'El Buen Alemán', un mal homenaje

'El Buen Alemán', un mal homenaje
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A Steven Soderbergh siempre le ha gustado experimentar desde sus principios, con la sobrevaloradísima 'Sexo, Mentiras y Cintas de Video'. Con el tiempo fue logrando un estilo muy reconocible, sobre todo en el montaje y la fotografía, que suele firmar él mismo con el pseudónimo de Peter Andrews, llegando a lograr film tan extraordinarios como 'Traffic' u 'Ocean´s Eleven'. Lo malo del asunto es que este tipo de películas las suele alternar con otras mucho más personales, y que son, con diferencia, sus peores trabajos, en los que precisamente se pone a experimentar y se olvida de que tiene una historia que contar con la que entretener al público, el cual y curiosamente, le da la espalda en este tipo de proyectos, tal y como lo atestiguan las enormemente fallidas 'Full Frontal' o 'Bubble'. Fue después de esta última, y antes de ponerse a trabajar en 'Ocean´s Thirteen', que le devolverá el éxito en la taquilla, cuando rodó 'El Buen Alemán', un intento de volver a los años 40, sobre todo en la forma, y de hacernos revivir aquellos esplendorosos años de buen cine. Pero lo cierto es que sólo con las intenciones no llega.

El argumento de 'El Buen Alemán' es, en su base, muy clásico. Un periodista militar americano viajará al Berlín de la postguerra, y allí se encontrará con una antigua amante, la cual ahora está liada con el chofer de él. Poco a poco, nuestro protagonista se irá metiendo en algo que no conoce, llegando a estar involucrado en una investigación de asesinato, en la que nada es lo que parece.

Lo único destacable de esta película es su fotografía, su música, y algunas resoluciones formales, que nos acercan directamente al cine de los años 40 y de idéntica temática. Soderbergh en una declarada pasión por la fotografía de aquellos años, filma su film en un estupendo blanco y negro, alternado con escenas documentales de la época, que parecen salidas de un film de Roberto Rossellini. Incluso se permite el capricho de usar transparencias, tal y como se hacía en la época, a la hora de filmar a dos personajes viajando en coche. Pero ahí se termina todo, desgraciadamente.

Soderbergh es un director eminentemente moderno, y jugar a ser Michael Curtiz (director al que Soderbregh confiesa admirar) es algo que te puede salir caro, entre otras cosas porque Curtiz no hubo, ni habrá, más que uno. Todo lo que la película tiene de perfecto en su apariencia visual, le falta en lo que respecta a personajes e historia. En lo primero, porque todos están muy mal dibujados, y no son nada interesantes, y en lo segundo, porque su argumento no engancha ni lo más mínimo, resulta poca cosa, y encima aburre, algo verdaderamente preocupante en un film de estas carcterísticas.

Su espectacular reparto ha estado mejor en otras ocasiones, aunque tampoco se puede decir que estén mal del todo. George Clooney es el único que se pasea con algo de carisma por la película, quizá porque al actor le sobra, pero su personaje es el más estúpido de todo el relato, y no estamos hablando del típico personaje pardillo, pero sí toma muchas decisiones idiotas. Para colmo, no tiene ni la más mínima química con Cate Blanchett, extraordinaria actriz que aquí demuestra su endemoniada habilidad para poner el acento que le de la gana, pero por otro lado resulta demasiado fría, y su personaje carece de la fuerza necesaria. Eso sí, en algunos fugaces momentos me recordó a la maravillosa Marlene Dietrich. Con ellos dos, el arácnido Tobey Maguire, quizá un poco desfasado en su interpretación, con un personaje casi incomprensible, y que muchas de sus reacciones no están justificadas.

Lo que sí me parece que ha estado a la altura de las intenciones de su director, es la excepcional banda sonora de Thomas Newman, que sí rinde un verdadero homenaje a los compositores de aquella época, como por ejemplo, el sensacional Max Steiner. La partitura de Newman brilla por sí sola y es un viaje musical, lleno de nostalgia, a otros tiempos. Merecida nominación a los Oscars, y cuyo premio fue incompresiblemente arrebatado por un insípido Gustavo Santaolalla.

Así pues, Soderbergh, más caprichoso que de costumbre, se preocupa demasiado por el aspecto formal de su película, excesivamente mimada en ese aspecto, y se olvida de todo lo demás, dejándonos un flojo film, que nos demuestra que para querer homenajear a los clásicos hay que hacer algo más que representar la fotografía de los mismos, o rememorar escenas clave de 'Casablanca'. Hace unos 5 años aproximadamente, un director llamado Todd Haynes usó la misma fómula, queriendo homenajear los maravillosos melodramas de Douglas Sirk, dando como resultado la magnífica 'Lejos del Cielo', una gloriosa declaración de amor a un tipo de Cine ya desaparecido, manteniedo un perfecto equilibrio entre lo clásico y lo moderno. Lo que ha hecho Soderbergh es un quiero y no puedo.

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