'3 bodas de más', a la legua

'3 bodas de más', a la legua
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No creo que le esté descubriendo nada nuevo a nadie si afirmo que resulta complicadísimo innovar en el sobresaturado tejido de la comedia romántica, sobre todo en lo que a la conclusión de las historias que éste género lleva planteando desde que la época dorada de Hollywood agotó, con sus muchas y muy diversas aproximaciones, (casi) todo lo que se podría articular a la hora de escribir un guión que mezcle con habilidad risas, unas gotas de drama ligero y la cantidad justa de almíbar como para no hacer del visionado una experiencia cercana a un coma glucémico (y que me perdonen los diabéticos del lugar por tan extrema comparación).

Y si digo casi y no todo a secas es porque algunos ejemplos ha habido aquí y allá que han sabido aprovechar los vericuetos y callejones abandonados por la comedia romántica clásica para posicionarse como referencias indiscutibles del género llamadas a servir de base sobre las que las nuevas generaciones han ido pudiendo verse reflejadas sin necesidad de acudir —craso error, dicho sea de paso— a "esas películas sin colorines". Y ahí están ejemplos maestros como 'Cuando Harry encontró a Sally' ('When Harry Met Sally', Rob Reiner, 1989) o, ya en este siglo, esa debilidad compartida por mi compañera Lucía que es 'Love Actually' (id, Richard Curtis, 2003) —y no es que no haya más, es que no quiero saturar la entrada con todo lo que se me ocurre—. Y aunque tenía potencial para haber terminado arañando algo de lo que los dos ejemplos anteriores ostentan casi en cada minuto de proyección, '3 bodas de más' (id, Javier Ruiz Caldera, 2013) termina por caer en ciertos errores imperdonables que la acercan al extenso grupo de comedias españolas de esas que podrías englobar bajo el epígrafe "vista una, vistas todas".

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El primero de ellos, y a juicio del que esto suscribe, el más grave, es su previsibilidad. Cierto es que conforme uno avanza en experiencia cinematográfica y edad, cada vez resulta más difícil encontrar una película, sea del género que sea, capaz de impedir que podamos anticiparnos a lo que va a suceder, un hecho este que considero fundamental a la hora de valorar de forma positiva o negativa un filme. El problema de '3 bodas de más' no es que sea previsible, a fin de cuentas qué comedia romántica al uso no lo es, sino que haga gala de dicho carácter ya desde su trailer, dejando perfectamente expuesto en el mismo por qué derroteros va a discurrir la trama y, sobre todo, cuál va a ser su conclusión.

Admito que, en muchos casos, el saber el final de una historia reviste poca relevancia si el viaje que propone la misma vale la pena, y encontramos en el mismo situaciones, golpes de humor y personajes originales capaces de justificar que, en última instancia, se recurra al inevitable happy ending que todos buscamos en el género. Pero cuando las situaciones que se proponen están extraídas de manual, los golpes de humor pasan por reciclar manidos clichés o recurrir a chistes soeces —¿de verdad era necesario incluir a la caca? ¿es que somos niños o qué?— y los personajes en general responden a arquetipos incapaces de romper con sus moldes, poco queda a lo que asirse a la hora de disfrutar de forma plena de la cinta en cuestión.

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Aplicado todo lo anterior a '3 bodas de más', lo que aquí encontramos es un filme con un claro espíritu yanqui que trata de unificar las estructuras del género que estamos cansados de ver del cine que nos llega del otro lado del charco con cierta idiosincrasia patria derivada de lo extremo de los personajes. Y es aquí donde, salvo contadas excepciones, el filme termina por perder el rumbo, pretendiendo abarcar una variedad tan amplia que todos los protagonistas que se pasean ante nuestra mirada quedan desdibujados. ¿Todos? Bueno, quizás no; y ya sea porque Inma Cuesta —sin lugar a dudas lo mejor de la función— lo hace suyo, o por ese espléndido epílogo que ayuda a comprenderlo de forma precisa, es cierto que el personaje de Ruth es de los pocos hallazgos del metraje.

El resto, encabezados por un Quim Gutiérrez que no se complica y repite lo que ya le habíamos visto por ejemplo en la hilarante 'Primos' (id, Daniel Sánchez Arévalo, 2011) —que sí, que también se veía venir pero ¿y lo que te reías por el camino?— y un Martín Rivas con limitadas cualidades interpretativas que superen su natural belleza, no aportan lo suficiente como para que evitemos centrarnos en lo endeble de su episódico libreto, uno al que, dicho sea de paso, le cuesta y mucho arrancar la risa del espectador —de este espectador—. Y eso es algo que, personalmente, no le perdono a una comedia.

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