'Election', juego de tronos

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Un profesor llamado Jim McCallister (Matthew Broderick) planea una venganza contra Tracy Flick (Reesee Withepersoon) dado que salió impune de un romance que tuvo con el mejor amigo de McCallister, ahora despedido del instituto. Flick es, no obstante, una estudiante ejemplar y se presenta a las elecciones del cuerpo de estudiantes; cuando la hermana del chico más popular (Chris Klein) es descalificada, McCallister convence a éste para que tome su lugar y arrebatar el poder a Flick.

La wikipedia anglosajona define “lobbying“ como el acto de tratar de influir decisiones tomadas por gobiernos, sean legisladores o grupos reguladores. Dice el mismo artículo, y traduzco yo, que “la ética y la moralidad del lobbying tienen un doble filo. Lobbying es a menudo definido con desprecio, cuando la implicación es que la gente con un poder socioecónomico exorbitante están corrompiendo la ley (retorciéndola lejos de lo justo) con el fin de servir su propio conflicto de interés.

Esta película adapta una novela del mismo nombre escrita por Tom Perrotta y publicada un año antes del estreno del film, que escriben Alexander Payne y su colaborador habitual, Jim Taylor. La película toma la forma de la sátira, pues se sitúa en un instituto pero, en realidad, está dirigiéndose a los adultos todo el tiempo, y coquetea con la farsa en momentos puntuales; pero es una sátira estupendamente interpretada, que deja espacio dramático (también para el dolor) a sus personajes, en la habitual línea tragicómica de su director.

El verbo lobbying no lo he definido porque tuviera maña traductora, no se crean. Lo he definido porque eso, esencialmente, es lo que hace el profesor de esta película, encarnado por un estupendo Matthew Broderick. El profesor cree que la alumna no debe ganar, pero la mejor lección la da su bobo, al votar, alejado de toda influencia, a esa rival a la que él juzga mejor preparada para gestionar su cargo público.

Rodada con uno de los escándalos mediáticos y sensacionalistas más importantes de la historia política norteamericana todavía reciente, la película toca temas sexuales y se pregunta sobre si debemos reprobar la actitud privada de nuestros sirvientes públicos y debemos relacionar su cargo o la posibilidad de optar con su conducta sexual. Payne no tiene duda.: con todo su halo detestable, Tracy es algo mejor que inocente, sino consecuente.

El amigo del profesor no lo fue. Acostándose con una alumna, es él quien incumplió su cargo y su contrato de responsabilidad, las reglas que aceptó. No se trata, pues de razones, sino de una crítica bastante clara tanto al lobbying, que juega a las conveniencias de unos guardianes de la moral que seguramente van equívocos en sus razones y en sus pretensiones, como también a quien no parezca votar un cargo sino a un hombre de família.

El escándalo de Clinton y su tumultosa vida sexual fue un escándalo patético más para la población que para él mismo.: ¿acaso no aceptamos que nosotros y los que nos rodean sean imperfectos y que ello no les impida desempeñar su cargo? No se habla de corrupción aquí, no se me confunda, sino de otra cosa más profunda.: de vida sentimental, de gestión de sentimientos y de capacidad resolutiva para lograr una vida familiar que nosotros consideremos “idílica, ejemplar” y no monógama o convencional. Estas reflexiones las traza con gran agudeza Alexander Payne y esta película, inapelable en su sátira pero también en sus razones.


Hay que pensar, y a ello nos invita su director, al servicio de qué causas estamos en la democracia: se trata de servir a los ciudadanos, no a los propios intereses privados, por muy indignantes que creamos que estos sean, por muy injusto que creamos que sea lo que afectó a un cercano amigo nuestro. ¿Es algo relevante para aquellas elecciones? El acierto es que la alternativa, una empollona y monstruo sexual, es alguien desagradable a quien finalmente humanizamos y la película renuncia a heroísmos de cualquier pelaje.

Payne está en su línea, efectiva, con ocasionales destellos visuales brillantes, sirviendo muy bien a su excelente libreto. Saca un gran partido, uno excepcional diría, de todos sus actores mientras que James Glennon ofrece una iluminación no demasiado chirriante para un escenario tan vulgar como es Omaha (Nebraska), absolutamente inesperado en la geografía cinematográfica estadounidense y otra de las razones para valorar a Payne (y lo que cuenta). La banda sonora, divertidísima y cómplice, a la altura de Henry Mancini, por parte de Rolfe Kent, colaborador desde entonces habitual de su director.

Bien, leída la película en una cultura mojigata y opresora, en un momento complejo en la historia social y mediática de los Estados Unidos, pensé, al verla por vez última, en la concejala socialista humillada y expuesta, vilipendiada, por su vida privada, expuesta por los impíos y sensacionalistas medios cuya línea con frecuencia permitimos que crucen impunes. Y reflexioné, un poco, sobre qué derechos garantizamos a los demás, incluso a quienes nos representan.

Indudablemente, una gran película.

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