'Custodia compartida' se viste de película de suspense para mostrar el horror más cotidiano y descarnado

'Custodia compartida' se viste de película de suspense para mostrar el horror más cotidiano y descarnado

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'Custodia compartida' se viste de película de suspense para mostrar el horror más cotidiano y descarnado

La primer película del francés Xavier Legrand arranca con una concisa, prolongada y demoledora escena que puede parecer excesiva si se extirpa del resto de la película, pero que pronto se revela como una pieza necesaria y matemática para lo que está por venir. Es decir, una especie de thriller dramático y realista que se convierte en una película de terror cuyos monstruos son perfectamente identificables como los que nacen de los horrores cotidianos.

En ella, un matrimonio roto (Léa Drucker y Denis Ménochet, ambos extraordinarios) fijan las condiciones en las que él va a seguir viendo a los dos hijos de la familia. El gran conflicto, ya que la mayor está a punto de cumplir la mayoría de edad, está en el pequeño, Julien (Thomas Gioria, también excelente), un chico que se niega a volver a su padre. Esta reunión con una jueza y los abogados de la pareja no es la primera, por lo que se nos escamotean detalles acerca de la naturaleza del conflicto y la actitud del chico.

Con detalles sutiles (el hombre interrumpiendo a la jueza y haciendo comentarios con su abogada) se nos apunta por dónde pueden ir los tiros del futuro drama, pero aún no podemos sospechar su envergadura, tal y como sucede en la vida real. Ese es el gran logro de Legrand: convertir 'Custodia compartida', su ritmo y lenguaje cinematográfico, en un reflejo despiadado de cómo evolucionan estos choques entre parejas rotas en la vida real.

El espectador se dará cuenta de lo gravísima que es en realidad la situación cuando, después de que la jueza decida conceder la custodia compartida y el padre se gane el derecho de visitar a sus hijos, éste desvele una cara mucho más siniestra (la suficiencia con la que trata al niño, sus repentinos accesos de furia). El espectador tiene clara, en una sola secuencia, por qué la primera escena fue tan fría y por qué tenía tanto dolor entre líneas.

Una historia de violencia

Legrand contó los preámbulos de esta historia en 2013 en 'Avant que de tout perdre', un corto nominado al Oscar en el que los mismos actores interpretaban a los mismos personajes en los primeros compases de esta horrible relación. 'Custodia compartida' puede entenderse como una secuela, y una que lleva al extremo lo propuesto allí. Legrand lo retrata todo con sencillez y tomando partido, jugueteando con los códigos del suspense y el terror.

Por ejemplo, se coquetea con el cine de género en la pequeña huida que intenta el pequeño Julien, y que Legrand rueda haciéndonos creer que 'Custodia compartida' va a introducirse levemente en los terrenos del thriller. O en la secuencia de la fiesta de cumpleaños de la hija mayor, rodada en parte sin diálogos y confiando en las miradas y sobreentendidos entre los invitados. O, cómo no, en el demoledor final, sin duda la parte más impresionante y oscura de la película, y prácticamente una mini-historia de horror cotidiano separada del resto.

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'Custodia compartida' exige al espectador cierta predisposición a asumir la extrema sencillez de la historia, su desarrollo sin sorpresas y personajes relativamente unidimensionales y de una pieza. Pero es ese planteamiento unívoco, que toma partido desde el principio, lo que le da una fuerza especial a 'Custodia compartida'. Porque según qué historias, cuanto menos dejen de lado las ambigüedades, mejor.

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