'Monstruoso', mucho más de lo que parece

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Curioso filme Cloverfield.

Curioso, porque se me antoja que no es una película tradicional (obvio que no lo es), sino algo más cercano al cine experimental. Y si digo "algo" en vez de película es porque me parece que, más que un filme, se trata de una experiencia en sí misma. Una que excede los límites tradicionales de lo que todos conocemos como "ir al cine a disfrutar una película". Esta película trasciende los límites físicos de la pantalla en la que se proyecta.

Y es que, primero, Cloverfield no se disfruta, se padece. Emocional y físicamente. Al punto de que, con las palomitas de maíz y la gaseosa deberían vender bolsas para mareo, de esas que solían repartir en los aviones. A tal punto llega el uso desenfrenado e histérico de la cámara en mano en la cinta.

Segundo, porque al acabar los créditos y encenderse las luces de la sala, como a los demás espectadores, te embarga una sensación de estafa, de expectativas no cumplidas, de que no te contaron todo lo que debían contarte por el precio del boleto. Pero he aquí que, creo, las culpas deben recaer más sobre nosotros los espectadores que sobre los realizadores: no fue que te estafaron, ¿por qué mejor no dices que te dejaste estafar?

Una estafa es un delito de a dos. Décadas de cine industrial, narrativo, cronológico, análogo, lineal, previsible, inofensivo nos han convertido en espectadores pasivos, contrariamente a lo que quería, por ejemplo, el viejo cascarrabias bolchevique de Eisenstein. Si no vimos la historia, fue porque no quisimos. Acaso nuestra reacción airada al final, exigiendo la devolución del dinero de la entrada, no sea otra cosa que la reacción de las masas pasivas, acostumbradas a ese cine populista que te da en la boca el alimento predigerido. "Espectadores de salón", no somos más que eso... En eso nos han convertido.

Temo que la experiencia llamada Cloverfield no acaba cuando cesan los créditos finales con el misterioso mensaje codificado. Sospecho que la cinta encierra en sí misma todas las claves para descifrar su historia. Una vez salga a la venta el DVD, un puñado de espectadores obsesivos la verá, una y otra vez, hasta develar y dar a conocer cada una de esas claves ocultas, como si escudriñaran una de esas grabaciones de aficionados de los ataques del 11 de Septiembre del 2001, en busca de indicios que le dieran un sentido a la tragedia colectiva.

Mucho se ha escrito sobre las referencias de la cinta a los ataques terroristas, pero creo que esas referencias no se agotan en lo obvio, como la secuencia en la que vemos derrumbarse, allá en el fondo, el edificio Chrysler y acto seguido una enorme polvareda obliga a nuestros protagonistas a refugiarse en una establecimiento comercial —en los días posteriores al 11S debí ver cientos de veces el vídeo original, idéntico.

Pero decía que Cloverfield va más allá de esas referencias obvias. el filme de Matt Reeves y J.J. Abrams es, en sí mismo, un vídeo aficionado del 11S, plagado de claves a descifrar, pistas falsas, tragedias apenas entrevistas y revelaciones no vistas. Como experiencia que nació en la World Wide Web con una estupenda campaña viral, no me cabe la menor duda de que a la web habrá de volver. Pronto aparecerá en la red toda suerte hipótesis, conjeturas y teorías explicando los sucesos narrados en el filme.

En este sentido, no puedo dejar de pensar en el daño irreparable que este filme le hará a pseudo documentales conspirativos como Loose Change reduciéndolos a lo que siempre han sido: a mero entretenimiento, al producto de adolescente con demasiado tiempo, recursos, paranoia e histeria en sus manos.

Ningún elemento visible dentro del rectángulo del encuadre cinematográfico esta allí por azar. A menos que se trate de un filme amateur. Cloverfield, aunque se empeñe en parecerlo, ciertamente no lo es. De modo que la fiesta del comienzo es más que una fiesta y sus personajes pijos y anodinos, son más que personajes pijos y anodinos. Sólo hace falta una mirada más atenta y activa para averiguarlo. Creo.

Cloverfield devuelve la narrativa cinematográfica a sus albores, cuando las películas, eran exhibidas en los parques de atracciones, junto a las mujeres barbudas, los hombres más gordos del mundo y las montañas rusas; cuando era más importante el impacto emocional que la exuberancia de la trama. No en vano, el filme comienza con una referencia a un parque de atracciones, con un lento inicio que semeja la primera cuesta de una montaña rusa y un desarrollo plagado de vertiginosos altibajos (sí, que inducen a la náusea como en las montañas rusas verdaderas) y culmina en la atracción mecánica del parque de atracciones mencionado al inicio.

¿Una continuación? Desde luego que vendrá. Pero más que una continuación, sospecho que se tratará del recuento de los mismos acontecimientos, pero vistos desde el lente de otra cámara. El contraplano o contracampo de este plano. Mientras veía la película, no dejaba de pensar en que, en el mismo momento pero en otro lugar (o lugares), otras cámaras enfocaban los mismos sucesos, dotándolos de una nueva perspectiva, nuevos significados y nuevos misterios.

Como el misterio del formato de la cámara empleada para registrar los hechos. ¿Por qué al principio se habla de una tarjeta SD encontrada en el parque, mientras que en el resto de la película se habla de una cinta o cassette?

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