'La tapadera', un coloso llamado Dave Grusin

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Si antes de empezar a leer estas líneas, habéis escuchado la música del vídeo que he incluido sobre ellas, probablemente os importe un carajo lo que voy a decir sobre la película, y o bien queréis que hable sobre esta extraordinaria banda sonora, o bien os habéis ido corriendo a comprar el cd para dejarlo en un lugar de honor de vuestra colección. Para qué vamos a andarnos con rodeos: lo único realmente hermoso de la película número diecisiete de Pollack como director es su música, en sí misma una obra de arte, compuesta por el legendario Dave Grusin (un habitual de Pollack) y resuelta íntegramente a piano (con alguna percusión aislada), aunque se incluyeron algunas canciones en su bso. Escuchando esta música, sin haber visto la película, quizá se imagine el oyente una película asombrosa e inigualable. Qué va, nada de eso. Hay muchos ejemplos en la historia del cine de partituras formidables para imágenes mediocres. El cine, en su mayor parte, es muy poca cosa en comparación con la música. Salvo honrosas excepciones, que comprenden que el cine ha de ser tan específico en su forma como lo es una melodía o una sinfonía.

Sydney Pollack, quien murió un tanto prematuramente hace dos años y medio, era capaz, dentro de su condición de artesano y de gran profesional, de películas muy hermosas y de otras no tanto. Algunas le quedaban increíblemente impersonales, frías, vacías. ‘La tapadera’ (‘The Firm’, 1993) es una de esas películas. Estrenada en 1993 como una de las grandes apuestas del año, significó un éxito asombroso en taquilla, gracias a una muy inteligente campaña de promoción, y confirmó a Tom Cruise como la más grande estrella de Hollywood de los años noventa, que todavía encadenaría un par de grandes triunfos comerciales, y que ya empezaba a obesionarse con un premio, en forma de calvo dorado, que aún se le resiste, y que parece muy dudoso que pueda obtener algún día. Era la punta de lanza de un reparto primoroso, una producción con mucho empaque, y un rosario de talentos que no brilló como debería, salvo en un caso.

Curiosamente, Cruise venía de interpretar el año anterior a otro abogado, en una película muy superior, titulada ‘Algunos hombres buenos’ (‘A Few Good Men’, Rob Reiner, 1992), quizá su mejor interpretación junto a ‘Entrevista con el vampiro’ (‘Interview with the Vampire’, Neil Jordan, 1994) y ‘Magnolia’ (id, Paul Thomas Anderson, 1999). Aquí está bastante bien, pero te importa más bien poco su supuesta tragedia, es imposible identificarse con él. Es más, todo queda bastante poco creíble, y predecible. Adaptación homónima de la novela del mediocre John Grisham (otro fabricante de “best-sellers”), ‘La tapadera’ confunde complejidad con complicación, y ni siquiera es complicada. Más de dos horas y media se antojan innecesarias para tanta superficialidad, y para un suspense tan mal armado. ¿Este es el director de ‘Los tres días del cóndor’ (‘Three Days of the Condor’, 1975)? Me lo han cambiado…pero vamos…que deis al play en el siguiente vídeo, no sé a qué esperáis:

En pocas palabras: obra maestra. Me refiero al tema musical, claro. No se le puede pedir mayor elegancia, sabiduría y expresividad al genio Grusin. Pero la imagen va por otros derroteros. Pollack filma desganado, como aburrido, sin chispa. Parece que estamos viendo un telefilme mientras escuchamos una música subyugante, cautivadora. Esta música estaba destinada para una gran película a lo Hawks, a lo Lang, pero se tuvo que conformar con una trama tan sosa y tan facilona. Música nominada al Oscar, como no podía ser de otra manera, perdió contra el John Williams más inspirado y más doloroso, el de ‘La lista de Schindler’ (‘Schindler’s List’, Steven Spielberg, 1993), pero si hubiera ganado no creo que nadie hubiera podido protestar. Pero centrémonos un poco en otros aspectos, a base de preguntas: ¿Cómo un actorazo como Gene Hackman, en un papel que en un principio era ideal para él, acaba siendo una caricatura, con una tranformación final inverosímil? ¿Cómo una actriz tan solvente y sensual como Jeanne Tripplehorn goza de tan poca química con Cruise y sale tan poco interesante?

¿Cómo Paul Sorvino y Joe Viterelli, que habían interpretado ya a unos cuantos mafiosos de antología, dan la impresión de estar perdidos, grotescos, como en otra película, casi cómicos? ¿Por qué la fotografía de John Seale, uno de los operadores más autoexigentes de Hollywood, es tan apagada y carente de todo interés? ¿Por qué el diseño de producción de Richard Macdonald, que murió poco después, es tan trivial y tan olvidable, indigno de una supuesta gran película de suspense? Seguimos las desventuras de un abogado que se traslada a Memphis, para trabajar en una oscura firma de abogados, y la ilusión pronto se transforma en aburrimiento, y somos testigos de que los guionistas (entre ellos, nada menos que Robert Towne) nos toman por idiotas, y que donde debería haber angustia, o incertidumbre, sólo hay impacto hueco y de poco vuelo. Menos mal que secundarios maravillosos como Ed Harris, Gary Busey o Holly Hunter salvan un poco la función.

Al final, con su absurda conclusión, uno se pregunta dónde está el gran cine prometido, y es fácil imaginarse a Pollack filmando un suspense facilón y comercial que le diera algo de margen para su recta final como director. Desgraciadamente, el increíble (en doble sentido) éxito de esta película, no se tradujo en grandes filmes posteriores, y el director cerraría su carrera de una manera bastante convencional y gris, haciendo añorar su riesgo y su talento de antaño. Por suerte, nos queda su fabulosa banda sonora, y no me importa dar bien la brasa con ella. Grusin tiene el gran mérito de expresar toda una gama de emociones (soledad, vitalidad, desesperación, tensión, romanticismo…) valiéndose únicamente de sus manos y de un piano, y elevando las imágenes de esta película muy por encima de donde se merecen realmente. Ni siquiera he podido incluir aquí algunos cortes sensacionales: el melancólico y compasivo ‘Ray’s Blues’ o el diáfano y delicado ‘How Could you Lose Me?’.

Personalmente lo que hago es, y casi aconsejo hacerlo, es poner la música e imaginarme una película muy distinta a la de Pollack, porque el colorido y las sensaciones que transmite la música de Grusin lo permiten. Basta escuchar ‘Mud Island Chase’ y uno ya está en una gran película:

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