'Superdog', arf arf arf

'Superdog', arf arf arf
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Jarf, Jarf, Jarf, he usurpado la identidad de mi dueño, y mientras se ve una de esas mierdas de películas clásicas me he venido a su ordenador (qué burros estos humanos, no saben que podemos manejar como nadie estos simples chismes) y me he apresurado a escribir la crítica, una de verdad, de 'Superdog' antes de que él la destroce con uno de sus tan comentados textos. Menos mal que mi dueño no es uno de esos críticos pedantes y llorones que se creen con el derecho de decirle al autor de una película cómo debe hacer su obra, a esos buscadores de la verdad (juarf juarf juarf) objetiva, ramplones defensores con aparatosa dialéctica, de utopías, les aplicaba yo con mis colmillos una de esas operaciones sin retorno en cierta parte anatómica, para que no envenenasen el mundo con su descendencia.

'Superdog' es lo que es, una película en la que hay un superperro, sí como ése ser al que que tanto adoráis, Superman, pero en su versión canina. Tras un fallo por parte de un perro policía que tiene serios problemas con su olfato (pobrecillo, verdaderamente lo pasamos mal cuando el olfato nos empieza a fallar), éste es secuestrado para realizar un experimento, en el que por cosas de la vida (la humana, por supuesto, que siempre andáis metiendo la pata), se produce un estropicio de narices en las que mi canino amigo termina con unos poderes que ya los quisiera yo para seducir a la perra del vecino del memo de mi dueño.

Porque el memo éste de Abuín opina que la película es mala de narices, se rió únicamente un par de veces y me estuvo dando la brasa durante toda la proyección. Por eso, creo de justicia el hablar por encima de esa mente débil y malpensante (aunque coño, que bien me alimenta) que renuncia del cine comercial más básico y patatero. Sí, es una película patatera, pero bajo esa apariencia de producto de rápido consumo, se esconde un oculto mensaje (el de la supremacía canina) para nosotros, la raza amiga del hombre, un verdadero filete fílmico de inigualable sabor, sólo para paladares exquisitos (absténgase humanos admiradores de Tarkosvski y Godard). Un plato realmente gozoso de mirar y contemplar gracias a alguien que nos ha tratado siempre con muy buena mano, Frederick Du Chau (suya es esa obra maestra sobre la unidad titulada 'Héroe a Rayas'). Mi amo insiste una y otra vez en que su puesta en escena es de lo más simple, y que no contiene ni fuerza. Blarf, blarf, blarf.

Du Chau dirige con ritmo, que es lo que importa, así el espectador, el canino y el humano, entiende perfectamente que es lo que está pasando, y gozamos todos como enanos. Humor, aventuras y todo en unos escasos y bien condensados 80 minutos (mi amo dice que le sobra metraje, puarf, ¿qué va a decir el barman éste de las narices?) Pero lo mejor de todo es su estrella principal, ese extraordinario compañero, que con la ayuda de unos excelentes efectos visuales consigue hacer realidad los sueños de todo perro, volar, hablar, etc, pero sobre todo, lograr coger la maldita pelotita que todos los humanos tenéis la manía de lanzarnos debajo del sofá donde no podemos cogerla. Por lo menos coincido con mi amo en que lo mejor de la película es el perro.

A su lado, salen actores como vosotros, me refiero a que son humanos. Entre otros desfilan un cansado James Belushi, que hace de padre del joven protagonista que conoce el secreto del perro, al cual por cierto le pone voz Jason Lee, bastante divertido, la verdad. Peter Dinklage hace un villano digno, a pesar de que ése al que llamáis crítico, dice que está totalmente exagerado y fuera de lugar. Pero a ver, mequetrefe, ¿acaso no sabes que la película está basada en una serie de dibujos animados de los años 60, y que toda serie de dibujos animados de idénticas características tiende siempre hacia la exageración?

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Un excelente film que... ostras, viene el paleto ése de ver una de sus basuras en blanco y negro (una de un robot que creo os comenta mañana), hala, a mover la colita y ladrar. Le quiero, pero no tiene ni idea de cine canino

Stuart

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