57º Festival de San Sebastián: lamentable 'Vengo de Busan', divertidísimo Gilliam

57º Festival de San Sebastián: lamentable 'Vengo de Busan', divertidísimo Gilliam
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Bueno, pues esto ha llegado a su fin. Y con un sol que desmiente que nos encontremos en el norte de España en pleno otoño, pues aseguro al lector que estoy escribiendo estas líneas sudoroso y sofocado.

Cada mañana me doy un paseo por la playa de Zurriola, y echo un vistazo a las progresiones de los surfistas. Cerca hay una escuela de surf, y todos los días se pueden ver surfistas cruzando la calle, con su tabla y descalzos (con lo que debe doler). A pesar de que tiene que estar helada, a las 7:45 había un par de docenas de ellos metidos en la mar e intentando cabalgar las olas. Me gusta mucho ese deporte y aunque a veces tenga prisa siempre me quedo un rato observándoles. Fue una actividad un millón de veces más interesante que la película coreana programada para las 9:30.

A menudo uno tiene que esforzarse, exprimirse el cerebro, para imaginar qué tipo de condiciones existen para que una película sea seleccionada en San Sebastián. No ha sido una Sección Oficial a concurso especialmente atinada, y nos hemos tragado películas (aunque algunos les pongan nueves sobre diez…) directamente infumables, que atentan contra el buen gusto y el respeto a la inteligencia del espectador. Por otra parte, suele coincidir que la más espantosa es programada a la hora más temprana, con lo que se pone a prueba la paciencia del respetable.

‘Vengo de Busan’, bochornosa es decir poco

No sé si luego leeremos en ‘Las horas perdidas’ que ha conocido una gran ovación en su final (como aseguran en esa web que le dedicaron a ‘Yo, también’, cuando fueron aplausos aislados, o en otras películas), pero yo estuve allí y ‘I came from Busan’ fue abucheada. No se merece estar en este festival, de hecho no se merece ni existir. Si su director hace más películas espero no tener que pasar, yo y el resto de la humanidad, por el suplicio de tener que verlas.

La cosa es como sigue: una adolescente de Busan, Corea del sur, se queda embarazada, se niega a abortar y finalmente tiene el hijo, aunque lo entrega en adopción. Cuando quedan veinte minutos para terminar decide recuperarlo y da el coñazo a las autoridades para que se lo den, de la manera más abyecta posible. Entre medias se dedica a pasear por su ciudad y a observar el entorno que le rodea. No exagero, es tal cual.

La palabra drama proviene del griego dram, que significa acción. Muchos autores olvidan, cuando se proponen hacer un drama, que tiene que ocurrir algo. El modo en que ocurra, el estilo, es cosa suya. Pero tiene que ocurrirle algo. A alguien. Preferiblemente a alguien creíble. Ahí está lo complicado, hacer creíble a alguien que sabemos que es un actor, y que tenga lugar el milagro de que, gracias al arte, sintamos que es alguien real. Muchos más directores de lo que sería deseable olvidan esto, que es tan elemental, y que está al alcance de muy pocos.

Pero de memeces de pseudo-artistas estamos sobrados este año en San Sebastián, pues con Javier Rebollo y su exquisita pero insoportable ‘La mujer sin piano’, con la francesa ‘Hadewijch’, con la turca ‘10 to 11’ o con las española ‘Yo, también’ y ‘El baile de la victoria’, tenemos ejemplos sobrados de cineastas que seguramente se ven a sí mismos como muy capaces, pero que son un dechado de incompetencia, de autocomplacencia, de vulgaridad, de frialdad, de vacuidad.

El Dr. Parnassus salvó el día

En las perlas vimos la última de Terry Gilliam, y la última que en vida protagonizó Heath Ledger (sustituido en algunas escenas por Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell, que donaron sus sueldos a su hija), que no es una película perfecta, ni muchísimo menos, pero que es una fiesta de la imaginación, una película portentosa por su capacidad de afecto para con los vagabundos y los deshechos de la sociedad, y un relato de arrolladora generosidad con la que nos reímos de buena gana después de querer suicidarnos con la película asiática.

Ledger está bien en pantalla, pero todos los actores están igualmente bien. En la eterna pugna de este creador entre realidad y fantasía, Parnassus significa su título más desequilibrado pero también más apasionado y compasivo, más feliz de existir. En la rueda de prensa que tuvimos luego con él, que duró bastante más de lo pactado, nos reímos también con ganas con un hombre que es un luchador nato por las ideas y los proyectos que él ama, aunque algunos no le salgan tan bien como desearíamos. Pude preguntarle tres o cuatro cosas y confirmé que a parte de un creador singular y alguna vez genial, es un hombre dulce, amable, inteligente y bastante chiflado.

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‘Mother and Child’, un conmovedor melodrama

Cerrando el festival, se ha presentado, fuera de concurso, la norteamericana ‘Mother and Child’, dirigida por Rodrigo García, y con un reparto formidable, con caras conocidas como Samuel L. Jackson, Naomi Watts (que está fantástica), Annete Benning (que está fantástica), y otros actores, todos ellos en estado de gracia, como David Morse, Kerry Washington, Jimmy Smits…

Por qué esta película no está compitiendo por la Concha de Oro, no puedo entenderlo. Si lo estuviera, debería figurar en el palmarés final, quizá ganando el máximo galardón. Es cierto que al final hay demasiado dulce en este relato, pero es un feroz y certero retrato de la dureza de ser madre, de la dificultad de adoptar, del dolor que existe siempre entre una madre y un hijo, sea este adoptado o no. García dirige a sus actores con una perfección inusitada, hay diálogos extraordinarios, hay elegancia, sensibilidad, sinceridad, coraje.

Es decir, hay una dirección, cosa que no aparece ni por asomo en la gran mayoría de películas que mañana pueden ganar uno de los galardones más codiciados del cine europeo. Y es que la selección no ha sido gran cosa, por desgracia, se salvan tres películas y alguna cosilla decente más, y punto. Una pena. Mañana comentaremos más cosas del festival. Y por supuesto su palmarés.

Hasta mañana.

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