Alfred Hitchcock: 'Los pájaros', el terror de lo cotidiano

Alfred Hitchcock: 'Los pájaros', el terror de lo cotidiano
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Tras el enorme éxito de ‘Psicosis’ (‘Psycho’, 1960) Alfred Hitchcock estuvo tres años sin estrenar una película. El listón había quedado muy alto y no podía descender ni un milímetro. Encontró en la novela de Daphne Du Maurier —escritora a la que el director ya había adaptado dos veces— el material perfecto para ello, con un film que además requirió de una fase de postproducción más larga, debido a lo complicado de los efectos visuales de la época. El film también daría a conocer a una de las actrices rubias tan del gusto de Hitchcock: Tippi Hedren.

El resultado es una de esas maravillas únicas, imitadas hasta la saciedad y que logró mostrar el terror de algo tan cotidiano como pájaros normales y corrientes, logrando un poder de sugestión pocas veces alcanzado en el cine a nivel popular —a la mente me viene una de las películas en las que influyó, ‘Tiburón’ (‘Jaws’, Steven Spielberg, 1975) con idénticos resultados—. Lección de lenguaje cinematográfico, realizando algunos experimentos que a día de hoy siguen siendo innovadores, esta película logró que, después de verla, todos mirásemos a las aves de forma muy diferente.

El film da comienzo en San Francisco con una situación en una pajarería —primer señal del peligro que se avecina— que parece ser el arranque de una típica comedia sobre la eterna lucha de sexos, lo cual no tendría nada de extraño, siendo uno de los temas más recurrentes del maestro. Un muy acertado diálogo sobre los pájaros enjaulados, a lo que después se le dará la vuelta, sirve para conectar emocionalmente al elegante y correcto Mitch —Rod Taylor en un papel para que el director quiso a Sean Connery— con la rica y mimada Melanie (Tippi Hedren), personaje con una evolución muy lograda.

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La vuelta a la situación

Se trata de invertir la situación. Los pájaros en sus jaulas con el ser humano fuera de ellas como el ser que domina el mundo, hasta llega a un punto en el que el ser humano semeje ser un animal encerrado con los temibles pájaros adueñándose de la situación. Del mismo modo el film va cambiando de comedia romántica —el tira y afloja de los dos personajes centrales— al terror puro y duro. Una progresión conseguida de forma admirable al ir introduciendo poco a poco detalles que adelantan lo que se avecina. Las intervenciones de los pájaros están cuidadosamente medidas para dosificar el suspense hasta llegar a una explosión final de violencia y terror.

Dos son los elementos que destacan sobremanera para que la operación sea de lo más eficiente. Dos decisiones perfectamente argumentables y razonables; una es la no explicación del suceso. Por qué los pájaros atacan a las personas es algo que el espectador no oirá en la película, ni siquiera en la famosa secuencia-descanso en el bar, en la que se exponen varias teorías incluida la de una experta en pájaros que duda de la veracidad de las historias de ataques de las aves, siendo la más creíble la que expone el borracho del lugar: es el fin del mundo. La otra decisión es la ausencia total de música, probablemente la decisión más arriesgada de todas.

Así pues el sonido es realmente importante en esta película, algo realmente irónico cuando Hitchcock sostenía que una película era buena si al quitarle el sonido funcionaba igual —recomiendo hacer ese experimento con una película al azar, el resultado es sorprendente en muchos casos—. ‘Los pájaros’ contiene los sonidos de los pájaros, utilizados en el film como si se tratase de música, labor a cargo del habitual Bernard Herrmann, a partir del innovador trabajo realizado por Remi Gassmann y Oskar Sala, que consistía en componer el sonido de las diferentes aves que aparecen en el film.

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El sonido

Pero Hitchcock no sólo se ocupó de que el sonido de las aves tuviese su terrorífica presencia, sino que trabajó con todos los demás sonidos del film, logrando instantes tan logrados como el de la madre de Mitch (Jessica Tandy) descubriendo el cadáver de un granjero sin ojos. Silencio absoluto con el detalle de las tazas rotas que invitan a la mujer a adentrarse en la casa, descubrimiento del cadáver en tres planos y un grito ahogado mientras ella sale corriendo de la casa, se monta en la camioneta y el motor de la misma emite un sonido que simula un grito ahogado, mientras desde un plano lejano vemos el polvo que levanta la camioneta en la huida.

‘Los pájaros’ supone un paso más allá de lo expuesto, en técnica, en su film anterior, uno de los éxitos más grandes en el cine de Hithcock. Hay paralelismo como la relación madre/hijo, salvando las distancias, pero igual de intensa, sobre todo por lo que respecta al personaje de una perfecta Jessica Tandy, preocupada por el vuelo del nido de su hijo —curiosa alegoría en un film que versa sobre el inexplicable ataque de pájaros—. Y si en aquella la banda sonora era absolutamente esencial para transmitir terror, aquí se logra con todo lo contrario. Así Hitchcock experimentaba una vez más con la puesta en escena, corriendo un riesgo que pocos artistas estaban dispuestos a correr.

Su film puede verse como una apocalíptica visión del fin del mundo a través de algo tan familiar y cotidiano como unas simples aves. Así queda patente en sus últimos instantes, de un suspense taquicárdico. La huida de la casa en la que estaban encerrados varios personajes —mientras que algunos de los secundarios no responden a ninguna concesión al espectador, caso de la maestra de la escuela (Suzanne Pleshette)—, está bañada por un ruido que va adueñándose poco a poco de la secuencia, mientras el último plano, de muy laboriosa construcción, está lleno de pájaros inquietos, a punto de estallar en un gran ataque. Hitchcock no quiso el típico letrero de “The End” para dejar al espectador con la incertidumbre de si había presenciado un final feliz o todo lo contrario.

‘Los pájaros’ es una de las cintas más influyentes dentro del cine fantástico y/o de terror. La decisión de mostrar poco a poco el peligro es algo que más tarde se ha explorado más en cintas como la citada de Spielberg o ‘Alien’ (id, Ridley Scott, 1979) —donde curiosamente también aparece Veronica Cartwright, especialista en llorar y gritar—, mientras que cineastas comparados continuamente con el director británico, caso de M. Night Shyamalan han rendido su particular homenaje en películas como ‘El incidente’ (‘The Happening’, 2008). Sería otro estruendoso éxito de su director, y para su siguiente película volvería a repetir con Tippi Hedren, una de sus visibles obsesiones.

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