Nueve Vidas y una cámara

Nueve Vidas y una cámara
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Rodrigo García aparte de ser el hijo de Gabriel García Márquez, saltó a la fama por así decirlo hace unos seis años cuando dirigió su primer largometraje, el estimable 'Cosas que Diría con sólo Mirarla' que al igual que 'Nueve Vidas' era un acercamiento a los sentimientos de un determinado grupo de mujeres, cada una de ellas marcada por algo en concreto, casi siempre una relación con un hombre. A García le tengo muy presente porque actualmente estoy visionando la serie de televisión 'Carnivàle', inédita en nuestro país que fue un fracaso de audiencia porque probablemente es una serie realizada con inteligencia y enormemente fascinante. Curiosamente ahora mucha gente está viendo sus dos únicas temporadas a través de la red y la serie está consiguiendo el título de "serie de culto". García dirigió algunos de sus completos y complicados episodios.

'Nueve Vidas' es el tercer largometraje que ha dirigido García y que ha tardado un poco (qué raro) en estrenarse entre nosotros, a lo que hay que sumar lo que yo he tardado en verla. Su argumento es en realidad nueve argumentos de nueve episodios en los que se divide la película, cada uno de ellos protagonizado por una mujer con algo importante qué contar, aunque en algunos casos es de mucho interés y en otros de más bien poco. Esto es algo que se da mucho en los films divididos en episodios, es difícil mantener un mismo nivel en todos. Afortunadamente en esta película hay más cosas buenas que malas.

Para hacer más atractivo todo, García recurre al plano secuencia en todos sus capítulos, realizando en algunos de ellos verdaderos prodigios con la cámara, como el fantástico episodio que transcurre en un supermercado y que para el que esto suscribe es el mejor de toda la película, ya que logran transmitir muy bien la angustia de los personajes, sus emociones y sentimientos, algo que no ocurre en alguna otra ocasión o con menos intensidad. La cámara siempre está presente como si se tratara de un personaje más y es la que salva la función cuando en alguna de las historias el guión no está a la altura, como por ejemplo en el episodio de la chica que vive con su madre y su padre inválido y no sabe si ir a estudiar fuera de su ciudad.

Ni que decir tiene que nos encontramos sobre todo ante una película de actores, y en ese aspecto no hay ni la más mínima pega, todos se lucen. Mención especial me merecen Robin Wright Penn, actriz que merece mejor suerte de la que está teniendo. Jason Isaacs que comparte capítulo con Penn con la que se compenetra a la perfección. Ian McShane, recientemente visto en 'Scoop', verdaderamente sensacional. Holly Hunter y Stephen Dillane también compartiendo episodio, uno de los más incómodos, y también perfectamente compenetrados. La belleza de Amy Brenneman. Elpidia Carrillo brillando con luz propia en un instante muy dramático. E incluso Glenn Close y la horrorosa, por fea, Dakota Fanning en el que es el capítulo más sorpresivo de todos y que no por casualidad es el último.

Puede que algunas de las historias hubieran dado para más o se podrían haber desarrollado mejor, pero el dinamismo con el que García lo rueda todo anima bastante la función y hace que no nos aburramos durante toda la película.

Una buena película con la que García se acerca, una vez más, al universo femenino, dejando siempre al hombre en un plano secundario. Un universo femenino en el que, al igual que en la vida real, la mujer es una superviviente nata, una luchadora constante, con mayor o menor sufrimiento, siempre en silencio. Una preciosa y sencilla música de Ed Shearmur nos recalca todo eso y mucho más.

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