‘A Ghost Story’, un mustio y hermoso revulsivo al melodrama de fantasmas

‘A Ghost Story’, un mustio y hermoso revulsivo al melodrama de fantasmas

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‘A Ghost Story’, un mustio y hermoso revulsivo al melodrama de fantasmas

Después de dirigir ‘En un lugar sin ley’ (Is not Them Bodies Saints,2013) el director David Lowery tomó un pequeño respiro en su carrera dentro del cine independiente al asumir una producción de Disney. Lowery fue una opción inusual para tomar el mando de ‘Peter y el dragón’ (Pete's Dragon, 2016), pero su elección dio como resultado una notable nueva versión, llena de un sentido de la magia y sinceridad que rara vez se encuentra en estos artefactos de cine familiar.

Lowery vuelve a las necesidades de bajo consumo del cine de bajo presupuesto, siguiendo una ruta sobrenatural con ‘A Ghost Story’, que es prácticamente lo opuesto a la anterior en su concepto. Aunque el sello emocional sigue siendo puro Lowery, quien pone su talento visual al servicio de una pequeña fábula sobre el tiempo, la vida futura y las relaciones, elaborando una especie de obra de videoarte con forma de película que exige al espectador un estado de ánimo preciso para su misterio de dimensiones casi cósmicas.

A Ghost Story

Catársis silenciosa

El director utiliza la animación suspendida como una herramienta narrativa, dándole poder a la propia inercia de la pantalla para crear intensidad en el acto de la contemplación. Un obra tremendamente catárquica y personal, una terapia de choque usando como inspiración la imagen del fantasma de sabanita, clásica en dibujos animados antiguos, de propio disfraz de Halloween, creando una presencia paródica y triste en medio del apocalipsis de la muerte.

Un músico fallecido que deambula por los escenarios de una vida en la que ya no participa, abandonado en un estado de limbo silencioso entre los recuerdos y el presente. Y ese es el grueso de escenas que conforman el tronco de la película. Una serie de capturas del fantasmita rodeado de las ruinas de su existencia que parecen haber sido creadas para probar la resistencia del espectador. Es decir, o entras en el juego que propone, o no.

A Ghost Story Cake

En realidad, todo lo que muestra oculta algún significado, pero ‘A Ghost Story’ lleva su propuesta hasta el extremo, con largas tomas diseñadas para redefinir la palabra autoindulgencia. Como esa infame escena en la que Rooney Mara se come una tarta. Muy dolorosa, sí pero te hace pensar que igual algún día eches de menos esos cinco minutos de tu vida que dedicaste a ver a una actriz engullir una tarta como postura simbólica de su estado de ánimo.

Romance fantasmal clásico

Con todo, no es el típico artefacto indie con ganas de crear una pose con sus proyecciones en festivales, sino que encuentra en sus silencios e imágenes melancólicas una sensación de tristeza difícil de explicar. Los nexos con las texturas del cine de terror son excusas para uso de la iconografía, automáticamente posmoderna, y cierta reminiscencia a los clásicos más románticos del género como 'Cuentos de la luna pálida de agosto' (Ugetsu monogatari, 1953).

Pero al final, siendo bastante original, la obra puede encuadrarse en el género de fantasmas más romántico, siendo la comparación más obvia la archiconocida ‘Ghost’ (1990) de la que podría considerarse una revisión moderna en clave mumblecore. Sin embargo, Lowery juega con el concepto del tiempo, creando una odisea emocional en forma de frustrante laberinto dimensional para su protagonista que añade algo a las clásicas ‘El Fantasma y La Señora Muir’ (The Ghost and Mrs. Muir) o ‘Truly, Madly, Deeply’ (1990) y sobre todo, el 'Always (Para siempre)' (Always, 1989) de Spielberg.

A Ghost Story’ está reservada para espectadores abiertos, con ganas de esforzarse en captar detalles de los planos mientras reflexiona un poco sobre el significado de la vida después de la muerte. Es una pieza experimental muy interesante aunque no siempre convincente, pero al menos resulta distinta en sus intenciónes y fascinante en su hermosa composición en frames cudrados. No fácil sentirla como la absoluta maravilla que han vendido, pero debajo de la parsimonia estática hay un corazoncito que late. Su final puede que hasta saque alguna lagrimilla.

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