Lars von Trier y el Anticristo

Lars von Trier y el Anticristo
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Para decirlo de una buena vez y no demorar la lapidación que puede que venga a continuación: Lars von Trier es, en mi humilde opinión, el director más importante de las dos últimas décadas. La razón es sencilla: es acaso el único realizador en os últimos años que haya liberado el lenguaje cinematográficos de sus últimos corsets académicos, que haya revolucionado la forma de hacer cine y contar historias. Puede que al maestro Godard no le guste Breaking the Waves, pero la opus magna del danés es la Sin Aliento del nuevo milenio. Uno puede ver su influencia en todos lados: desde Salvar al Soldado Ryan, hasta 21 Gramos; desde The Bourne Supremacy y The Bourne Ultimatum, hasta 4 Months, 3 Weeks and 2 Days o Cloverfield. Uno la ve hasta en televisión, en 24 o Friday Night Lights. Breaking the Waves fue el germen del Dogma95, sobre cuya influencia no hace falta abundar mucho.

Aún me acuerdo de cómo casi salté en mi asiento del Yara cuando la vi, durante un festival de cine en La Habana. Recuerdo que pensé: "ah, ¿pero es que esto se podía hacer?". "Esto" era en realidad, muchas cosas: saltarse los ejes (mejor dicho, ignorarlos olímpicamente), hacer toda la película cámara en mano como quería Glauber Rocha, usar video (fue Von Trier quien le dio respetabilidad cinematográfica al formato), obviar el raccord entre tomas e, incluso, en la banda sonora.

Para alguien que acababa de salir de la escuela de cine, fue una experiencia liberadora; aunque en mi mente desfilaron las incontables horas perdidas en discusiones sobre dónde colocar la cámara para no saltarse el eje, tratando de hacer un movimiento de cámara limpio o un corte certero entre planos.

Claro, no era nada que no hubiesen hecho antes los mismos Godard, Rocha, por mencionar tan sólo a dos. Sólo que en Von Trier, la propuesta no se quedaba en lo meramente formal, filosófico, ideológico, o narrativo; sino que ahora tenía aplicaciones prácticas. Vamos, que siempre rodar sin sets (como en Dogville) será más rápido y barato que construirlos; como también lo será rodar sin aparatosas luces HMI o pesadas cámaras de cine. Al final, nos decía Von Trier, lo que importa es la historia que se cuenta. Nada más.

¿Que la propuesta de Von Trier es un mero truco para vendernos sus películas? En Hollywood hay un viejo dicho que dice:

Si el cine es el septimo arte, el octavo es hacer dinero con el séptimo.

Es el secreto del éxito del cine estadounidense: hacer dinero es parte del arte de hacer cine. No sé de dónde habrá salido ese peregrino concepto de que es censurable querer vender tu película, querer que la gente compre boletos para verla –en realidad sí se de dónde salió: de los críticos. "Sólo un idiota no hace dinero con el cine", ha dicho alguna vez Quentin Tarantino. ¡Ey, señores, despierten! ¡Nadie hace cine para perder dinero! Que si es censurable hacer lo imposible porque la gente compre tu película, habría que prohibir todo el cine de hollywood.

Si Von Trier se inventa un truco para vender determinada película es sencillamente porque hacer cine cuesta dinero, y mucho, y como artista tiene la obligación de recuperar la inversión y hacer algún beneficio.

Escribo todo lo anterior porque me he topado con un reportaje del Telegraph que arranca con una lista de los más sonados "trucos" de Von Trier: rodar un número musical con 100 cámaras, usar un software para determinar el emplazamiento de la cámara (lo que, según el reportaje, le costó tres preciosas horas de rodaje cierta tarde: el ordenador se empeñaba en hacer apuntar el objetivo hacia una pared, mientras el director se maldecía a sí mismo por tan estúpida idea y el resto del equipo temía por el futuro de sus carreras), sus peleas con actrices, la recompensa ofrecida a quien resolviera el enigma de El Jefe de todo esto o sus incontables fobias (viaje siempre con una cuerda a mano para en caso de incendio).

Pero el artículo habla también sobre sus próximos proyectos. De acuerdo con el diario, el pasado invierno Von Trier estuvo recluido en un psiquiátrico por una recaída en sus problemas de depresión y había jurado no volver a dirigir nunca más (conozco ese síndrome: depresión post rodaje se le llama y sobreviene cuando te das cuenta que la película que acabas de filmar no se parece en nada, para mal, a la que al principio te imaginaste).

Mas ahora, recuperado, está de vuelta. hizo un corto para el filme colectivo To each his own cinema (en el que cumple el deseo de todo director: matar a un crítico particularmente pesado) y escribió una comedia semi autobiográfica, Erik Nietzsche: the Early Years, sobre la transformación de un bisoño estudiante de cine en un despiadado hombre de negocios. Al mismo tiempo que continua con su proyecto de largo aliento iniciado en 1991, Dimension (una película sobre criminales, rodada en fragmentos de 3 minutos cada navidad en un ciudad europea diferente y a lo largo de 33 años), ya está trabajando sobre su nuevo proyecto. No se trata de Wasington, la tercera parte de su trilogía sobre Estados Unidos, sino de Antichrist, un thriller psicológico que deriva en un filme de horror, que será filmado el próximo verano en Alemania.

Dice Von Trier:

Mi intención es terminar la trilogía, pero no será mi próximo proyecto porque sea una obligación. Creo que el filme debe llegar por sí solo.

Según el productor de Antichrist, Meta Louise Foldager, el nuevo filme versará sobre el tema favorito de Von Trier: la crueldad entre los sexos.

Asegura el productor:

Los espectadores tendrán que adivinar quién es el Anticristo.

Dice la actriz Iben Hjejle:

Todas sus películas tratan de lo mismo, de cómo la gente mentirá y hará trampas para obtener lo que quiere de los demás, de lo difícil que es para la gente relajarse y estar unida.

Finalmente, vuelve sobre el tema de los retos técnicos, los dichosos trucos, que Von Trier se plantea en cada una de sus películas:

En cada película, él trata de poner un obstáculo técnico a sí mismo. Pero en realidas está más interesado en los personajes.

El reportaje concluye con la descripción de la vida en la productora de Von Trier, erigida en unas viejas barracas militares:

Algunos vistantes e internos han descrito el complejo de producción de Von Trier como un campo de concentración benigno. Cada mañana es izada una bandera negra al son de marchas militares. Cada viernes hay cantos comunitarios de himnos. Otros arcaicos rituales incluyen remojar los nuevos guiones en una taza de té que alguna vez perteneció al director Carl Theodor Dreyer. Y orinar sobre gnomos de jardín.

Vía | The Telegraph

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