resulta de lo más atractiva. Un futuro distópico que ha convertido el planeta en una gran bola de nieve, con temperaturas muy bajas, condenando a los pocos supervivientes a morir congelados. Un regreso a los inicios como especie, con poco que hacer, salvo sobrevivir, o entretenerse con un perverso juego conocido como Quinteto. Una pena que Altman, director sin duda equivocado para tal empresa, y un trabajo actoral desganado, lastran sin remedio una película que poco a poco va desapareciendo en la memoria una vez vista. Y en mi caso van ya dos veces.

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Desaparecer fue lo que hizo el film al poco de ser estrenado, dados los penosos resultados taquilleros. Tanto que la productora decidió retirar todas las copias y enterrar la película en los almacenes. Sólo los posteriores pases televisivos y su edición en vídeo, lograrían rescatarla, no lo suficiente, del olvido, permaneciendo como una completa rara avis en su género. Y lo es, nadie puede dudarlo. Hay en su metraje ideas atractivas, como ese inicio y final entrelazados formalmente, primero con dos personajes apareciendo de dios sabe dónde —más tarde nos enteramos que han ido a cazar—, y finalmente un solo personaje regresando a esa especie de nada blanca.

Frialdad absoluta

En medio de esas dos secuencias que componen los límites de la película, Altman echa mano de soluciones de puesta en escena, como la muy interesante de nublar las esquinas del encuadre, dando la sensación de querer regresar a los orígenes del cine, cuando aún no se jugaba con la planificación, y todo sucedía en el centro del plano. Interesante por cuanto se establece cierta estética retro en la narración, por el otro termina encorsetando una película que poco a poco hace aguas por todos lados, incumpliendo el primer mandamiento que diría Billy Wilder: no aburrirás. ‘Quintet’ aburre mucho. Incluso un actor de la talla de Paul Newman parece aburrirse lo suyo con un personaje a todas luces extraño en él.

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Puede que el actor —por cierto, el único estadounidense en un reparto lleno de nombres europeos, tales que Vittorio Gassman, Fernando Rey o Bibi Andersson— aún estuviese recuperándose de la muerte de su hijo, en 1978, a causa de la mezcla de alcohol y pastillas —fue encontrado muerto en una habitación de un hotel de Los Ángeles—. Este trágico hecho fue el único que realmente afectó gravemente el estado de ánimo de Newman. En 1978 no trabajó en ninguna película, y puede que su vuelta al trabajo, con este film, estuviese bañada por ese fracaso personal. Aunque Newman es de esos actores cuya sola presencia llega para admirarlos, aquí la desgana es visible. El actor simplemente pone el piloto automático.

En una sociedad en la que prácticamente sólo se puede esperar morir —tal y como dice el personaje de Fernando Rey en un momento dado, es cuestión de tiempo que todo se congele—, el único entretenimiento en es un juego, cuyas reglas nunca quedan claras, que enfrenta a los jugadores mortalmente. A ratos, ‘Quintet’ parece querer recuperar incluso cierto tono de cine negro, con el personaje de Newman investigando los asesinatos, pero todo es un espejismo. El caso tiene fácil solución, y la respuesta es tan terrible como absurda. Al borde del fin del mundo, el ser humano decide divertirse jugando a matarse a sí mismo. Desolador, como la propia película, en sentido negativo.

Newman volvería a acercarse al género en su siguiente film, más concretamente en el subgénero catastrófico, con resultados aún peores.

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