La vida secreta de las palabras que dejan mudo

La vida secreta de las palabras que dejan mudo
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En aquella estupenda película de Ricardo Franco titulada 'La Buena Estrella', Maribél Verdú decía: 'Las cosas que no se dicen son como si no fueran'. Hay palabras que nuca deben ser pronunciadas, hay secretos que siempre deben estar guardados. Pero a veces, cuando las palabras son dichas y los secretos revelados, se encuentra el alivio, la comprensión y la libertad. De esto podría decirse que va la última película de Isabel Coixet, una absoluta obra maestra, que prácticamente deja a uno sin palabras, aunque eso suene a chiste.

Rodando de nuevo en inglés, Coixet ha cogido a un par de actores inmensos y nos cuenta la historia de una mujer que llega a una plataforma petrolífera para cuidar a un hombre que ha sufrido un accidente de trabajo. Entre ambos, no sin dificultad, surgirá una relación especial que les llevará a conocerse mucho más allá de lo que ellos, y el espectador, piensan. Los dos personajes están interpretados por la ya habitual Sarah Polley, absolutamente encantadora y magnífica en el papel de una mujer silenciosa, misteriosa y cautivadora, con un gran dolor a sus espaldas. Y Tim Robbins, realmente soberbio, interpreta al accidentado, un hombre sincero, que encuentra en su enfermera una nueva razón para vivir. Él ciego, ella sorda, y las palabras que les acompañan, darán lugar a una de las películas más maduramente emotivas que el cine español recuerde. Porque Coixet se ha lucido como nunca con un guión que podría haber caído en la sensiblería más bochornosa, si no fuera por su enorme capacidad para mostrar y narrar uno hechos de forma totalmente sincera y sin argucias ni manipulaciones. La película que empieza con un montón de actos por parte de la protagonista que no entendemos, va cobrando forma según avanza y terminando con un encaje total de todas las piezas, perfectamente engranadas como un mecanismo de relojería. Todo nos es mostrado a su debido tiempo, sin prisas, ofreciéndonos momentos de una fuerte emotividad, hasta que al final ya no hay secretos ni palabras no dichas. Todo cobra sentido, y es el espectador el que se queda callado, pensativo, emocionado...

Por el camino vemos a unos personajes perdidos, no sólo los principales, seres que por un razón u otra quieren estar apartados de todo, y no quieren ser molestados bajo ningún concepto. El dolor es demasiado grande como para arriesgarse. Afortunadamente las palabras cobran vida para sacar todo el dolor y sufrimiento que se lleva dentro, para intentar curar las heridas, las visibles y las que no se ven. Todo esto, con una enorme fuerza poética, nos es mostrado en una película grande en sí misma, única, valiente, y que ya es, sin dudarlo, una de las mejores del año. Lo dicho, una obra maestra.

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