El cine no es tu casa

El cine no es tu casa
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Esto es algo que lleva molestándome desde hace bastante tiempo. Quizá no muchos, pero seguro que algunos estaréis de acuerdo conmigo en que ir al cine se está convirtiendo en algo cada vez más insoportable. Algo molesto y desagradable, tanto que dan ganas de quedarse en casa (como apuntaba Adrián en su último artículo) o buscar un plan alternativo (y no digo más porque nos leen menores de edad). Conste en acta que no me refiero a las películas, al nivel de calidad del cine actual, sino al hecho de salir de casa y compartir un visionado con un montón de desconocidos en una misma sala, previo pago de una entrada que no suele ser moco de pavo.

No sé cuándo ocurrió, de estas cosas no te das cuenta, es como lo la langosta y el agua hirviendo (ya sabéis, ese método cruel para cocinar crustáceos), pero en algún momento esto de ir al cine se convirtió en un dolor de cabeza, en tener que soportar a gente maleducada, a personas que se creen que están en el salón de su casa, o en un bar rodeados de amiguetes, y que por tanto pueden hacer lo que les dé la gana. Para colmo, si te cansas y dices algo, lo más probable es que des comienzo a una cadena de mandar a callar/nos importa un pepino, que durará toda la sesión, por lo menos; y en cualquier caso, adiós a la película. De un tiempo a esta parte, ir a ver un estreno es poco más que ir ver si te enteras de algo, claro que están llegando tantos churros mediocres desde Hollywood que casi da lo mismo. En cualquier caso, como soy un experto en tropezar con la misma piedra, y a pesar de todo adoro la costumbre de ir al cine, quiero al menos dejar constancia de los comportamientos más molestos que he sufrido en una sala. Por si alguien se da por aludido y lo corrige. O simplemente por hablarlo con vosotros, que siempre puede resultar divertido.

Te dará igual si ya empezó la película

En primer lugar, me resulta muy molesto la falta de puntualidad. La gente llega tarde al cine, o mejor dicho, cuando le da la gana. Total, ¿qué más da? Algunos entran justo cuando la película ha empezado, y esto es normal porque nos puede ocurrir a todos, además suelen proyectarse tráileres, por lo que lo más normal es que aun entrando cinco minutos tarde todavía pilles a tiempo el principio; pero lo que no es normal es entrar diez, quince minutos o incluso media hora después de la hora del inicio de la película. Esto es algo que ya me saca de quicio, la verdad, no puedo entender cómo se puede tener la absurda idea de entrar en una sala media hora después de empezar la película, pudiendo entrar en alguna de las otras diez o quince salas disponibles. Porque la película te da lo mismo, al fin y al cabo ya te has perdido todo el comienzo. En fin, la cuestión es que además no entran en silencio y se sientan, no, pero de eso hablamos ahora…

Estás obligado por ley a sentarte en un asiento concreto

La falta de puntualidad lleva a otra cosa que puede ser aún más irritante. A menudo se adquieren entradas numeradas y esto es como una ley sagrada. En tu entrada pone un asiento y pase lo que pase, ahí es donde te tienes que sentar. Esto es, que aunque llegues tarde, y la película ya esté empezada, a pesar de que puedes molestar a los que ya están viéndola, teniendo asientos libres disponibles (centrados y laterales, cercanos y alejados de la pantalla, de todos los colores), tú tienes que exigir tu butaca, la que viene en el ticket que está en tus manos, aunque ni siquiera lo hayas elegido tú. Lo peor de esto no es que encima haya gente que no sabe leer y te preguntan si estás en tu asiento (dan ganas de meterle la entrada por algún orificio), sino que se entra en una fase muy ruidosa de gente mirando con el móvil sus asientos, gente que se levanta y se cambia de sitio, que a su vez estaba ocupado por otro que se tiene que sentar en otra butaca… Que la película siga proyectándose y se siga molestando a los que llegaron a su hora, es algo absolutamente intrascendente.

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Nunca apagarás tu móvil y de vez en cuando mirarás si te ha llamado alguien

Como la película está empezada y la sala a oscuras, los tardones tienen que usar sus móviles como linternas, mirando su entrada y el asiento que deben ocupar. Pero esto no es lo peor, lo peor es que hay mucha gente que no apaga el maldito teléfono (bueno, o lo que sea que se lleva hoy en día) durante el visionado. Porque espera una llamada, un mensaje o simplemente porque es incapaz de apagar el maldito aparato durante dos horas. De este modo, si te toca delante una de estas personas, a las que el cine les interesa menos que el medio ambiente o la política, lo más probable es que cada ratito te deslumbre la radiante luz de un móvil, haciendo que desconectes momentáneamente de la pantalla (porque durante al menos un minuto vas a acordarte de toda su familia). Pero nada de esto es comparable a cuando uno de estos… “pobres adictos a la comunicación”, recibe una llamada y ¡contestan! Sí, tú estás ahí intentando ver la película y hay alguien hablando por teléfono, tranquilamente. Ahí es cuando esas clases de judo asesino que viste anunciadas en la calle no parecen tan caras…

Hablarás lo suficientemente alto como para se te oiga en toda la sala

Relacionada con la anterior, un clásico de la gente maleducada en el cine. Si tienes algo que decir, no te cortes, a los demás espectadores no les importa; es más, estarán encantados de oírte, como decía ese profesor tuyo de esa asignatura que te importaba un comino. Este asunto es cada vez más preocupante. La gente ya no habla en voz baja, ya no tiene el cuidado de susurrar algo al oído de su acompañante; no, ahora se habla como si se estuviera en la casa de uno, en un bar o en la calle. En un tono normal, y a veces, cuando el volumen de la película es muy alto, a gritos, para que el amiguillo que está dos o tres butacas a la derecha pueda oír perfectamente el agudo comentario que tiene que soltar, porque es algo memorable y se le olvidará después cuando salga del cine. Lo más maravilloso es cuando nada más empezar la película, y sin información previa, un personaje es asesinado por alguien que no vemos, y entre el público se oye alto y claro: “¿¡Quién habrá sido!?”. Pero bueno, borreguín, espera un poco, que ya te responderán, a ti y a todos los que estamos sentados contigo, intentando prestar algo de atención.

Golpearás el asiento de delante, estornudarás lo más fuerte que puedas, y si traes comida de tu casa, harás el mayor ruido posible

Para terminar, tres costumbres más que pueden llevarte a considerar la idea de la creación de un nuevo partido nazi, con el objetivo principal de la aniquilación total de la raza humana. La primera es que hay personas que se aburren a los pocos minutos de empezar cualquier película y entonces dedican su tiempo, entre otras cosas, a comprobar de cuántas maneras puede colocar las piernas. Una de las consecuencias es que probablemente acabará golpeando, no una sino varias veces, el asiento que tiene delante. Para quien está sentado ahí, es el inicio de un pequeño e irritante “juego” que le distraerá de la película cada cierto tiempo; lo mejor es que no sabes cuándo tocará el siguiente toque, la intensidad del mismo o si su responsable entenderá el significado de tu amenaza, ya sea verbal o no. Algo menos molesto que esto, pero que puede llegar serlo bastante, es cuando alguien empieza a toser o estornudar, sin tener ningún cuidado en minimizar el ruido o en buscar una solución al problema; por ejemplo, beber agua si es que te has atragantado devorando palomitas. Y hablando de palomitas…

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Otra de las malas costumbres del público está relacionada con el hábito de comer en el cine. Personalmente, me cuesta entrar sin mi bolsa de palomitas, pero desde luego cierro la boca al masticar y el mínimo ruido que causo con ello sólo es apreciable por algunas razas de perros asiáticos. Lo que sí molesta al oído humano es abrir, retorcer y cerrar, repetidamente, bolsas de plástico o papel de aluminio, así como masticar patatas crujientes con la boca abierta. El tema de los eructos lo damos por estudiado, si os parece.

En fin, esto es sólo mi selección, seguro que vosotros podéis aportar más. Y no he hablado de lo que ocurre en las taquillas o en las tiendas de chucherías, que ahí también hay algunas costumbres realmente molestas (como tardar mil años en pedir un refresco). Si queréis desahogaros, ahí tenéis los comentarios, no os cortéis.

PD: No fue en un cine, pero esto es lo que le pasó a Hugh Jackman y Daniel Craig mientras representaban una obra de teatro. Menuda paciencia y profesionalidad la de estos dos actores:

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