'Ruby Sparks', los usos de la musa

'Ruby Sparks', los usos de la musa
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Un escritor en crisis creativa (Paul Dano) está intentando alumbrar su segunda y esperada novela, tras el éxito de culto que supuso la primera. Marcado por una vida social más bien escasa, imagina a una mujer adorable llamada Ruby Sparks (Zoe Kazan) y comienza a escribir su historia. La sorpresa será mayúscula cuando Ruby aparezca verdaderamente en su vida y él tome el control de todo cuanto escribe e imagina.

Esta película de los directores de 'Pequeña Miss Sunshine' (Little Miss Sunshine, 2006) tiene la ventaja de contar con un guión muy inteligente que firma la propia protagonista de la película, Zoe Kazan. Uno creería que 'Ruby Sparks' (id, 2012) es otra película sobre mujeres más o menos raritas, con voz aguda y costumbres algo alocadas que cautivan a machos que lo hacen todo por ellas: sufrirlas, trabajarlas para su inspiración, liberarlas y hasta dejarlas liberarlos. Llamemos al arquetipo maniac pixie girl o encantadora chiflada.

Justamente la sorpresa de esta película es que, conforme avanza la historia, nos alejamos de una película más o menos encantadora y confortable como, pongamos el caso, 'Más extraño que la ficción' (Stranger than fiction, 2006) y nos adentramos en otra más o menos oscura y más bien vibrante. Y es que aunque hay quien vea el final como una pequeña concesión al gran público, son muchas las cosas turbias que plantea esta película.

Para comenzar, que las chicas son, en la mayor parte del cine actual, poco más que lindas muñecas con las que los escritores juguetean a su antojo, pasando de las dosis irrefrenables de alegría y jovialidad a las más insoportables de neurosis y descontrol emocional abusivo. El héroe, aparentemente pusilánime, es aquí alguien bajo sospecha al final de la película: poco menos que un egocéntrico y un solipsista, un idiota.

Y es que esta comedia romántica no juega ni a deconstruirlas, ni a reconstruirlas, sino a poner en marcha una serie de clichés con los que comentar la manera siniestra en la que nos relacionamos con los arquetipos y como estos no son universales sino que reflejan una visión del mundo - en este caso masculina, heterosexual, inmadura.

Al postularse como crítica de estos temas, Kazan encuentra ternura en su personaje principal pero no lo libra de aspectos francamente desagradables, ni de que al final de la película nos parezca un patético, un miserable, un manipulador, un idiota. Sin embargo, la Kazan guionista - tan hábil en la escritura como calculadamente adorable y superlativa está actuando de musa protagonista - prefiere que pensemos que ahora el escritor narcisista ha decidido empezar a imaginar a los demás y a intentar tratar con otras personas que van más allá de su radio de acción.

Un escritor no necesita musa, mientras que Kazan, que la interpreta con gran variedad de registros, nos recuerda que las mujeres tampoco necesitan serlo todo el tiempo. Son también - como la verdadera Kazan - escritoras y artistas, pensadoras, seres humanos, otra cosa muy distinta a las diosas y adornos a la que muchas veces son relegadas.

Annette Benning, Antonio Banderas y Chris Messina completan el reparto. Este es cine feminista, refrescante y bastante bien escrito. A mi compañero Caviaro también le agradó y así lo explicó en su crítica.

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