Esta película del estudio de 'Dragon Ball' es tan grotesca y atrevida que solo nombrarla en Japón sigue siendo tabú desde hace 50 años y acaba de llegar a Filmin

Esta película del estudio de 'Dragon Ball' es tan grotesca y atrevida que solo nombrarla en Japón sigue siendo tabú desde hace 50 años y acaba de llegar a Filmin

‘Horrors Of Malformed Men’ es una estrafalaria adaptación de la obra de Edogawa Rampo que ha influenciado hasta 'The Ring'

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Hay rarezas que parece que siempre han estado ahí, pero lo cierto es que durante mucho tiempo no había mucha información sobre películas como ‘Horrors Of Malformed Men’, puede que el ejemplo más completo del subgénero japonés “erótico-grotesco”, lo que hemos llegado a conocer como Eroguro, una etiqueta que sirve de tapa a una caja llena de situaciones extrañas, sexuales y horripilantes. Lo mejor que nos proporcionan las plataformas de streaming es que ahora podemos acceder a joyas perdidas como esta en Filmin con un solo clic.

Explicar las bondades de este largometraje no es sencillo, ya que comienza como un misterio de asesinato al que sigue un thriller de fuga, luego se convierte en una historia de casa encantada y llega a una segunda mitad que parece una versión sexualizada de ‘La isla del Dr. Moreau’ de H.G. Wells. En realidad, la película está basada en la obra de Edogawa Rampo, pero no de una concreta, sino que toma un poco prestado de varias historias diferentes, aunque principalmente de ‘El Extraño Caso De La Isla Panorama’.

Entre otras piezas de Rampo, se pueden identificar ‘El ogro de la isla solitaria’, ‘La silla humana’ o ‘Un caminante en el ático’, pero lo más llamativo es que fuera estrenada en 1969 por Toei Company, un estudio más conocido por sus trabajos de animación y enfocados a un público juvenil como 'Dragon Ball'. Puede que pensaran que no perdieran mucho probando a lanzar algo barato, con una producción similar a las series B de su era. Puede que lo que les interesara era adaptar a Edogawa Rampo (seudónimo inspirado en su autor estadounidense favorito, Edgar Allan Poe), aunque la forma en la que conecta unas historias a otras es tan disparatada que explica por qué el guion se considera inconexo e ilógico.

Una rareza sin parecidos a la vista

Principalmente, ‘Horrors Of Malformed Men’ podría considerarse una especie de enigma familiar, en el que un joven estudiante de medicina llamado Hirosuke sufre extrañas visiones relacionadas con mujeres deformes y la costa rocosa de una isla lejana. Un día descubre que un hombre idéntico a él ha muerto, e intentando averiguar su identidad, se hace pasar por su doble muerto y se muda con la mujer de éste. Así puede dedicarse a la búsqueda de su misterioso doppelganger en espectáculos circenses, siguiendo nuevas pistas que le llevan a una isla solitaria que reconoce de sus sueños.

Allí descubre al estrafalario Jogoro, señor de un reino de rarezas humanas que ha creado él mismo, y se le revelará el oscuro secreto de este paraíso de freaks, que incluye secuestros, experimentos quirúrgicos y revelaciones de impacto. El guion no deja de tener giros extraños que conducen una trama errante hasta un final con un bloque de explicaciones de un detective privado que no habíamos visto hasta entonces, un auténtico cadavre exquis, tan caótico como fascinante. Sin embargo, las imágenes se quedan grabadas en la mente, perturban y repelen a partes iguales.

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‘Horrors Of Malformed Men’ es la película más controvertida de Teruo Ishii, uno de los autores de culto más prolíficos y conocidos de Japón, célebre por ser director de películas eróticas y de tortura de los años sesenta y setenta, que empezaron a dominar algunos cines cuando el público empezó a quedarse en casa viendo la televisión. El emergente Pinku Eiga, una categoría de cine con contenido sexual, fue el receptáculo perfecto para el eroguro y las perversiones de los textos de Rampo, un refugio para Ishii y la excusa perfecta para una obra de género que buscaba despojarse de las convenciones y los gustos mayoritarios.

Del cine de desnudos al teatro del pánico

El resultado es que por una parte se nota la necesidad de desnudos parciales exigida en este subgénero, y por otra parte una inusual resistencia a convertirlos en la esencia del proyecto; por supuesto que hay mucha piel a la vista, pero también un contexto desagradable que hace que no resulte especialmente atractiva. Hay un espíritu de cine de explotación, con planos de pechos, sangre y gore, pero Ishii destaca usando esos elementos, consecuencia de sus recursos limitados, para convertirlos en un imaginario creativo que no se parece a nada.

El espectador no tiene ni idea de lo que va a ver, desde arañas espantosas a encuentros dementes, seres deformes, actuaciones de auténticos artistas de circo, operaciones y torturas perturbadoras, técnicas de montaje abstractas, fotogramas congelados, filtros repentinos y una atmósfera tenebrosa que contrasta con una vocación multicolor que parece el último estertor de una época chillona. Las visiones de hombres contrahechos, caminando a través de calles adoquinadas, parecen prefigurar la obra de Jodorowsky o Arrabal, y aunque no es tan radical como aquellos, Ishii lleva su película a un extremo pocas veces visto hasta ese momento.

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Han pasado muchas décadas desde que se rodó ‘Horrors Of Malformed Men’, por lo que gran parte de su valor escandaloso de se ha perdido, pero en su contexto histórico es cuanto menos inimitable. Por ejemplo, Jogoro es uno de sus virtudes más indescriptibles, un villano que puede ser un Mad Doctor pero está en un plano divino indescriptible, una inquietante mezcla asiática de Charles Manson y el villano de El hombre de mimbre’, una presencia amenazadora, no binaria y desquiciada hasta el final, quizá gracias a la elección del cofundador del butoh, Tatsumi Hijikata para el papel.

Un genio del baile de vanguardia

El estilo de baile butoh nació en los 60 como respuesta a un gran cambio social en Japón y la profunda transformación de Tokio en medio de revueltas. El as en la manga de Ishii fue introducirlo como si la película fuera una de sus representaciones narrada, aprovechando la fuerte potencia visual de sus torsiones físicas y movimientos exagerados, concebidas como un contraste deliberado con las formas de danza occidentales. El grupo de baile de Hijikata interpretaba también a la tribu de Jogoro, formada por mutilados y perturbados mentales, lo que les da un carácter especialmente grotesco.

El hecho de ser una forma de danza hace que su performance sobreviva el paso de los años, no solo porque siguen siendo eficaces sino porque han influenciado algunas características del terror oriental, tanto del kaidan como los zombies retorcidos de ‘Train to Busan’. En particular, hay una escena con el doctor moviéndose entre las rocas como si fuera un hombre cangrejo con un fondo naturalista de olas rugientes. El largo cabello negro de Jogoro cuelga sobre su rostro, oscureciendo casi por completo sus ojos enloquecidos, muy en consonancia con iconos como Sadako y Kayako.

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Entre su vestido y movimientos erráticos recuerda mucho a lo que veríamos en las escenas claves de ‘The Ring’, especialmente la grabación del fantasma caminando lentamente hacia la pantalla, que es exactamente lo que hace aquí Hijikata en un plano fijo. Otro aspecto tanto del baile y la película, es que los seres deformes proyectan los ecos visibles de las bombas atómicas que dominaron la cultura japonesa de la era, con las quimeras de la isla como un reflejo de pesadilla de las mutaciones postnucleares.

Una prohibición sin indultos

Sin embargo, su riqueza de temas y valor sociológico quedan fácilmente enterrados por sus aspectos incendiarios como el incesto o la tortura, hasta ecos necrófilos en el momento en el que una mujer come los cangrejos que se alimentan del cuerpo de su amante muerto. No hay mucha violencia gráfica, pero sí situaciones grotescas que llevaron a enérgicas protestas desde el mismo momento de su estreno, y su propio estudio Toei la prohibió durante las tres décadas siguientes. En Japón fue tan difamada que la mera mención de su título (que contiene connotaciones muy degradantes en el idioma original) se considera tabú en Japón.

La prohibición se extendió al resto del mundo, más por la consecuente falta de interés, y en Estados Unidos no se editó hasta el 2007, creándose un aura de película maldita que le ha acompañado hasta la actualidad. En realidad su impacto tiene hoy más interés en su carácter surrealista, la belleza de la fotografía de Shigeru Akatsuka, captando la fuerza del entorno rocoso de la península de Noto y por hacer un buen compendio de la obra de Rampo, ideal como introducción a su universo temático y visual.

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‘Horrors Of Malformed Men’ recuerda a versiones exóticas de ‘La isla del Dr. Moreau’ como las sagas de películas filipinas como la trilogía de ‘The Blood Island’ (1968-1970) o ‘The Twilight People’ (1972) pero más allá de citas particulares no hay ninguna película posterior que se le parezca especialmente. Los fans del artista Suehiro Maruo encontrarán un estupendo germen de sus obsesiones —de hecho ha adaptado los mismos relatos en su obra— y cualquier interesado en el terror japonés encontrará un fantástico puente entre las historias clásicas de fantasmas y la locura que desarrollaron autores como Takashi Miike.

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