'Saw VIII' estira un chicle que ya no da más de sí

'Saw VIII' estira un chicle que ya no da más de sí

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'Saw VIII' estira un chicle que ya no da más de sí

Ya es suficientemente difícil hacer una película realmente buena como para conseguir volver a tocar las teclas adecuadas para hacerlo con una secuela. Obviamente las hay muy buenas, en ocasiones hasta mejores que la primera entrega, pero lo más habitual es quedarse por debajo, aunque a veces pueden ser estimulantes, otras decepciones más o menos acusadas y una completa pérdida de tiempo en el peor de los casos.

En el caso de la franquicia ‘Saw’ creo que hay alguna secuela rescatable -sobre todo la tercera entrega- y que al menos se intentaba ir ampliando la mitología en lugar de limitarse a ser más de lo mismo. Por desgracia no siempre funcionaba, ya que el propio concepto de la primera entrega limitaba bastante su recorrido. Eso ha vuelto a quedar en evidencia con ‘Saw VIII’ (‘Jigsaw’), en la cual se intenta volver a estirar un chicle que simplemente ya no da más de sí.

No vale con intentarlo

Escena Jigsaw

El legado de Jigsaw fue uno de los temas recurrentes de las secuelas de ‘Saw’, como también lo fue volver sobre sus motivaciones originales con la idea de seguir exprimiendo la presencia de Tobin Bell más allá de lo que sería razonable. A fin de cuenta, el asesino que interpreta no tiene nada de sobrenatural, sino que simplemente es un ser humano que llegó a una situación en la que decidió tomarse la justicia por su mano de una forma bastante retorcida.

Eso se tradujo en sus sanguinarios juegos que sirvieron como principal reclamo para seguir llevando a la gente a los cines hasta que su popularidad empezó a descender, cosa que curiosamente coincidió con el boom de ‘Paranormal Activity’. Hollywood ya tenía sucesora y dejó de lado a Jigsaw en 2010 en lo que parecía una decisión definitiva, o al menos hasta el inevitable reboot. Sin embargo, siete años después nos llega una secuela que conceptualmente se mantiene fiel a la franquicia.

Imagen Jigsaw

De hecho, ‘Jigsaw’ vuelve a explorar la idea del sucesor de nuestro maquiavélico psicópata sin por ello dejar de lado cómo llegó a ser lo que fue. Ahí se añade la idea de una especie de club de fans que podría haber dado mucho juego pero que a la hora de la verdad el libreto firmado por Josh Stolberg y Pete Goldfinger se limitan a presentar para nunca ir más allá. Sí que sirve como base para una de las esperadas revelaciones finales, pero es una lástima que no lo exploren más y mejor.

Lo que sí es conveniente señalar es que los grandes amantes de la saga no deberían sentirse decepcionados con lo que encontrarán en ella, ya que es una película continuista. No hay en ella errores de bulto o faltas de respeto a lo visto en las siete primeras entregas, por lo que quien simplemente quiera ver otra de ‘Saw’, seguramente debería echarle un ojo, entretenerse en la medida de lo posible y pasar página.

‘Saw VIII’ es pura rutina sangrienta

Escopeta

Y es que no hay nada memorable en ‘Saw VIII’, porque los propios juegos sádicos acaban resultando de lo más rutinarios -sí, hay sangre y los actores transmiten su sufrimiento, pero es un recurso agotado si no presentas algo especialmente rebuscado y cruel o si lo haces de una forma original que haga que el dolor pase a un segundo plano-, mientras que los detalles argumentales sobre los que apoya la película quizá habrían sido sorprendentes en la segunda entrega, pero aquí provocarán más de una reacción basada en la expresión “¡Venga ya!”.

Es cierto que ellos mismos se habían metido en un callejón del que la única salida es la sorpresa que hace que el espectador tenga que repensar todo lo visto -no os preocupéis, están ahí los previsibles insertos para recordarnos algún detalle que se nos haya podido olvidar-, pero es que así se pierde el necesario impacto con el que compensarnos por el bajo nivel de la parte centrada en la investigación. Resulta curioso que así cuando a priori da la sensación de querer cuidarlo más de lo habitual, aunque lo hace con pobres resultados.

Trampas

Algo de brío sí que tiene la película gracias al hábil manejo de la cámara por parte de los hermanos Spierig, aunque es una pena que su siguiente trabajo tras la estimulante ‘Predestination’ sea ‘Saw VIII’. Su aportación se nota especialmente en ciertas secuencias, ayudando a recuperar temporalmente nuestra atención para que rápidamente el guion se encargue de “solucionar” eso.

Por su parte, el reparto resulta de lo más intercambiable y ni siquiera los inevitables giros ayuden a que eso cambie. La relativa excepción es un Tobin Bell que aporta algo de sobriedad y consistencia al libreto, pero incluso a él se le nota cansado, como consciente de que la historia de Jigsaw ya no da más de sí y se está volviendo sobre lo mismo para intentar rascar algunos millones. Y dinero ha dado, pero también ha sido la segunda película menos taquillera de la saga.

En definitiva, ‘Saw VIII’ es una nueva demostración de que esta franquicia ya había dado todo lo que tenía que ofrecer y se vuelven sobre ideas ya abordadas con un enfoque un tanto rutinario. Eso también afecta a su lado gore, donde hay una constante sensación de deja vu que ninguna trampa logra trascender. De donde no hay no se puede sacar, aunque sí al menos intentar hacerlo con cierta dignidad como sucede aquí.

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