'Los Mercenarios 2', diversión nostálgica y hostias como panes

'Los Mercenarios 2', diversión nostálgica y hostias como panes
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Hace un par de años llegaba a los cines de todo el mundo ‘Los Mercenarios‘ (The Expendables, Sylvester Stallone, 2010), un revival del cine de acción ochentero que hizo las delicias de muchos nostálgicos del género. Sin embargo, yo me sitúe en el bando de los decepcionados, ya que estuvo lejos de darme lo que esperaba de una producción de estas características, pero no por ello perdí la esperanza en que ‘Los Mercenarios 2‘ (The Expendables 2, Simon West, 2012) pudiera gustarme. Y ya puedo adelantaros que esta secuela está muy cerca de lo que uno podría esperar de una cinta así: Un tremendo divertimento que no cae en el fatídico error de querer tomarse demasiado en serio a sí mismo.

Los cambios respecto a ‘Los Mercenarios’

No es que ‘Los Mercenarios’ fuese un desastre, pero sí que tenía tal cantidad de problemas que era muy complicado disfrutar de la película en su conjunto. Para entendernos, todos los momentos dramáticos iban de lo fallido a lo espantoso, sin conseguir en ningún momento la implicación emocional de un espectador que en ningún caso quería revivir los peores aspectos del cine que se estaba homenajeando. De hecho, se daba bastante relevancia a este punto, intentando dar de cierto trasfondo a algunos personajes, ya sea mediante tramas personales (la novia de Jason Statham) o giros de guión poco elaborados (los concernientes a Dolph Lundgren). Para el recuerdo quedaban ciertas idas de olla puntuales y la memorable secuencia que compartían Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis, y estos puntos se han potenciado todo lo posible en ‘Los Mercenarios 2’.

Sylvester Stallone y Chuck Norris en

Uno de los grandes aciertos de esta secuela ha sido limitar la participación de Sylvester Stallone, el cual demostró sus carencias tras las cámaras en la primera entrega y también que como guionista, por mucho que llegase a ser nominado al Oscar, tampoco es nada del otro mundo. No es que Simon West sea una especie de Dios del cine de acción (no abundan los directores con tanto talento para el género como John McTiernan), pero sí que había demostrado su pericia en otra propuesta con cierta carga irónica como fue la simpática ‘Con Air (Convictos en el Aire)’ (Con Air, 1997) y eso es algo que se nota en ‘Los Mercenarios 2’. West mantiene la tendencia a los excesos de la primera entrega, pero también ofrece unas coreografías para las peleas físicas en las que seguirlo todo con tranquilidad al mismo tiempo que potencia su espectacularidad. Este punto también se mantiene en escenas concretas como la grandiosa primera aparición de Chuck Norris, con el cual la película abraza abiertamente el saltarse la lógica narrativa en aras de impactar al espectador con un chute de adrenalina y nostalgia como pocas veces se ha visto en pantalla.

Ese detalle se traslada también al guión de la película, ya que son conscientes de que el dramatismo es un punto frágil (algo evidente cuando se centran en la tragedia de los mineros) que sólo resta empaque a un espectáculo lúdico-festivo de las one-liners características de los protagonistas, violencia exagerada y peleas cuerpo a cuerpo, todas ellas orientadas a conseguir que el espectador pase un rato divertido rememorando películas que, salvo raras excepciones, no eran nada del otro mundo. Es por ello que hay que calificar como acierto que el guionista contratado sea Richard Wenk (Stallone también anda por ahí, ojo), el cual ya había colaborado con West en la estimable ‘The Mechanic’ (2011). Y es que Wenk opta por reducir la historia a su mínima expresión: Han matado a uno de los integrantes de la banda de mercenarios y la venganza no es plato que se sirve frío, sino a base de explosiones, tiroteos y patadas voladoras.

Jean-Claude Van Damme en

Esto se consigue a base de sacrificar el desarrollo de personajes, ya que la primera aparición de Jean-Claude Van Damme es ejemplar, creando la sensación de amenaza letal con facilidad. La pega es que luego es alguien que hace maldades en lo que espera a que Stallone y su equipo aparezcan para la inevitable batalla final. En condiciones normales criticaría hacer algo así, pero ‘Los Mercenarios 2’, al igual que muchas producciones de director más venerados como David Lynch, es una película que vive de las sensaciones que crea en el espectador, y para ello era necesario soltar lastre y centrarse en dar momentazos al espectador. Habrá quien cuestione esta decisión como una muestra de incapacidad, pero lo cierto es que es todo lo contrario. Cada película ha de potenciar sus virtudes al máximo, y del mismo modo que se permite a ciertas producciones que su guión esté cercano a ser ridículo de forma individual, tampoco debería haber pegas a la hora de permitírselo a una película como ‘Los Mercenarios 2’.

Los tíos duros de ‘Los Mercenarios 2’

La necesidad de sacrificar el desarrollo de personajes hace que algunos que ya eran algo endebles en la primera entrega se vean reducidos a mero relleno para destacar por alguna ocasional réplica verbal o a través del uso de la violencia. Los casos más claros son los de Randy Couture, Terry Crews y Jet Li, teniendo al menos el último determinado momento para lucir en todo su esplendor. Sin embargo, eso no es algo que sólo ataña a rostros ya conocidos, ya que ni Liam Hemsworth (algo cansino con sus dudas morales), ni Yu Nan (se queda en mera anécdota que haya una mujer en el equipo) tienen demasiadas posibilidades para demostrar su talento. Eso sí, hay un gran beneficiado de todo esto, y no es otro que Dolph Lundgren, del cual ya conocía sus dotes como showman (os recomiendo entrar al enlace), pero no sus posibilidades como humorista, ya que ser el alivio cómico es su función en ‘Los Mercenarios 2’, haciendo un trabajo estupendo.

Los protagonistas de

Tanto Arnold Schwarzenegger como Bruce Willis ven incrementados considerablemente sus papeles en la película. El primero mantiene su rivalidad dialéctica con Stallone y ambos hacen acto de presencia en varias escenas de acción, donde se dedican a ser más chulos que el ocho, soltar frases lapidarias y hasta a soltar las frases más memorable que han aportado al género. Su presencia eleva el nivel de carisma de la función y dispara la vena nostálgica de la película. Sin embargo, es Chuck Norris el que realmente cuenta con un personaje calificable como de ‘el puto amo’, donde poco importa el anacrónico uso de cierto tema musical o que su presencia sea un sinsentido narrativo. su mera aparición compensa cualquier fallo derivado de la misma.

Sin embargo, West y Wenk aclaran con brillante que los protagonistas del relato son Sylvester Stallone y Jason Statham en el bando de los héroes y Jean-Claude Van Damme y Scott Adkins entre los malvados, siendo la primera aparición de los segundos bastante definitoria al respecto. Y es que al espectador no le quedan dudas de que Statham se enfrentará a Adkins y, una vez solventada esa pelea, Stallone a Van Damme. Aquí también se aclara rápidamente el tono casi paródico de ‘Los Mercenarios 2’ con el mero hecho de llamar Vilain al personaje de Van Damme, ya añadiendo un l nos da como resultado villain, el equivalente en inglés a la palabra villano. Nadie que quiera que su película sea tomada en serio haría algo así. Sobre su trabajo, todos cumplen según lo esperado con la excepción de Van Damme, el cual compone un villano memorable que deja en ridículo al que interpretaba Eric Roberts en la primera entrega.

Sylvester Stallone protagoniza

En definitiva, ‘Los Mercenarios 2’ es un buen entretenimiento que sabe no tomarse en serio a sí mismo para dar diversión casi sin límite a los que estén interesados en ver una producción de estas características. Supera holgadamente a una primera entrega un tanto decepcionante, seguramente porque Sylvester Stallone, sin el cual esta saga jamás hubiese existido, aceptó abarcar menos responsabilidad en esta secuela. Eso sí, quien espere encontrarse con un buen guión, ya puede ir olvidándose de verla, ya que, guste o no, aquí el ofrecer momentos cool (que son unos cuantos, y todos funcionan a la perfección) al espectador prima por encima de cualquier cosa.

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