'El Último Rey de Escocia', un inmenso Whitaker sostiene una floja película

'El Último Rey de Escocia', un inmenso Whitaker sostiene una floja película
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El pasado viernes se estrenó en España 'El Último Rey de Escocia' ('The Last King of Scotland'), un drama centrado en la figura del despiadado líder ugandés Idi Amin y cuyo principal aliciente es ver a Forest Whitaker interpretándole, labor por la que ha ganado todo premio que se le ha puesto por delante y por la que, quizá, se lleve el preciado Oscar (todas las apuestas apuntan a él). Evidentemente, paso de asegurar si va a ganarlo o no, toda la ceremonia es un circo de difícil pronóstico, pero sí puedo asegurar ahora que le he visto en pantalla, que el actor está inmenso, impecable. Le he visto en bastantes ocasiones anteriores y nunca ha estado tan brillante como aquí, encarnando un personaje que, por otra parte, es toda una joya. Sin embargo, Idi Amin es (en la película digo) un completo monstruo sanguinario que sabía hablar muy bien y ganarse a las masas, con lo cual es posible que la estatuilla dorada vaya a otra parte, a otro actor cuyo papel sea más "humano". Ya veremos, la solución está a la vuelta de la esquina. En cuanto a la película, floja, sólo tiene interés cuando Whitaker aparece en pantalla.

'El Último Rey de Escocia' comienza cuando Nicholas Garrigan un médico escocés recién titulado decide, llevado por las ganas de salir de su agobiante entorno familiar, viajar a Uganda y practicar allí su profesión. Por la misma fortuna que llegó allí, conocerá a Idi Amin al poco de llegar éste al poder, tras un golpe de estado. Impresionado por la descarada actitud del doctor Garrigan en un momento de crisis, el recientemente autonombrado presidente de Uganda, Amin, le elige como médico personal y como su confidente más íntimo. La relación se irá deteriorando conforme la confianza de Amin se vea cada vez más debilitada.

A pesar de que todo poster existente de esta película está ocupado casi totalmente por el rostro de Forest Whitaker, realmente él no es el único protagonista de 'El Último Rey de Escocia', ni siquiera es, de los dos, el que más tiempo está en pantalla. Ese puesto lo ocupa el joven James McAvoy, un actor que, simplemente, no vale para el papel y que antes, para colmo, lo habíamos visto en la penosa 'Las Crónicas de Narnia' haciendo de ese penoso fauno con sospechoso interés por las niñas. McAvoy está mal, soso, plano, aparte de que no tiene carisma alguna y sus momentos de "cabreo" dan más risa que otra cosa. Es una pena porque, ya digo, la película sigue a McAvoy desde que obtiene su título académico hasta que... bueno, hasta el final que no puedo escribir pero que todos seguro conocéis. Otro actor en su sitio, uno que resultara convincente y supiera mantener el tipo mínimamente frente a Whitaker, habría mejorado la película. Con un tipo que parece salido de un Take That enteramente gay, el espectador lo tiene difícil para ponerse de su parte e identificarse con él. Pero no sólo es McAvoy el culpable de esto.

El guión de Jeremy Brock y Peter Morgan, basado en la novela de Giles Foden, no resulta suficientemente diestro a la hora de explicar los motivos por los cuales Idi Amin siente tanto "cariño" por Garrigan. Sí, vale, era valiente (más bien, gilipollas, pero bueno, a veces es lo mismo) y era un buen médico (aunque esto no podía saberlo al comienzo), pero el "presidente" de Uganda tendría a mucha más gente a su lado tan capacitada o más que Garrigan, ¿no? Ah, vale, es que Garrigan era escocés. Pues a eso voy, a que no es creíble que por algo así el Amin que interpreta Whitaker ponga a ese muchacho a su lado para que le asesore incluso en cuestiones fundamentales de gobierno.

Pero el máximo responsable siempre es el director. En este caso, Kevin Macdonald, cuya labor tiene pocos aciertos y muchos errores. Su mayor acierto, dejar que Whitaker haga suyo a Amin y darle cancha para que se luzca; su mayor error, convertir la película en una especie de episodio televisivo, con abuso de primeros planos y muchas escenas aceleradas al ritmo de un montaje frenético y acompañado por una música que para la discoteca está muy bien pero en el film tiene poco valor. No digo que la banda sonora sea mala, ni mucho menos, tiene algunos temas realmente magníficos, pero hay otros que MacDonald usa en determinadas escenas que parecen salidas de un episodio de 'House' o 'CSI'. La realización es un tanto irregular, por tanto, logrando buenos momentos, casi siempre calmados o por intervención de Whitaker, pero cayendo en la vulgar forma televisiva en casi todo su metraje.

Por otra parte, aunque MacDonald consigue que el film tenga un buen ritmo, el guión apenas tiene elementos con los que mantener la atención y el interés del espectador, además de que, equivocadamente, huye de mostrar una violencia que en este caso considero necesaria. Para decir que Amin es un monstruo se limita a mostrar fotos de cadáveres y a soltar datos. Vale, pero da toda la impresión de que el presupuesto no llegaba para balas ni escenas de tiroteos, quizá los actores se llevaron todos los dólares. Sólo hay una secuencia de acción en toda la película (la del atentado) y deja muchísimo que desear, pues MacDonald lo resuelve todo mareando la cámara y dejando que el montaje haga el resto. Eso sí, y hay que reconocerlo, cerca del final hay una escena bastante violenta y muy lograda que incomodará a más de uno.

A Whitaker y McAvoy, que protagonizan y monopolizan el film, les acompañan, entre otros, Gillian Anderson (la famosa y morbosa agente Scully), que apenas tiene tiempo para lucirse en un par de escenas, Kerry Washington, que sale muy guapa y hace poco más, Simon McBurney, que se pasea por la pantalla sin hacer nada salvo provocar que le insulten, y David Oyelowo, que tiene también poca importancia pero que cumple con su papel de médico responsable.

En resumen, 'El Último Rey de Escocia' puede quedar en la memoria del aficionado al Cine siempre y cuando Forest Whitaker gane el Oscar al mejor actor en la próxima edición de los premios más importantes del séptimo arte. Si no, esta película caerá en el olvido con bastante facilidad, siendo un film carente de interés, dirigido con poco acierto y equivocadamente conducido por la presencia de un James McAvoy penoso.

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