Marilyn, buen cine e insomnio

Marilyn, buen cine e insomnio
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Tengo bastante claro que para ver buen cine por televisión o tienes el canal satélite o padeces de insomnio, que es lo que tiene el poner la tele más allá de las 2 de la madrugada.

El jueves santo me paso una cosa curiosa. Estaba en un bar de copas, con la tele encendida y sin sonido, la música a todo volumen, viendo Buffy la cazavampiros, que tiene el único aliciente de descubrir a una jovencísima Hillary Swank, (¡qué duros son los inicios de actor!), cuando al finalizar la película, como ya digo a altas horas de la madrugada, el programador de turno nos obsequió con Niagara. Insisto en lo mismo, la película, por el sitio donde la estaba viendo, no tenía sonido. Pero me dio igual. Es un clásico y Marilyn Monroe, aparte de arrebatadoramente seductora, la película es de 1953 y los guionistas se las tenían que ingeniar para no provocar la reacción de la sociedad de su época (me gustaría saber que propondrían ahora los guionistas sin ideas que pululan por Hollywood), hace un soberbio papel de mujer fatal.

Los paseos de Marilyn en toda la película sobre esos tacones son de los que a uno no se le van de la memoria, o como interrumpe la fiesta para que le pongan la canción que ella quiere, llamando la atención de todos los hombres y poniendo celoso a un marido, Joseph Cotten, del que se quiere deshacer a toda costa, triste destino para un hombre que en realidad es la víctima. O la escena en la que es asesinada, genial la idea de proponer un campanario, que es un prodigio de diseño y montaje por parte de un artesano como Henry Hathaway, o la belleza de una jovencísima y sufridora Jean Peters, testigo casual de la tragedia... y no pararía de enumerar secuencias de esta gran película que fue la que catapultó a la fama a Marilyn Monroe. Y sin voz, cosa que no había probado y que no hace más que refrendar mi devoción por el cine clásico, por aquel que da igual que pasen los años, películas que siempre son actuales.

Al final en el bar terminamos hablando de cine (yo terminé relacionando a Marilyn con John Huston, pero esto da para otra entrada) y de los sufridos espectadores que tienen que padecer de insomnio para disfrutar de una buena película, porque los programadores de televisión viven esclavos del share. Una lástima, y es que creo que fui el único que la vio, aunque en una versión muda.

Más información | Niágara, en el cultural, y Marilyn (en español)

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