'Mari(dos)' no es lo que me esperaba en absoluto: una inteligente deconstrucción de la masculinidad tóxica con un guion repleto de sorpresas

'Mari(dos)' no es lo que me esperaba en absoluto: una inteligente deconstrucción de la masculinidad tóxica con un guion repleto de sorpresas

De verdad, os lo prometo, soy el primer sorprendido por este giro de los acontecimientos

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Maridos

Cuando en una película lo primero que vemos es el logo de Mediaset y Telecinco Cinema, lo más normal es que suspiremos de tedio ante lo que está por venir. Aunque en el drama han dado en el clavo en más de una ocasión ('Lo imposible', 'Un monstruo viene a verme', 'No habrá paz para los malvados', 'Celda 211', 'Negociador') es normal unir a las dos productoras mentalmente con muestras de la comedia más españolita: 'Operación Camarón', 'Si yo fuera rico', 'Es por tu bien' o 'La daga de Rasputín', por ejemplo, salieron de aquí. Y el tráiler de 'Mari(dos)' no promete que la cosa vaya a ir por otros derroteros. Sin embargo, la sinvergonzonería de su premisa deja paso a un relato de amistad, amor, deconstrucción masculina y giros inesperados. Quizá no os lo creáis, pero aquí el primer sorprendido he sido yo.

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Todos temíamos que Lucía Alemany hubiera caído en la maldición de las segundas películas después de deslumbrar en 2019 con la muy competente 'La inocencia', entregándose al dinero rápido y a la distribución masiva que le podía dar Telecinco. Pero lo cierto es que 'Mari(dos)' es, al mismo tiempo, un cambio de rumbo en su trayectoria manteniendo su compromiso con las historias que esconden mucho más de lo que parece y la muestra perfecta de que las comedias aparentemente bobas no tienen por qué quedarse solo en la superficie.

Alemany se dedica durante algo más de hora y media a diseccionar a dos hombres que encuentran en la situación más inimaginable, pero que niegan su amistad contra todo pronóstico por una masculinidad tóxica interiorizada y un sentimiento de posesión casi atávico. Y todo ello modelado a base de secuencias tronchantes con un timing cómico casi perfecto. Para mi propia sorpresa, 'Mari(dos)' tiene una tesis y algo que contar sobre el mundo que nos rodea. No es, por entendernos, 'Villaviciosa de al lado'.

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Cierto es que para llegar a este punto hay que sortear distintos badenes: el guion, que tiene más de un giro brillante que no puedes olerte hasta el final, cae en el simplismo en más de una ocasión y, al querer meter demasiados componentes en la misma olla, no todos terminan por estar igual de bien hechos. Pasa con el personaje del niño trans, que pertenece a otra película (aunque sirve para ver la evolución de Emilio) y acaba estando demasiado desdibujado para un tema que se debe tratar con cuidado y sin caer en simplezas. Es un pequeño error en una película que, por lo general, sabe controlar cuándo y cómo reírse, apenarse o hacer brillar a sus personajes.

Un catalán sevillano

No todo es miel sobre hojuelas y hay algunos errores de base francamente extraños. Por ejemplo, el de la catalanidad de un sevillano. Por algún motivo que nada aporta a la historia, Paco León interpreta a Toni, un catalán con un acento tan fuerte como impostado que no termina de tener un motivo más allá de "hace risa". Por mucho que el personaje tenga momentos magníficos (esa primera conversación en el coche en la que saca el tema de los límites del humor), siempre hay algo en la actuación que no nos permite entrar del todo.

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Al menos enfrente tiene a un portentoso Ernesto Alterio que siempre es solvente tanto en drama como en comedia, con el papel de un padre de familia hastiado de la vida y con muy mala leche que, en el fondo, esconde un profundo rencor hacia sí mismo. Su viaje emocional es lo más bonito e interesante de 'Mari(dos)': en su primera escena es un cascarrabias sarcástico, que crece como persona hasta ser capaz de admitir sus debilidades. La película orbita en torno a la relación de ambos al descubrir que comparten mujer... y es capaz de alejarse de la casposidad para sorprender con un retrato honesto de las nuevas masculinidades alejado del machismo y con hallazgos entrañables e inesperados (ojo a ese momento de gritar al vacío meando en la nieve).

¿Significa todo esto que la película es un mitin político o un discurso tuitero? No. Para nada. Es tan divertida como sutil, y los granos que siembra (la discusión sobre el sexo oral) los recoge siempre y de manera muy sabia. En 'Mari(dos)' no hay chistes que queden levitando en la nada: todo se une perfectamente, desde el trasunto de 'Teo' que dibuja Emilio hasta la resolución del misterio que trata de solucionar Toni. No solo es un guion coherente que no busca solo la carcajada por la carcajada, sino que, además, tiene algo que contar.

¿Hay público ahí fuera?

La gran pregunta es si existe un público para una película como esta, más sofisticada de lo que ninguno de sus tráilers hace esperar pero lo suficientemente gamberra para que tu cuñado la disfrute sin necesidad de darle media vuelta. Es como hacer 'Scream VI' y dedicar tu campaña de marketing a los fans del drama de época. Es difícil, con escenas sueltas, captar los temas de los que realmente trata la película, pero la promoción la hace parecer tan genérica que no parece que vaya a ser el éxito que merece en un cine español que debe demostrar que tiene comedia más allá de Santiago Segura.

'Mari(dos)' no es el epítome del cuñadismo, sino una muesca más en la muy interesante carrera de Lucía Alemany, que convierte lo que podría ser una tontería rocambolesca en una película en estado de gracia, con un guion mucho mejor engrasado de lo que debería, tratando temática social con finura y sutileza, retratando estereotipos que van mucho más allá del mero perfil y con unos actores que dominan el timing cómico, felices de ir más allá de lo que cualquiera podría intuir.

No os dejéis llevar por el cutre título: 'Mari(dos)' sabe tocar las teclas emocionales en los momentos adecuados, presenta una maravillosa caterva de secundarios (Raúl Cimas como médico que no tiene ni idea es pura gloria, Vladimir roba cada escena en la que aparece) y desafía las expectativas de un espectador más sofisticado de lo que la propia productora espera. No os va a cambiar la vida, pero sí puede que os enseñe a creer, aunque sea un poquito más, en que las apariencias engañan.

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