'La clase', la cárcel de la ignorancia

'La clase', la cárcel de la ignorancia
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Ocho meses después de alzarse con la Palma de Oro del Festival de Cannes, nos llega ‘Entre les murs’ (me van a perdonar que no escriba su insulso título español, pues resulta mucho más estimulante su original francés, que además da una idea de lo que nos depara este relato) a nuestro país. Y la cita con esta película en los cines resulta obligatoria para todo aquél que busque verdadero cine en las carteleras de hoy día. La espera ha merecido la pena.

La arcadia francesa, que este año nos ha traído obras de la altura estética de ‘La cuestión humana’ y Las horas del verano, prosigue en su larga y extraordinaria tradición de películas en torno a la cuestión de la escuela (recordemos las maravillosas ‘Cero en conducta’, ‘Hoy empieza todo’, ‘Ser y tener’) con esta película que se nutre de la fuerza del documental para narrar una ficción que nos narra una dura y tensa realidad, con una fuerza y una verdad abrumadoras.

François Bégaudeau escribió el libro en el que se basa el guión de esta película, que él también ha firmado, junto con Robin Campillo y el director Laurent Cantet. En el libro contaba muchas experiencias que él había vivido como director de lengua francesa en un instituto de secundaria. Y el mismo François Bégaudeau es el que interpreta al protagonista, es decir, se interpreta a sí mismo. Un profresor como puede haber cientos en su país o en cualquier instituto del mundo, para quien el día a día con sus alumnos, en lugar de resultar una experiencia de transmisión del conocimiento, es más una lucha y un debate en defensa de la propia identidad.

Filmada durante siete semanas en un colegio real de París, hubo un trabajo previo, fundamental, del director Cantet y de Bégaudeau, con cincuenta alumnos durante todo un año escolar. De esos cincuenta alumnos iniciales se pasó a veinticinco, con los que se realizó un taller de improvisación en el que los temas y debates más importantes para los autores del filme eran puestos a prueba, y afinados por los actores. Es decir, que a partir de una estructura previamente configurada, que recogía las partes del libro que más les interesaba a los cineastas, se construyó un relato nutrido por la interacción real de los alumnos y el profesor. Tanto Cantet como Bégaudeau actuaron por tanto como cómplices que tiraron de los alumnos y tejieron la trama de la película.

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Porque este relato no es nada más (y nada menos, ciertamente) que la historia de un profesor y de sus alumnos, centrada en los momentos más duros y tensos, que mejor reflejan lo que es una clase. Esto es, una parábola y una representación al mismo tiempo del mundo real, con sus juegos de poder y de comunicación, con sus características raciales, económicas, interpersonales y emocionales, en un toma y daca que conforma un crescendo a veces insoportable, a menudo patético, muchas veces un callejón sin salida.

Porque lo que se nos cuenta en ‘Entre les murs’, en tono de “ligera tragedia”, es una verdadera guerra abierta, declarada por los alumnos contra la figura del profesor, que deviene figura autoritaria e incomprendida, cuya buena voluntad y deseo de mejorar la vida de los alumnos choca frontalmente contra la inseguridad y resentimiento de estos, y no puede abarcar toda la complejidad y el sufrimiento de algunos chavales cuyo seno familiar está roto, y cuya esperanza de futuro es cuanto menos incierta.

Durante más de dos tercios del filme, asistimos perplejos al fracaso de la comunicación y del aprendizaje, al desmoronamiento de la escuela como lugar de conocimiento. En lugar de esto, el profesor combate incansable con los alumnos, asumiendo la casi imposibilidad de enseñarles por métodos tradicionales, buscando los intersticios de una resistencia intelectual fortísima por parte de los alumnos, quienes le vacilan, le atacan en todas direcciones, le retan constantemente. El maestro no se rinde, hace acopio de paciencia, vuelve a intentarlo con otra idea, consigue quizá una victoria. Pero a continuación su relación con los alumnos, y el esfuerzo de éstos, vuelve a decaer. Es una guerra que sólo tiene perdedores.

¿Cómo filmar esta derrota asumida? ¿Esta guerra intelectual? ¿Cómo retratar este paisaje de rostros y de actitudes, de caracteres tan diversos y heterogéneos? Cantet, más que filmarlo, se zambulle visual y sonoramente en este magma, atrapando algunas de las secuencias más tensas, violentas, trágicas y verdaderas en muchos años de cine. En su cámara (en realidad un juego de tres cámaras HD con el que capta réplica, contrarréplica y reacciones secundarias) late la esencia del desastre de la educación europea actual, sus conservadores y desfasados cánones; pero también la pasión del educador, la energía de la juventud, el valor de la amistad.

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Dice el director: “...la sensación es que nada se gana para siempre en la educación: lo que parece conquistado un día, se pierde al siguiente, lo que parece imposible de conseguir un día al siguiente sale de la manera más natural. La enseñanza tiene esa imprevisibilidad de las cosas, la crisis puede llegar en cualquier momento, pero también pueden llegar los momentos sublimes.” Y así lo sentimos en ‘Entre les murs’, absoluta merecedora de la Palma de Oro, tanto por el riesgo formal que asume sin falsas componendas, como por las cuestiones mayores que aborda.

La escuela pública es el pilar irreductible de la sociedad, la generadora de sus libertades. Con un coraje ilimitado, esta película nos sitúa frente a preguntas como: ¿cuáles deberían ser las funciones de la escuela, en el contexto europeo de hoy en día, de cara a las próximas décadas?. ¿O cómo hacerse cargo de los alumnos que tienen grandes dificultades?. ¿O cómo se puede luchar eficazmente contra la violencia y la falta de civismo? Preguntas durísimas, que atañen a todos, y que han de ser respondidas, aunque la mayoria de las veces se consumen en un fracaso colectivo.

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