'El triángulo de la tristeza' se posiciona contra los ricos sin sutilezas: la lucha de clases de Ruben Östlund es tan directa como divisiva

'El triángulo de la tristeza' se posiciona contra los ricos sin sutilezas: la lucha de clases de Ruben Östlund es tan directa como divisiva

11 comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail
Triangulo 1

No deja de ser irónico que a Hollywood le haya dado ahora por meterse con los más ricos, como si no estuvieran tirando piedras en su propio tejado. Sin embargo, hay algo refrescante en obras como 'Puñales por la espalda: el misterio de Glass Onion' o 'El triángulo de la tristeza': la subversión de un estilo de vida, el cabreo generacional de clase, la denostación de un estilo de vida opulento. Puedes ser rico, sí, pero no hace falta que también seas imbécil.

Una película modelo

Ruben Östlund es un incomprendido al que se tacha muy rápidamente de "superficial", "menor" o incluso "fraude". 'The square' fue una pequeña gran maravilla incisiva y directa contra el mundo del arte contemporáneo que quizá abrió más heridas de las que muchos están dispuestos a reconocer, y en 'El triángulo de la tristeza' no se ha dejado amedrentar por las críticas, redoblando en el humor (el gran pecado de la taquilla actual), bajando la sutileza al mínimo e incidiendo en la crítica hacia un estilo de vida tan absurdo como irresistiblemente parodiable.

Dividida en tres partes muy bien diferenciadas entre sí, la película no evita lo chusco, el humor barato que sirve como divertidísimo contraste frente a la ironía finísima de parte de la propuesta. 'El triángulo de la tristeza' empieza como un sarcasmo vil contra los ricos y termina como la venganza de la lucha de clases eterna, mostrando un ciclo sin fin que puede parecer obvio pero esconde mucho más: una disección hecha con bisturí de una sociedad podrida y reinada por el postureo extremo.

Triangulo Tristeza

La última ganadora de Cannes disfraza un discurso demoledor con chistes más o menos groseros (hay una escena que parece tomar como referencia 'Este chico es un demonio 2') y esconde una caterva de personajes tan carismáticos como caricaturescos. ¿Demagógica? Por supuesto. Pero es difícil sentir empatía por unos ricos cuya parodia no difiere tanto de la realidad. Y Ruben Östlund ha sabido aprovecharse muy sabiamente de un sentimiento generalizado para sacarle el mayor partido posible.

El triángulo de la risa

Se dice mucho en estos días que el cine no debería ser político, como si no lo hubiera sido desde el cine mudo, pero 'El triángulo de la tristeza' hace caso omiso a cualquier lloriqueo facilón: ¿No quieres política en tu narrativa? Pues toma dos tazas y media. Claro que habrá quien se enfade con el director, pero es injusto: si has visto 'The square' ya sabes a lo que vienes en esta parte contemporánea de su filmografía.

Tristeza

La película subvierte también lo que cualquiera puede entender como "cine de arte y ensayo". ¿Una ganadora de Cannes repleta de chistes soeces, gags de vodevil y batallas de vómitos? En un mundo con cada vez más interés por el drama y el cine serio, hacer una comedia que juega con lo burdo y disfrazarla de prestigio es la declaración de intenciones definitiva. Puede que no te guste, que salgas decepcionado, que no te rías o incluso que consideres que lo que Östlund intenta es una pantomima fallida, pero tienes que reconocer que nadie se está arriesgando como él.

'El triángulo de la tristeza' es una de esas películas en las que puedes entrar de cabeza en sus primeros minutos o navegar en el agua del tedio durante dos horas y media. Debo reconocer que, aunque me abrumó con la obscenidad de su segunda parte, la ironía sutil del inicio y la lucha de clases contemporánea de sus últimos minutos me hicieron pasar uno de los ratos más divertidos del último festival de San Sebastián. Entre dramas de época y reflexiones metacinematográficas, bien está una parodia descacharrante y sinvergüenza.

¡Naufraga como puedas!

Habréis notado que durante toda la crítica he tratado de poner cierta distancia con la cinta. Podría recomendarla enfervorecidamente por los momentos de sarcasmo de clase que funcionan (ese modelo pidiendo que se oculten los obreros del barco) o por sus escenas de humor cafre, pero es imposible ser positivo con ella a ciegas sin conocer a tu interlocutor. 'El triángulo de la tristeza' es tan honesta y transparente en sus intenciones que puede causar rechazo si no entras en el juego.

Y, sin embargo, hay algo en el espectáculo de vodevil constante, que incluye personajes que solo saben decir una frase y modelos capaces de acostarse con cualquiera por un mendrugo de pan, que elude el fracaso y acaba superando tus expectativas hasta un final que culmina la sátira de la única forma posible: con humor negro, ironía y, casi, caída del telón y final del espectáculo. Porque, al final, 'El triángulo de la tristeza' es eso: un espectáculo circense en tres pistas en el que los payasos no llevan las caras pintadas.

Östlund quiere que te vayas del cine opinando algo sobre la película: no importa si es bueno o malo. 'El triángulo de la tristeza', pese a su ominoso título, lleva todas las situaciones al extremo para que el espectador no tenga opción de salir sin tener un debate, aunque sea interno, al respecto. Y eso es fabuloso. El director coge la sutileza de la que hace gala en sus primeros compases y la machaca sin piedad a base de sonoros martillazos que, en el fondo, resuenan en nosotros mismos. Eso sí: el resultado del destrozo puede no gustarte. No debería gustarte, de hecho. Es lo que queda tras el naufragio.

Comentarios cerrados
Inicio