'Buscando a Nemo' y las cosas que perdimos en la tormenta

'Buscando a Nemo' y las cosas que perdimos en la tormenta

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'Buscando a Nemo' y las cosas que perdimos en la tormenta

Tras perder a prácticamente toda su família (descendientes y cónyuge), el pez payaso Marlin queda al cuidado del otro superviviente, Nemo, al que cuida obsesivamente y por cuya integridad física teme a cada momento. Cuando Nemo es capturado por un grupo de buceadores, su padre intentará rescatarlo con la ayuda de Dory, una pez con un peculiar problema de memoria que se convertirá en su mayor aliada.

Hubo un tiempo en el que cada película de Pixar era, también, un descubrimiento. Se descubren magníficos talentos visuales y argumentales, se afina la precisión narrativa. Aprovechando el reestreno, conviene recordar la película con la cual fue descubierto el talento de Andrew Stanton y Lee Unkrich, hoy cineastas con proyectos en solitario y con la suficiente entidad como para merecer atenciones.

Traducida equivocadamente como 'Buscando a Nemo' (Finding Nemo, 2003) en lo que no ha dejado de ser Encontrando a Nemo, un título más esperanzado y claro, esta película propone un drama familiar bastante turbulento, un terreno en el que Pixar daría muestras de relevancia y madurez en el futuro con 'Up' (id, 2009) como muestra más obvia.

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Lo que ocurre es que conviven con el drama de pérdida y miedo absoluto, una odisea de ansiedad extrema con una saludable y bienvenida crítica ecologista como motor argumental, un montón de géneros más. Desde el cine de terror subacuático con los ataques del tiburón al género carcelario, con unos divertidísimos peces "de pecera doméstica" como veteranos tramando una escapada. No sería la primera vez que Unkrich usa este recurso ya que en 'Toy Story 3' (id, 2010) encontraremos a los juguetes en otra situación típica también de los relatos de fuga de prisiones.

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Por otra parte, como suele ser habitual, el guión, que firman Stanton, David Reynolds y Bob Peterson, es generoso en detalles de caracterización sencillamente magistrales. Por ejemplo, encontramos detalles memorables como la cicatriz de Nemo, a la vez rastro literal de un trauma y causante de su desaparición o la memoria a corto plazo de Dory, en realidad un detalle hiperrealista dado que los peces no tienen un cerebro capaz de almacenar memoria y que sirve a los escritores como un brillante detalle para hilvanar una historia de amor forjada en el reconocimiento.

Por supuesto, los hacedores de esta película no olvidan dedicar a la animación abundantes hallazgos expresivos e importantes avances en técnicas. Secundarios magníficos, genuinas fiestas para el degustador de los grandes dibujos animados, como las gaviotas conviven con secuencias impresionantes, como el tratamiento del mar, de su luz y de los corales, con un trabajo excepcional comandado por, entre muchos otros, Sharon Calahan y Jeremy Lasky.

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Las voces de la versión original son, como siempre, mejores que las del doblaje español, bastante mejor dado que es Disney quien los supervisa. Pero, claro está, la labor y química de Ellen DeGeneres (Dory) y Albert Brooks (Marlin) es digna de alabanza. La presencia de Brooks, actor fetiche del gran padre de la dramedia más o menos moderna James L. Brooks da buena pista de la amplitud de miras de Pixar, capaces aquí de sintetizar el empaque visual de Hayao Miyazaki con un gran drama norteamericano y todo ello sin perder a los infantes, quienes disfrutarán de todos y cada uno de los gags y encontrarán sorpresas con Australia como el escenario de toda esta aventura marina, inolvidable y de altísima calidad.

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