'Dos madres perfectas', dos actrices geniales

'Dos madres perfectas', dos actrices geniales
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‘Dos madres perfectas’ (‘Adore’, Anne Fontaine, 2012) es la primera película hablada en inglés de su directora. Fontaine, de quien hemos visto por estos lares películas como ‘Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel’ (‘Coco Avant Chanel, 2009), se fue a Australia a filmar su primera película en inglés, contando para ello con Naomi Watts en funciones de producción, quien se reserva uno de los dos papeles protagonistas, en una de esas oportunidades para lucirse como nunca.

Tiene ‘Adore’ —lo cierto es que el título original es mucho más sugerente y atractivo— un guión a cargo de la propia directora, y también del en otros tiempos prestigioso Christopher Hampton, habitual durante años de Stephen Frears, sobre todo en la famosa ‘Las amistades peligrosas’ (‘Dangerous Liaisons’, 1988), con la que la presente guarda algunas conexiones. Un guión que incide en las relaciones personales y amorosas de forma directa, sincera y sin ningún tipo de rubor o prejuicio.

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‘Dos madres perfectas’, título en realidad bastante engañoso, se atreve con la historia de dos mujeres maduras, amigas desde tiempos remotos, que viven con sus respectivos hijos, amigos también desde que nacieron, y de los cuales se enamoran ambas. Lil (Naomi Watts) se enamora del hijo de Roz (Robin Wright) y viceversa, dado lugar a todo tipo de situaciones en un mundo que no está preparado para gente con la mentalidad tan abierta.

No hay en la película espacio para la trampa o la manipulación emocional del espectador. De hecho, éste puede sentirse incómodo —dependerá de su educación— ante lo que se ve venir, y mientras Fontaine no lo matiza del todo, el subtexto se acerca muy sutilmente al incesto, rodeándolo graciosamente y esquivándolo como un jugueteo con la mente del espectador, al que finalmente le pone sobre la mesa las cartas. Una historia más sobre amantes imposibles y celos, los dos componentes de las grandes historias de amor.

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Las cartas sobre la mesa

El film puede pecar de ser demasiado preciosista en algunas de sus imágenes. Fontaine parece adoptar cierta mirada de postal en su puesta en escena cuando el film corre el riesgo de ser equivocadamente conservador. Sin embargo, y teniendo en cuenta que directora y guionistas evitan el tópico, en otros la puesta en escena no puede ser más acertada, sobre todo cuando se filma ese pedazo de madera sobre el mar, en planos muy cercanos, como encerrando a los cuatro personajes en un mundo que sólo ellos entienden.

Pero sobre todas las cosas ‘Dos madres perfectas’ es un vehículo para el lucimiento de dos de las mejores actrices del actual panorama cinematográfico. Naomi Watts y Robin Wright, ésta ya despojada del apellido Penn, se dejan la piel en sus personajes, mostrando un feeling fuera de lo común; dos personajes difíciles por la situación, pero perfectamente matizados por dos actrices en estado de gracia, sobre todo la australiana, a la que muchos recordamos en sus comienzos en ‘Santa Bárbara’ (‘Santa Barbara’, 1983-1994), y que, cuando pasen los años, y se mire atrás, Wright emergerá como parte de lo mejor de esta época y también como claro ejemplo de actriz desaprovechada.

La belleza de los paisajes costeros australianos sirve de fondo a la seriedad de la premisa, a veces, algo erróneo, lo que supone cierta contradicción que tal vez ha sido buscada adrede. Pero hablamos de personajes unidos a lo largo de los años y con el conocimiento de ellos mismos como nadie será capaz de hacerlo, en un marco prácticamente idílico que no siempre está acorde con los sentimientos expuestos, pero que viste exóticamente una propuesta arriesgada y que, oh milagro, no es tendenciosa en su discurso.

‘Dos madres perfectas’ no es perfecta ni pretende serlo, pero supera con creces, por honestidad y valentía, en su justa medida, todo hay que decirlo, al resto de propuestas parecidas que presumen de “modernas”.

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